Alejandro Beletzky, más allá de ser un reconocido ecologista, siempre pendiente de situaciones que puedan llegar a poner en peligro el medioambiente, fue un guardaparque que dejó huella.

En realidad, si le preguntan, él dirá que aún se siente guardaparque.

Lo curioso es que, más allá de su amor por la actividad, hubo momentos donde no la pasó bien en su función.

Foto: Matías Garay.

Está lo idílico, claro, aquel encantamiento que tuvo de adolescente, cuando en un viaje al sur (es oriundo de Buenos Aires) se topó con un guardaparque a caballo, imagen que lo marcó de tal manera que influiría notoriamente en su futuro: “Fue un impacto que me hizo decir: ‘Algún día, quiero ser eso’”, contó.

Pero, antes de ser guardaparque, Alejandro estudió química.

Al notar el daño que realizaban muchas empresas con los químicos, fundó una asociación de técnicos en Buenos Aires y comenzó a participar activamente en la conservación del ambiente.

A la vez, en la universidad, militaba políticamente.

Corrían los setenta.

“Con el golpe, me autoexilié de la facultad. Me enteré que acá había una escuela de guardaparques y me presenté”, recordó.

Así, entró en el cuerpo.

“Durante la dictadura, los guardaparques no tenían ninguna posibilidad de sindicalización. No nos dejaban hacer nada. Pero, a final de 1982, propiciamos el ingreso de ATE (Asociación Trabajadores del Estado) en Parques Nacionales. Lo convocamos para tener un sindicato que nos defendiera”, rememoró, para luego indicar que al poco tiempo comenzaron a existir roces en la relación con el gremio.

“Eso hizo que creáramos el sindicato de guardaparques”, apuntó.

“Lo iniciamos como una forma de defender ante el Estado, que era quien nos contrataba, las cosas diferenciales relacionadas con el cuerpo”, argumentó Beletzky, quien por aquel entonces estuvo afectado al área de prensa del naciente Sindicato de Guardaparques Nacionales de la República Argentina (SIGUNARA).

“Con Raúl Alfonsín nos fue muy bien, porque él apoyó la creación del decreto 1455, que es el que nos daba un plan de carrera, pero cuando asumió Carlos Menem como presidente empezó una persecución feroz”, rememoró.

“Cuando comenzó a hablar de canje de deuda externa por naturaleza, el sindicato dio inicio a las ‘marchas por lo nuestro’, donde denunciamos lo que se pretendía hacer”, ahondó.

“Así como entregó las empresas públicas, proyectaba hacer lo mismo con los parques nacionales”, aseveró.

En ese momento, SIGUNARA, más allá de que contaba con adherentes en todo el país, según recordó Beletzky, “tenía toda su cúpula en el Parque Nahuel Huapi, porque es donde había nacido”.

Entonces, ordenaron el traslado de sus miembros.

“A mí me querían mandar a Diamante, que aún ni siquiera había sido determinada como un área protegida”, expresó Beletzky, que, por las vías pertinentes, se resistió al traslado, lo que determinó su salida de Parques Nacionales.

“Me echaron cuando cumplía años, el 16 de julio de 1991”, expuso.

“Los que habían sido mandados a Iguazú sostuvieron la bandera y, alrededor de 2003, rearmaron el sindicato en Misiones”, contó, para luego añadir: “Ahí, los de ATE se pusieron locos y empezaron a boicotear”.

Eso significó un nuevo parate del gremio, que hace cuatro años volvió a dar señales de vida.

El secretario adjunto interino, Danilo Hernández Otaño, resaltó que el renacer del sindicato estuvo vinculado a la virtualidad, en su calidad de herramienta de contacto, potenciada por la pandemia.

A inicios del menemismo, ese instrumento no existía, lo que facilitó una falta de comunicación que acompañó la decisión gubernamental de desarmar la entidad.

Hernández Otaño explicó, en coincidencia con Beletzky, que, en aquel entonces, se produjeron traslados que imposibilitaron seguir operando como gremio, ya que consiguieron separar a la cúpula.

“El objetivo que tenían lo lograron, porque el sindicato quedó inactivo”, reflexionó el guardaparque.

Si bien están quienes adhieren a ATE o a la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), o no se encuentran inscriptos en ningún gremio, un porcentaje importante, mayor al treinta por ciento y en constante aumento, según expusieron hace un tiempo los responsables del sindicato, están nucleados en SIGUNARA.

“Tener tantos afiliados es significativo”, había expresado, precisamente, Hernández Otaño.

Cabe resaltar que el impulso que tomó el sindicato en esta nueva etapa propició que hace un año y medio sus representantes fueran recibidos por el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié.

Cuando en junio de este año se acordó, en Córdoba, el convenio colectivo del cuerpo de guardaparques nacionales (recientemente homologado), desde SIGUNARA se lamentó que, ante la falta de reconocimiento, el sindicato no pudo participar en la confección del texto y su firma. “De todas formas, toda la Administración de Parques Nacionales sabe que nuestro trabajo, de escritorio y político, sentó las bases para alcanzar este gran logro”, afirmaron sus autoridades, como para que quedara en claro la posición de relevancia del gremio.

“El SIGUNARA estuvo presente en todo el proceso, y lo demostró en el acto de cierre, cuando subidos al escenario mostramos que, aun sin estar normalizados, somos el sindicato que mejor representa los intereses de los guardaparques nacionales”, apreciaron en aquel entonces.

En cuanto a Beletzky, tras aquella partida triste en tiempos de menemismo, en 2004 retornó como asesor del directorio de Parques Nacionales, función en la que permaneció seis años.

El presente lo encuentra, junto a quien también impulsó en sus inicios a SIGUNARA, Abel Basti, a punto de tener una especie de reconocimiento por la labor iniciada en los ochenta.

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El lunes, ambos concurrirán a la sede de la Intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi, donde entregarán carpetas –con material histórico de aquellos años– a quienes presiden la  comisión directiva interina del sindicato, en el marco de la reciente resolución del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, acerca del inicio del proceso de normalización de SIGUNARA.

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