LADERA SUR DEL CERRO OTTO

| 07/09/2021

La toma en primera persona

La toma en primera persona
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

En el barrio El Frutillar hay una vivienda de dos ambientes donde vive una señora con ocho hijos y varios nietos.

En total, son diecisiete.

Sí: dos ambientes, diecisiete personas.

A mediados de agosto, entre los vecinos, comenzó a correrse la voz de que había comenzado un asentamiento en una ladera del cerro Otto.

La mujer le comentó a los hijos, y cuatro se sumaron a la toma, entre ellos Verónica Delvecchio, de treinta y cuatro años.

“Soy mamá de cinco nenes. Vivimos en lo de mi madre, todos amontonados, así que vine con dos de mis hijos, nos pusimos acá y empezamos a limpiar”, cuenta.

“Fuimos de los primeros que llegamos a este sector; antes de la nevada”, comenta.

Puntualmente, se ubicó cerca de la intersección de Charcao y Cacique Prayel.

Es domingo al mediodía, y hay sol.

Al principio, Verónica se acercaba cada jornada y por la noche regresaba con su madre.

Pero el miércoles 1° de septiembre decidió instalarse, con una pequeña carpa verde, en la que se estableció con su hijo mayor, de trece años, que tiene un tipo de neurofibromatosis, un trastorno genético que hace que se formen tumores en el tejido del nervio, en cualquier lugar del sistema nervioso, ya sea el cerebro, la médula espinal o los nervios. El tipo 1 generalmente se diagnostica en la infancia. Se trata de una enfermedad que no suele ser cancerosa, pero puede ocasionar deformidades óseas, problemas de hipertensión e inconvenientes en el aprendizaje.

Las noches son duras.

Comenta que, en ocasiones, se está mejor afuera, junto a la fogata, que dentro de la carpa.

Verónica, por medio del programa gubernamental Potenciar Trabajo, cumple tareas en merenderos. Señala que cobra catorce mil pesos por mes.

“Los alquileres, por un lado, te arrancan la cabeza, y, por el otro, no te aceptan con chicos. Además, si tenés muchos nenes no te dan empleo, por si se enferman o cosas así… Y, obviamente, no te alcanza para una niñera...”, plantea.

“Me da bronca que a todos los que estamos acá nos escrachan como que somos borrachos, drogadictos y armamos quilombo; no es así”, sostiene.

“Hay muchas familias que realmente lo necesitan. Buscamos un lugar para estar con nuestros nenes, nada más”, indica.

Ella nació en Bariloche, y alguna vez probó suerte en Buenos Aires, pero la mole de cemento insistió en repetir la resistencia que encontraba aquí, aunque en mayor dimensión.

“Estaba en González Catán… Y nos tocó vivir en situación de calle”, apunta.

Ahí, en la ladera sur del cerro Otto, Verónica afirma: “Mi idea es quedarnos acá”.

Pasa la noche del domingo y las novedades que trae el lunes le preocupan.

La audiencia de formulación de cargos que se realizó para unas treinta y pico de personas dejó también una medida cautelar, y si bien no se determinó un desalojo forzoso, se prohibió el reingreso de esa gente, y se expuso que, en algún momento todavía no establecido, se ingresaría a sacar los postes, nylon y demás cosas que sirvieran para levantar casillas precarias.

Verónica no estuvo entre quienes fueron citados, pero eso de que van a entrar a retirar elementos le suena a que va a ser para todos, y, en su parecer, se asemeja a un desalojo.

Por temor a que sucediera algo, se retiró, y regresó a lo de su madre.

El martes, tras probar reingresar al predio -lo que no pudo hacer, porque la policía no deja entrar a nadie, ni a los que llegan por primera vez ni a los que, luego de estar allí, salen–, sin renunciar a la idea de retornar, manifiesta: “Me fui por miedo al desalojo. Pero vamos a seguir en la lucha”.

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