Señor  Director

| 03/07/2023

Por qué nunca podríamos haber sido Suiza

He oído tantas veces “La Suiza argentina” que hasta podría haber llegado a creer en esta zoncera argentina.

La primera vez que la leí fue en un cuento de Eduardo Gudiño Kieffer donde parodiaba un programa televisivo nacionalista donde en la publicidad con música de las cuatro estaciones salían imágenes de las Cataratas y el locutor en off decía “Las Niágaras argentinas” y en otro corte con la misma música La Suiza argentina...

No somos Suiza porque no procesamos la plata negra de los reyes o nazis o inescrupulosos vecinos como Francia, Alemania, Italia, Austria y otros buscadores de paraísos fiscales.

Somos una ciudad patagónica que creció al borde de un gran lago y que desde su origen tuvo la mística de paraíso terrenal.

Bailey Willis ideó una ciudad fantástica de desarrollo industrial y comercial a escala internacional y solo era el año 1904.

Con mucho esfuerzo y un gran aislamiento, se fue consolidando hasta la llegada del ferrocarril y posteriormente el pavimento en las rutas nacionales.

Llegué en 1979 con escasos 50 mil habitantes en el censo del 80. La Mercedes era el transporte urbano de pasajeros, con recorridos circulares en una cantidad no mayor a 5 líneas.

Prácticamente la ciudad terminaba a la altura de la calle Brown y el barrio Arrayanes se consolidaba por haber sido trasladado de atrás del Colegio Nacional.

El basurero municipal era trasladado muy lejos donde no se avizoraba que la ciudad podía llegar hasta ahí.

En solo 40 años se triplicó la cantidad habitantes, de 50 a 150 y eso trae inconvenientes.

Hablar del estado de las calles sin conocer cuántos kilómetros de calles hay que mantener (en 2005 eran 800 kilómetros), es de café matutino en la Mitre.

Inferir sobre el estado de las veredas es desconocer las ordenanzas vigentes donde el frentista es el único responsable de su mantenimiento, salvo que veamos canales capitalinos donde se pondera la obra pública del intendente por reponer varias veces las baldosas.

No podemos ser Suiza, porque a esta ciudad la hicimos a pulmón todos y cada uno de los habitantes considerando que tenemos un ejido más grande que CABA donde los subterráneos, trenes, hospitales y demás infraestructura la hizo todo un país y no sus millones de habitantes y millones en presupuesto.

Tal vez muchos desconocen la historia cotidiana o de bajo perfil que no se muestra en portales.

Es real que se necesita un medio de transporte más ágil, mejor organizado y para ello proyecté una base de tranvías para Bariloche, también conectores urbanos para las bardas o grandes desniveles entre calles, sin nombrar el tren hasta Dina Huapi.

Es una ciudad que hoy requiere que se vea como un punto de inflexión entre la urbe del siglo 21 y la aldea de casitas del siglo XIX.

Hoy tenemos que renovar los proyectos viales de conectividad y la sustentabilidad de ciudad con servicios.

Según la Constitución Nacional y la Provincial, los únicos servicios que debemos recibir son Salud, Educación y Seguridad, siendo el resto problema de todos y no de los administradores momentáneos.

Agua, electricidad, gas y cloacas tienen que estar totalmente administradas o por lo menos controladas por la ciudad y no desde algún escritorio a varios cientos de kilómetros.

El turismo y sus ofertas digitadas con políticas locales de búsqueda de atractivos y de explotación racional.

El turismo científico y de convenciones es una asignatura pendiente pero con un programa de ciudad del futuro se va a poder subsanar.

Hoy no valen las críticas, hoy valen los aportes buscando el verdadero proyecto de la “Ciudad de los Césares de la Patagonia”.

 

Raúl A. Martiniau, arquitecto

San Carlos de Bariloche

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