NI PIEDRA NI CRIATURA

| 03/09/2021

Y “Mascardito” resultó ser…

Y “Mascardito” resultó ser…
Fotos: Fabio Hernández.
Fotos: Fabio Hernández.

“Yo le saqué al paisaje, nada más...”, dijo Roberto “Tuco” Alonso, en referencia a una foto que, a partir de su aparición en El Cordillerano, planteó una vez más la posibilidad de la existencia de una criatura acuática, pero dado que, en lugar de haberse visto en el lago Nahuel Huapi, había “surgido” en el Mascardi, en vez de Nahuelito, durante un lapso breve de tiempo, se la conoció como Mascardito.

Y lo de “breve” viene a cuenta de que Tuco decidió volver “al lugar de los hechos” y Mascardito resultó ser… un tronco. 

Dada la repercusión de la imagen, con opiniones de la más diversa índole, que iban desde la broma fácil a la creencia de que fuera algún tipo de animal (desde un perro hasta algún sobreviviente de la época de los dinosaurios), Alonso regresó para ver de qué se trataba.

La duda lo había atrapado y quería despejarla.

“Los fines de semana, suelo salir a caminar por distintos lugares, y el domingo vine para este lado”, explicó.

Así, pasando la entrada del campamento de la lof Wiritray, en la cabecera norte de Villa Mascardi, hay una bajada sinuosa que desemboca en el lago.

Mientras descendía, el hombre, que tiene sesenta años y hace poco se jubiló (se desempeñaba como director del Centro de Educación Física N°8), contó que al tomar la foto no apreció nada extraño. En realidad, había captado la imagen con su celular pensando en el paisaje, donde se combinaban las montañas nevadas al fondo con el espejo de agua a los pies de los cerros.

Pero luego, cuando llegó a su casa, comenzó a mirar en la galería fotográfica de su teléfono y se topó con “eso”.

Algo hacía “ruido” en esa captura, un elemento que no había visto al estar frente al Mascardi.

No sabía si simplemente le había pasado desapercibido durante la jornada dominical o cuál era el motivo de no haberlo notado.

“Me llamó la atención su forma”, señaló.

Por eso, comenzó a mostrar la foto entre grupos de amigos.

“Todos veían a un animal, nadie decía que era una roca o un tronco. Y cada uno, por supuesto, armó su propia historia”, reveló.

El asunto es que, dado que los consultados insistían en decir que ahí había una criatura, y ponían de fondo la referencia mítica del Nahuelito, el Tuco optó por abrir la apuesta y mandar la foto al diario El Cordillerano.

Primero se habló de ella en El Expreso Periodístico, en la mañana de la radio, y pronto surgió la necesidad de exponerla en la web del medio.

De ese modo, como pasa cada vez que se plantea un tema como este, comenzaron a aparecer las voces de los escépticos y también de los crédulos, e incluso de los conversos, aquellos desconfiados que, en cierto momento, por alguna razón, se transformaron en devotos de todo lo que tuviera una pizca de fantasía en su naturaleza.

Alonso, por ejemplo, expuso: “Yo creo totalmente en la historia del Nahuelito… Puede haber un animal ahí, por qué no… No sé qué será, pero es posible que haya algo”.

“Vivo frente al lago Nahuel Huapi, y me ha tocado ver cosas raras, como por ejemplo estelas que llaman la atención. Una vez, con otra persona, observé cómo se formaba un remolino en el lago planchado y, al instante, todo quedaba calmo de nuevo, como si algo se hubiera sumergido”, añadió.

También mencionó la leyenda del cuero: “Mis padres hablaban siempre de eso. Contaban que era un cuero de vaca que se enrollaba y se iba para abajo. No era que ellos lo hubiesen visto, sino que la historia se transmitía de una generación a otra, para conformar la creencia propia de cada lugar”.  

“Son cosas que vienen con Bariloche mismo”, reflejó.

A esa mitología propia de la ciudad, estuvo a punto de sumarse el Mascardito

Pero, cuando llegó a la zona donde había estado el domingo, Alonso se puso a caminar, buscando el ángulo desde el que había tomado la fotografía, y, tras cruzar -gracias a un tronco dispuesto en el lugar- un arroyo pequeño que volcaba su agua en el lago, dio con el sitio.

Esta vez, prestando atención, vio que lo que asomaba del agua era parte de un tronco al que un corte en el medio y el tono de la madera por el desgaste natural conferían un aspecto muy particular.

Lo que sumaba curiosidad es que se encontraba relativamente cerca de la orilla –unos quince metros–, pero, al tomar nuevamente una foto desde el sitio en que lo había hecho el domingo, el madero que sacaba su “cabeza” parecía estar muchos más lejos. Es decir que la imagen causaba una ilusión óptica, la misma que hizo imaginar a muchos que allí había una criatura.

El domingo, el Tuco no prestó atención a que ahí nomás de la orilla estaba ese tronco, y se limitó a observar el paisaje.

Ya en su hogar, cuando en la fotografía apreció un elemento a lo lejos, lo que menos imaginó era que se trataba de una madera que, en realidad, estaba mucho más cerca de la costa que lo que “mentía” la captura.

“Una cuestión de perspectiva”, diría quizá un entendido en el tema.

Ya develado el misterio, Tucho miró el lago y sonrió. “Por lo menos despertamos la duda en muchos”, dijo, para luego bromear: “Por ahí, la próxima tengo suerte y es el monstruo verdadero”.

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