Naomi, de veintiocho años, es la

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hija del medio de Mario Ruiz, el jefe de patrulla del cerro Catedral que falleció hace un año debido a una avalancha. Florencia tiene un par de años más, y Zhoe, diez menos.

“Mi viejo, como padre, era excelente; siempre estaba presente”, cuenta.

“Sabíamos que el suyo era un trabajo demandante, pero llegaba de trabajar y compartía cómo había sido su día”, relata.

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Además, Naomi compartió muchos días de pista con el padre. “Lo vi trabajar”, apunta.

“Él transmitía amor por la montaña. Cuando describía su día en la nieve te transportaba a esos momentos. Amaba su trabajo… Siempre hizo de todo, incluso era técnico electricista, pero en el cerro era feliz… Para él era placentero estar allá”, expone.

Sobre el viaje a Aspen, que Mario realizó poco antes de fallecer, Naomi señala: “Sabíamos de antemano que quería viajar. Nos había dicho que, si surgía la posibilidad de ir al exterior, lo haría. Recuerdo que lo acompañé a averiguar sobre los pasajes”.

“Si bien en algún momento fue a Chile, para hacer unos cursos, nunca había estado tanto tiempo lejos de la familia”, indica.

“En Aspen, lo recibieron muy bien, lo hicieron sentir como en su casa. Llegó para la fiesta del Día de Acción de Gracias, y lo invitaron a cenar”, cuenta.

“Nunca se había separado tanto de nosotras, y le costaba estar solo”, manifiesta.

Y ese “nosotras” involucra a ella y sus hermanas, pero también a la mamá -la esposa de Mario- y a sus hijas… porque Naomi lo hizo abuelo y agrandó el universo femenino que lo rodeaba.

Guadalupe tiene nueve años; Paz, cuatro.

“Ellas lo recuerdan”, dice Naomi.

“La más chica, a pesar de su edad, lo nombra; y la mayor siempre lo tiene presente. Disfrutó muchísimo de su abuelo. Ella no sabía esquiar, y mi papá la llevaba a upa”, ahonda.

En cuanto al 27 de julio de 2020, rememora: “Vino mi pareja a las diez de la mañana a avisarme que mi papá había tenido un accidente. Se había enterado porque un compañero en el trabajo le contó que en Facebook habían puesto algo de una avalancha en el Catedral…”.

La última vez que vio a su padre fue el día en que él marchó a Aspen. Las restricciones impuestas debido a la pandemia impidieron que se reunieran a su regreso. Cabe mencionar que Naomi vive en El Bolsón.

La jornada anterior al accidente, hablaron por teléfono.

Mario, con sus padres.

Sobre las esquirlas que dejó la muerte de su papá, dice: “Mi abuelo (Heriberto) está mal, pero le cuesta demostrar sus emociones. La que más lo exterioriza es mi abuela, Delia; para ella, prender una vela a diario es sagrado. Entre las hermanas, cada una tiene sus días; estamos para apoyarnos entre nosotras todo el tiempo. Y a mi mamá (Carola), la vida le cambió totalmente; no duerme bien”. 

Naomi revela que en una casa familiar en El Bolsón hay un sitio donde están las pertenencias más preciadas de Mario, entre ellas los esquíes que se pudieron recuperar tiempo después de la jornada tristemente inolvidable.

“Mi papá siempre fue muy meticuloso con su trabajo. Ya había pasado por una situación complicada, con algo parecido, pero pudo salir… A veces se despertaba a las tres de la mañana, porque lo pasaban a buscar para tirar avalanchas… Todo oscuro, con una linterna… Sabíamos que era arriesgado”, se sincera.

Resalta que Mario “estaba muy orgulloso del equipo de gente con que trabajaba, las personas que lo acompañaban”.

Y, antes de despedirse, quiere dejar su agradecimiento para quienes se acercaron y acompañaron a la familia cuando su papá falleció, e hicieron que se sintieran acompañadas, al mismo tiempo que pudieron detectar el cariño que había sabido cosechar su padre.