“La escuela tiene su identidad, una trayectoria, historia… pero carece de nombre”, indica la directora del establecimiento educativo de Villa Llanquín, Marisa Fernández.

El salón de ingreso al colegio brinda una calma que hace juego con el resto del poblado.

En uno de sus muros, se observa una ilustración de Pablo Bernasconi y un dibujo de Gabino Tapia; ambos, dedicados.

En otra pared, dentro de una vitrina, hay fotos de la entidad, junto a recortes de prensa, que hablan de un largo camino recorrido.

“Han pasado muchos docentes y directores, y cada uno aportó su granito de arena. Incluso, algunos han dejado una huella impresionante”, comenta Marisa.

Y, ante la falta de denominación, explica: “Como comunidad educativa, se nos ocurrió que deje de ser solo la escuela N° 245 de Villa Llanquín, para que salga del anonimato”.

“El proyecto surgió el año pasado, en pandemia, por lo cual todavía no pudimos llevarlo a cabo, pero ahora lo vamos a retomar”, cuenta.

“Consultaremos con las familias; además, la idea es convocar a antiguos pobladores, o ir a sus hogares para entrevistarlos”, señala.

En cuanto a la temática a la que se apuntará, detalla: “Queremos abocarnos a algunos pilares, como la flora, la fauna, ciertos valores, la cultura mapuche, y cosas representativas del pueblo: el límite natural que ofrece el Limay, la balsa maroma, las piedras coloradas, el nombre de algún director, o de quien donó las tierras…”.

¿Qué designación recaerá sobre la escuela?

Como escribió un cantante que nació en una ciudad muy lejana a Villa Llanquín (Duluth, Minnesota), un tal Robert Allen Zimmerman, mejor conocido como Bob Dylan: “La respuesta vuela con el viento”.