“Cuanto más tiempo pasa, más improbable se hace descubrir móviles y autores”, reflexionó el exdiputado nacional Osvaldo Nemirovsci al evocar la profanación de la tumba de Juan Domingo Perón, de la que se cumplieron treinta y cinco años. 

–En aquel momento, ¿cómo recibió la noticia?

–Mal. Con una rara sensación de algo muy poco usual en la vida política. Y con la percepción de cierta complicidad importante –no sé de quién ni cómo–, ya que entrar a una bóveda y hacer lo que hicieron requiere cierta capacidad operativa.

–¿Cómo describiría el contexto político argentino de aquel entonces?

–Tranquilo. Gobernaba el radicalismo y, en ese año, 1987, estaba consolidándose lo que era la Renovación Peronista; por primera vez desde 1983, veíamos con cierta esperanza el retorno a los triunfos electorales.

–¿Hay alguna teoría que le parezca que podría ser la correcta acerca de lo que sucedió? ¿O tiene alguna impresión de lo que puede haber pasado?

–En absoluto. No sé qué esoterismo puede pasar por violentar a un muerto y degradar la figura del más enorme dirigente argentino de esos tiempos. Se habló de muchas cosas y se investigó hasta el hartazgo. En verdad, debe haber un móvil extraño detrás de esa acción. Políticamente, nunca surgió nada vinculado a las manos del general.

–¿Cree que alguna vez se va a tener certeza sobre lo que pasó?

–No lo creo. En cualquier situación de complejidad judicial y de difícil interpretación policial, cuanto más tiempo pasa, más improbable se hace descubrir móviles y autores.

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