“Un alud cayó sobre un campamento, en la zona donde se encuentra la base del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF), en la ruta de acceso al cerro Catedral, y arrolló una de las carpas, en la que había tres personas, dos de ellas tuvieron lesiones que fueron controladas, pero la restante sufrió la mutilación de una de sus piernas y, al cierre de esta edición, peleaba por su vida.”

”La situación podría haber sido incluso más grave si no fuera por la intervención rápida de las restantes personas que estaban en el lugar, quienes hicieron gala de conocimientos en situaciones relacionadas con este tipo de sucesos, lo que les permitió brindar la atención debida hasta que una unidad de emergencia arribó al sitio.”

Así podría haberse escrito esta crónica si lo que sucedió junto a la central del SPLIF no se hubiera tratado de lo que realmente fue: un simulacro, donde alrededor de treinta participantes mostraron en el terreno lo que han aprendido durante estos días.

El sábado 11 se inició un curso de ochenta y cinco horas, divididas en ocho jornadas, donde se ofrecen conocimientos de Socorrismo en Ambientes Rurales, Naturales y Agrestes.

La iniciativa forma parte de un programa subvencionado por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación. En Bariloche, su par provincial también brinda apoyo para llevarlo adelante.

Además, la iniciativa está inscripta en el Ministerio de Trabajo nacional.

Es decir que el aval ministerial es más que relevante.

A todo eso se suma que la ejecutora del curso es la Asociación Argentina de Ecoturismo y Turismo Aventura (AAETAV), a través de dos instructores de gran experiencia, Ezequiel Garófalo y Alejandro Niseggi.

La actividad está destinada principalmente a prestadores de turismo aventura, que, al desarrollar sus tareas, pueden tener algún inconveniente con alguna persona que sea víctima de un accidente.

Dado que se anotaron muchas más personas de las que era posible contener para un correcto aprendizaje, se efectuó una selección teniendo en cuenta distintos puntos, en especial la importancia que podrían tener los conocimientos para la labor particular de cada una de ellas.

También siguen el curso miembros de distintas fuerzas que suelen enfrentar situaciones donde los saberes de socorrismo son vitales. Es el caso, por ejemplo, del Cuerpo de Operaciones Especiales y Rescate (COER) o el mismo SPLIF, en cuyo terreno se desarrolla la práctica.

Y si este artículo se inició con una introducción ficticia, a partir de la escena donde se simuló una situación compleja con la intención de ver cómo respondían “los alumnos”, quizá debería haber empezado por lo que sigue a continuación: Al traspasar la entrada del SPLIF, y yendo hacia uno de los costados, los integrantes del diario El Cordillerano se toparon con una serie de personas repartidas en varias “estaciones”, donde había maniquíes (incluso de bebés), desfibriladores automáticos, botiquines, mantas térmicas aluminizadas, jeringas, camillas, y demás…

Pero, si hay que ajustarse a la realidad, comenzaría como finaliza: describiendo a un cronista y un fotógrafo a los que les señalaron dos caminos como posibles lugares por donde adentrarse en el terreno en busca de las prácticas de socorrismo.

El asunto es que la persona que les marcó esos senderos no sabía por cuál de ellos habían tomado los integrantes del curso.

Periodista y reportero gráfico optaron por uno que, muchos metros después, se percataron que era el erróneo.

Pero lo peor fue que, al escoger ese camino, debieron cruzar sobre un arroyito por intermedio de un puente conformado por tres troncos separados entre sí.

Es decir que hicieron equilibrio para traspasar de uno a otro lado.

Y luego, al darse cuenta de que las prácticas no eran por allí, volvieron a atravesarlo…

Así, casi terminan reemplazando a los maniquíes como objeto de las curaciones…