Mary Gatica reside en Bariloche, pero viaja cinco días por semana a Villa Llanquín, ya que cumple labores como auxiliar docente en la escuela N° 245, ubicada en el paraje.

Es puntana, pero apenas se recibió decidió dirigirse a Río Negro.

“Quería venir al sur; tuve la posibilidad, lo hice, y me gustó. Llegué a la provincia en 1992”, cuenta.

“Mi primer trabajo fue en la escuela hogar N° 231 de Pichi Leufú”, apunta.

“Después, estuve un año en Ñorquinco y luego dos en Corralito”, sigue.

En el 2000, arribó a Villa Llanquín, en forma casi simultánea con la directora, Marisa Fernández, quien es oriunda de Tucumán.

“Nos conocimos en el colegio y somos de las más antiguas”, señala Mary, para luego bromear: “Ya formamos parte del patrimonio escolar”.

Indica que, al comienzo, de lunes a viernes permanecía en el paraje, pero luego decidió instalarse por completo en Bariloche, así que, para concurrir a las clases, debe recorrer los cuarenta kilómetros que la separan de Villa Llanquín.

Entre las variantes que hubo desde que comenzó a trabajar en la escuela N° 245, Mary destaca la que se produjo en 2014, cuando la institución, más allá de la característica de funcionar como hogar, donde los chicos se quedan a dormir para luego ir a sus casas los fines de semana (particularidad que, a partir de la pandemia, se ha interrumpido), pasó a ser de jornada completa, es decir que, a las horas escolares de la mañana, se le sumaron también las de la tarde, lo que permitió añadir actividades especiales.

“Desde ese momento, comenzaron a tener inglés, plástica, y medios audiovisuales. Antes, solo había educación física y música”, puntualiza.

Y, aparte de lo estrictamente educativo, resalta “el vínculo generado con los estudiantes y sus familias”. En ese sentido, expresa: “Los chicos pasan muchas horas aquí, así que ya son parte nuestra… Cuando uno viene con la carita triste, sabemos que algo le sucede. Además, la relación es muy particular, porque muchos de los papás también fueron nuestros alumnos”.