DÍA DEL ZAPATERO

| 12/09/2021

Juan Carlos Molina, enfermero y zapatero “profesiones que se llevan en el alma”

 Juan Carlos Molina, enfermero y zapatero “profesiones que se llevan en el alma”

Repara zapatos y se jubiló como enfermero, toda una vida dedicada a dos labores distintas, pero emparentadas con aquello de arreglar y ayudar. Se trata de Juan Carlos Molina, que en honor a sus dos trabajos, con orgullo, le puso a su negocio “La Clínica del Calzado”. Contó que “esto de las reparaciones es una profesión muy linda, somos nacidos y criados en Bariloche, nuestro padre tuvo la zapatería por más de 60 años en Gallardo 731, la ‘Zapatería Molina’ y bueno los hijos, que somos varios hermanos, seguimos desde chicos el oficio que él nos inculcó”.

Este 13 de septiembre se hace la celebración y la leyenda cuenta que los hermanos San Crepín y San Crepiniano, llamados también San Crispín y San Crispiniano, eran miembros de una noble familia romana que fueron enviados a evangelizar a las Galias, por lo que son considerados los apóstoles del Norte de Francia. Esta era una misión en la que no podían ser descubiertos, por lo que en las mañanas se dedicaban a cumplir su trabajo religioso y en las noches trabajaban como zapateros para pagar sus gastos y mantener las apariencias. De ahí su patronazgo sobre el gremio.

En amena charla Juan Carlos contó que “siempre nuestro padre nos dijo que la salvación nuestra era tener una profesión, zapatero, carpintero, técnico, albañil, nos decía que de esa manera ‘siempre íbamos a tener trabajo” y agregó que “somos nacidos y criados entre los zapatos, cuando crecí se me dio por ser enfermero, después del servicio militar, hice la colimba acá en la Compañía de Ingenieros de Montaña 6, en la colimba hubo un accidente y me llevaron a la enfermería y de ahí me empezó a gustar, hice el curso y me jubilé en el Hospital de San Carlos de Bariloche”.

En diálogo con El Cordillerano se refirió a sus dos tareas, enfermero y zapatero, siempre curando, reparando, “claro, estas son profesiones que se llevan en el alma, sabemos todos los secretos, por suerte nuestro padre nos enseñó todo, hacemos botas nuevas, siempre hicimos botas de invierno, en la época del 70 se hacían más, después debido a las grandes importaciones, botas chinas, calzados coreanos, la verdadera profesión de zapatero artesano es como que se está perdiendo. Ahora se hacen muchas reparaciones debido al costo que tienen los calzados, son muy caros y a la gente le cuesta, a una familia tipo no les alcanza para un par de zapatillas, para un zapato de hombre, entonces mandan todo a arreglar y nosotros los dejamos nuevos”.

En la parte de atrás del comercio se encuentra el taller, allí el cronista divisó pelotas de fútbol, lo que obviamente le llamó la atención, “es que conocemos la profesión de ‘pe a pa’, sabemos todo, las pelotas ahora son todas de plástico, cuando se rompen no sirven más, no tienen arreglo, los fútbol de antes de cuero no aparecen más, estas son descartables. Nosotros cuando se pinchan les reparamos las cámaras, las emparchamos y las volvemos a cerrar. Era un trabajo que lo hacía el viejito Elvira, cuando íbamos a comprar, alguna aguja o un inflador, siempre estaba el viejito Elvira cosiendo algún fútbol”.

Sobre si al negocio van más mujeres u hombres, “acá vienen más las damas, es como a la carnicería, vienen las señoras. Traen los zapatos de todos, de los nenes, del marido, los de ellas, son muy detallistas. Nosotros hacemos reparación, siempre les digo eso a las clientas, porque a veces los quieren nuevos, como de fábrica, y eso a veces es casi imposible, es algo que nos pasa a todos los zapateros”.

Clientas coquetas que usan, aunque poco en Bariloche, zapatos taco aguja, ¿llegan a la zapatería?, “pocos, algunas vienen, pero igual ahora las mujeres usan también muchas zapatillas y eso es un gran error para ellas porque se les deforma el pie, entonces después compran un zapatito nuevo, van a una fiesta y luego de dos o tres horas quieren sacárselos porque les aprietan”, opinó.

También Molina relató que arregla zapatos tangueros, “se les coloca una suelita de cromo, para que no se resbalen por las piruetas que hacen. El oficio lo conocemos completo. Puede pasar que alguien nos pide un par de botas, entonces hacemos el dibujo, sacamos el molde, se compra el cuero, unimos las piezas hasta que se fabrica el calzado, luego con la horma se arma y queda muy bien”.

Alberto Molina, padre, tiene una gran historia y por ello Juan Carlos recordó que “la habilitación comercial se la dio el gobernador del territorio en esa época. Somos 10 hermanos todos zapateros, tengo dos hermanos que viven en Santa Rosa (La Pampa) se fueron hace más de 30 años y tienen sus zapaterías propias. Esto lo llevamos en la sangre”.

Consultado con respecto al crítico momento económico mencionó que “a veces el negocio está un poco difícil, la gente no tiene plata, a veces trabajamos bien, pero algunas cosas para las reparaciones se manejan a valor dólar, las bases para los calzados por ejemplo y nos dicen cuando compramos ‘mirá subió el dólar’, cuando sube aumenta, pero cuando baja no. Nosotros vendemos base para todo tipo de calzados”.

Mientras Juan Carlos hablaba, Alejandra, su compañera, escuchaba y realizaba alguna labor zapato en mano, “es mi compañera y secretaria, ella maneja toda la parte administrativa, aprendió a teñir, así que yo soy el cirujano plástico de los calzados y ella es la cosmetóloga, la estética la hace ella. Hace un año que estamos acá, trabajamos acá, este es un lugar muy lindo, estratégico, hay muchas hosterías. El otro día estuvo Juan Manuel Borrelli, el jugador de San Lorenzo, vino a comprar, hay muchos turistas, españoles, rusos. A muchos turistas les hacemos el trabajo en el acto, porque a veces están dos o tres días y se van, también se les rompen las mochilas. Hacemos costuras, reparamos valijas que se les rompen las rueditas, que se le rompió el refuerzo, se descosen, nosotros todo eso los arreglamos”.

Dentro de la interesante profesión el otro día “vinieron tres escaladores que me pidieron unas suelas especiales, de trekking, no se consiguen en Bariloche, las trajimos, son especiales para eso, se las colocamos y les quedaron nuevitos los calzados, son gomas de marca tradicionales en todo el país”. El taller tiene las máquinas completas, necesarias, para coser carteras, mochilas, bolsas, para lustrar zapatos, para arreglar carteritas de dama, “con estas últimas se trabaja mucho porque se rompen seguido”, indicó.

Ya sobre su familia dijo que “es numerosa, uno vive en Neuquén, otro acá en Bariloche, el más chico va a la escuela. Mi hija es ferretera, porque el marido tiene una ferretería, mi hijo trabaja en una empresa de televisión y el de 11 no sé qué me va a salir, está en la primaria. Pero los padres de ahora no son como las padres de antes, yo tengo 66 años, y mi papá nos decía ‘vaya y cosa’ y si me hacía el piola, ja... ahora yo les digo vení a darme una mano y me dicen ‘no, tengo que estudiar’, los tiempos son distintos, han cambiado mucho".

Molina con real orgullo refirió que “este es un oficio muy lindo que hoy por hoy nos está salvando, porque como jubilado de salud pública con más de 30 años trabajando como enfermero, el dinero no alcanza y esto por suerte nos da una manito, para distraernos, conozco muchos compañeros que andan mal, bajoneados porque el sueldo no les alcanza”.

La Clínica del Calzado funciona en Diagonal Capraro 1096, se atiende de lunes a viernes de 10 a 19 y los sábados de 10 a 14. “En este día le quiero mandar un saludo a los colegas, lamentablemente no nos podemos juntar por la pandemia, espero que lo pasen bien”, finalizó.

 

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