Bariloche vive su momento “tuerca” con el inicio de las Mil Millas Sport.

Cuando faltaban pocos minutos para las 18:00, comenzaron a salir los autos en una largada simbólica, donde la ministra de Turismo y Deporte de Río Negro, Martha Vélez, y el jefe y la vicejefa de Gabinete, Marcos Barberis y Marcela Abdala, se turnaban para dar la indicación con la bandera de partida.

A los costados, las personas -tanto locales como turistas- se agrupaban para saludar a los conductores.

Hasta instantes antes, mientras la banda Fortune, desde el escenario, desplegaba su tributo a Creedence Clearwater Revival, los paseantes no cesaron de usar las cámaras de sus celulares para fotografiarse junto a las máquinas (la más antigua era de 1927; la más “nueva”, de 1980).  

Según explicó el director ejecutivo del acontecimiento, Daniel Claramunt, esa cercanía con la gente responde a una filosofía tomada a partir de la edición de 2019, con una nueva organización a cargo.

Claramunt, más allá de su puesto actual y de integrar el Tribunal de Honor en la comisión directiva del Club de Automóviles Sport (organizador de las Mil Millas), es un reconocido piloto, con una amplia carrera y logros más allá de la frontera.

Para él, esta competencia tiene un significado especial: “Yo participé en casi todas las ediciones y me parecía que había que volcarse más a la comunidad”, consideró.

“Por eso la apertura -con la verificación técnica y la largada- se realiza en el Centro Cívico, para que la gente pueda disfrutar de los autos, y no solo verlos pasar de lejos”, señaló.

Así, detalló que por la misma razón, en ese espacio también será el cierre, el sábado, alrededor de las 15:00. 

Además, informó que “el noventa y cinco por ciento de las cincuenta personas que trabajan en las Mil Millas es de Bariloche”.

Por otra parte, destacó el esfuerzo de llevar adelante la competencia este año.

Recordó que en 2020 no se realizó por la situación epidemiológica y que en 2021, hasta hace no tanto, era incierta su concreción.

“En septiembre tomamos la decisión de que valía la pena llevar a cabo la carrera, con las condiciones, los protocolos y las restricciones que teníamos”, expuso.

De esa manera, recalcó que se “organizó todo en dos meses, cuando, en general, lleva entre ocho y diez”.

“Se trata de una edición distinta. Primero, pensamos en sesenta autos. Luego, con un poco más de apertura, pudimos llegar a ochenta, que son los que participan, pero lamentablemente hubo varios pilotos que deseaban estar y no pudieron”, contó.

En ese sentido, indicó que debido a diversas cuestiones vinculadas a las condiciones que impone la pandemia, además de asuntos técnicos, en relación a la hotelería, la gastronomía y los vuelos, dejaron afuera a alrededor de cuarenta y cinco personas que también querían formar parte de la competencia. 

Claramunt, que en 2015 ganó las Mil Millas, guarda en un rincón del corazón, más allá de esa edición triunfadora, la de 2007, y explicó el porqué: “Yo corría en Europa para el Museo Alfa Romeo, y me autorizaron a traer dos autos muy importantes, uno de ellos el que había ganado en Le Mans por el año 30”.

Pero ahora le toca en vez de pilotar, encargarse de que todo lo relacionado con la organización vaya “sobre ruedas”.

“Encontrarse del otro lado es raro; se siente de una manera distinta, pero igual se disfruta. Después de tantos años de estar tras el volante, a la hora de diseñar la carrera, pude imaginar qué esperarían los pilotos en cada lugar”, indicó.

Igualmente, con una sonrisa en el rostro, reconoció: “La verdad es que, en este momento, me gustaría estar manejando”.