ESCALA EN BARILOCHE

| 16/03/2023

Una pareja y su pitbull en un viaje permanente

Una pareja y su pitbull en un viaje permanente
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

Carina Álvarez y Sebastián Silva pasaron la barrera de los cuarenta, pero el último tiempo los encuentra viviendo un sueño de juventud… al menos el de ella, que desde que tenía unos veinte años imaginaba subirse a una casa rodante para lanzarse a las rutas y vivir en la carretera.

Residían en Pompeya, Buenos Aires, donde ella nació y el sitio al que él llegó con su familia a los ocho años, desde Uruguay.

Ahora, su domicilio pasó a ser el camino, en un trayecto sin final.

Lo que llevó a que aquella fantasía de Carina se transformara en realidad fue la pandemia.

Ella trabajaba en un kiosco. Con el aislamiento obligatorio, llegó el cierre.

Él hacía viajes de Uber, además de trabajos de albañilería, plomería y lo que saliera… Pero los pedidos, dada la situación, disminuyeron hasta casi desaparecer.

Ahí fue cuando decidieron vender gran parte de sus pertenencias y compraron un motorhome.

Prácticamente, era un esqueleto vehicular con motor.

Un Mercedes Benz (MB) 180, “clase” 1994.

Lo equiparon en quince días.

Es decir, rehicieron todo el interior.

Partieron en un viaje de prueba y el motor, que no estaba en buenas condiciones, “falleció”.

Así, para resucitarlo, vendieron lo que les quedaba: todo, salvo la vivienda, una mesa y el lavarropas.

Ambos tienen hijos de “administraciones” anteriores, y el mayor de Carina se mudó a esa casa.

Para ella y Sebastián, en tanto, el hogar pasó a ser el MB 180.

En 2021 partieron a Ushuaia, para desde ahí salir hacia el norte. Llegaron a Mendoza y luego a Córdoba. Después, regresaron a Buenos Aires, donde realizaron varias labores de reformas de motorhomes, cuestión en la que se hicieron profesionales, lo que resulta ideal para aquellos que quieren salir a la ruta con rapidez.

Durante el tiempo que permanecieron en Pompeya, vivieron en el MB 180. Solo conectaban un alargue a la casa -en la que ahora está el hijo de Carina–, para obtener electricidad, pero se quedaban en el motorhome.

Este año, una vez más, volvieron a partir. Nuevamente, se dirigieron a Ushuaia, para, después, conducir hacia el norte. Pero, en esta ocasión, piensan llegar más lejos. Quieren alcanzar el límite geográfico de Argentina y, quizá, traspasarlo.

En este momento están en Bariloche. Tal vez se queden un par de días más. Como no poseen más obligaciones que las que su espíritu les dicta, nada está determinado de antemano.

Se ubican en Gallardo casi Otto Goedecke, a la altura de una sucursal de La Anónima (en los lugares a los que arriban, intentan encontrar un local de esa cadena y allí estacionan, en una especie de cábala).

En ese sitio, abren las puertas de su motorhome y venden artesanías que ellos realizan, como así también algunas cosas que traen de diversas localidades.

Es la manera que tienen de mantenerse y seguir en la ruta.

Pero, en este artículo, todavía no se dijo lo más importante…

A Carina le gustaban los gatos. A Sebastián siempre le agradaron los pitbull, perros que no tienen buena fama.

En el ida y vuelta sobre las mascotas, ganó él.

Tienen tres animales de aquella raza.

Dos permanecen en Buenos Aires, pero el más mimado, Atila, viaja con ellos a todos lados.

Más allá de que su forma de ser dista de la que suele asociarse con ese tipo de perro, la pareja es precavida. Si sale del motorhome, Atila lleva correa.

El animal es un sentimental. Si escucha que Carina parte, se pone a llorar.

Tanto lo quieren, que al vehículo lo bautizaron “Un pitbull por el mundo”.

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