EL HOMBRE QUE GOLPEÓ A ALFREDO ASTIZ

| 03/12/2022

Chaves: “Hebe de Bonafini es la Madre del pueblo argentino”

Chaves: “Hebe de Bonafini es la Madre del pueblo argentino”
Foto: Verónica Moyano.
Foto: Verónica Moyano.

Alfredo Chaves, desde el 1 de septiembre de 1995, es, para todos, aquel que le dio una piña (en realidad, fueron muchas más) a Alfredo Astiz en Bariloche.

La imagen ya ingresó en el ámbito de la leyenda: vio al represor parado a un costado de Bustillo, bajó de su vieja camioneta y lo golpeó.

Enseguida, recibió el apoyo de Hebe de Bonafini.

La había visto en alguna que otra Marcha de la Resistencia –las manifestaciones públicas organizadas por las Madres de Plaza de Mayo–, pero a partir de la trompada al criminal se inició una relación personal, aunque, en realidad, el vínculo espiritual quizás haya comenzado mucho antes.

En los setenta, Chaves, que nació en Villa Ballester, militaba en una agrupación del peronismo revolucionario llamada Unión de Estudiantes Secundarios (UES), mientras concurría al colegio porteño Carlos Pellegrini.

Con el golpe de 1976, al saberse perseguido, dejó aquella institución educativa y siguió en otra, de la provincia de Buenos Aires, algo alejada de la zona más “caliente” de la época.

Después le tocó el servicio militar en Boulogne, pero dos días antes de que le dieran la baja lo “chuparon”.

Alfredo fue llevado al centro clandestino de detención ubicado en Aldo Bonzi que denominaban Vesubio, donde permaneció ocho meses.

Lo soltaron, sorteando la muerte, y, aunque resulte increíble, fue convocado nuevamente para la colimba. Lo reincorporaron como reservista por el conflicto de Beagle con Chile. “De un subversivo apátrida pasé a ser un soldado de la patria; después, nuevamente un guerrillero; luego, otra vez un soldado”, le dijo a este cronista hace un tiempo.

En 1979, Alfredo se instaló en Bariloche, en una especie de exilio interno.

Con el episodio de Astiz, pasó a ser reconocido como el hombre que le rompió la cara a un genocida.

Pero, en un primer momento, tras salir del sitio donde había sido la golpiza, Alfredo no estaba seguro de darse a conocer.

Temía por lo que pudiera pasar.

Fue entonces que Hebe se enteró y lo llamó por teléfono para explicarle que lo peligroso era lo contrario, permanecer en el anonimato. Chaves recuerda: “Me dijo: ‘Tenés que hablar. Es la mejor manera de que estés seguro, para preservarte, porque, si no, te puede pasar cualquier cosa y nadie lo va a relacionar con esto’. A los dos o tres días viajó para acompañarme y dimos una conferencia de prensa en un hotel de la calle Mitre. A partir de ahí, tuve una relación muy estrecha con ella, siempre se acercó cuando hacíamos los festejos de la piña a Astiz, cada 1 de septiembre. Realizábamos jornadas durante una semana, donde íbamos a las escuelas y los sindicatos para que diera charlas sobre derechos humanos”.

–¿Cómo era en el mano a mano?

–Dura. Resultaba difícil sacarle una sonrisa. Excepto cuando veía a un niño; ahí era todo risas y jolgorio. Con los chicos se transformaba. Pero, si no, siempre estaba militando. Indicaba cuestiones, debatía, discutía…

–¿Cuándo fue la última vez que hablaron?

–En Plaza de Mayo, en Buenos Aires. Debe hacer unos cinco o seis años…

–¿Qué significa Hebe para usted?

–Hebe de Bonafini es la "Madre" del pueblo argentino, de la dignidad, quien nos enseñó a resistir en los momentos donde los genocidas estaban sueltos, caminando por la calle, cuando los desaparecidos seguían sin tener justicia y los niños apropiados continuaban sin aparecer. Imaginar la vida argentina posdictadura sin Hebe y el resto de las Madres me resulta imposible, me parece contra natura. La conciencia que los argentinos pudieron adquirir y acumular, que se tenga internalizado el respeto por los derechos humanos y el Nunca Más a las dictaduras militares, fundamentalmente, lo enseñó ella.

–¿De qué manera le dijo que se hiciera visible en aquel llamado tras la golpiza a Astiz?

–“No seas cagón, date a conocer” –ríe al recordar.

–Y, puntualmente, sobre lo que usted hizo aquella vez con el genocida, ¿le comentó algo?

–Estaba chocha. Cuando yo le di la piña, bah, cuando lo cagué a trompadas, en lo único que pensé fue en ellas, se me representó la imagen de las veteranas con un pañuelo y pensé en las sonrisas que les iba a sacar cuando se enteraran de la cuestión… Y así fue. Me lo agradecieron siempre. Fue una mínima compensación por todo lo que nos dieron…

–¿Qué pasó en su interior cuando se enteró de que Hebe había fallecido?

–Siento un dolor muy grande –dice, y el llanto le impide continuar.

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