El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia marcó el acercamiento de muchas personas al Centro Cívico.

Así, algunos vendedores “al paso” aprovecharon la ocasión para ofrecer sus productos.

Estaba, por ejemplo, Fernando García, quien, con su grito de “café, café”, ya es un clásico de Bariloche.

También se arrimó Daniel Cortés, que hace unos dieciséis años que se dedica al comercio de churros.

Antes revendía, pero la persona a la que se los compraba se mudó a Buenos Aires, así que él comenzó a fabricarlos.

“Gracias a esto me puedo mantener; de acá también sale el sostén para mis hijos”, dijo.

Pero aclaró: “Obviamente, ahora mis ganancias han disminuido, porque los aumentos te superan todo el tiempo, y no se puede subir el valor del churro permanentemente, así que baja lo que gano, pero sigo trabajando”.

Daniel, desde hace cuatro meses, vende cada churro a doscientos pesos.

Vive en el barrio San Francisco, y con su canasta recorre la parte céntrica, las playas y otros sitios, no se para siempre en el mismo lugar.

En cuanto a su presencia el viernes en el Cívico, dijo estar de acuerdo con que exista una jornada dedicada a la pintada de pañuelos, y le disgustó la acción previa, en la que no se sabe quién arrojó un líquido que parecía querosene, como para dificultar la acción.

Daniel bautizó a sus productos como “churros legales”.

“Vendiendo en las playas, me preguntaban: ‘¿Tenés de los otros churros?’”, contó.

La referencia, claro, era a los porros.

Así que directamente optó por la denominación “churros legales”. “Estos son los que se comen, no los que se fuman”, dice cuando le consultan por el nombre.