15 DE JUNIO, DÍA DEL LIBRO

| 15/06/2021

El encanto de una librería barilochense que le gana al tiempo

El encanto de una librería barilochense que le gana al tiempo
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

Todo empezó con la coincidencia en un parto.

Nelly Alicia Castro de Krause estaba internada, embarazada de su último hijo (era el quinto: tenía otro varón y tres mujeres).

Junto a ella había otra madre, que, en su caso, tendría una nena.

Nelly le contó de su amor por la lectura, y su compañera de cuarto le dijo que ella era dueña de una librería, pero que andaba con ganas de irse de Bariloche.

“El tiempo pasó, y un día fui a conocer su negocio y a comprar un libro para una de mis hijas… Al final, compré la librería”, relata Nelly.

Era marzo de 1984.

El local estaba en la galería de Rolando 268, junto al bowling.

Aquel año cayó una nevada intensa, que justamente tiró abajo el techo del establecimiento donde se jugaba a los bolos.

El bowling debió permanecer cerrado durante un tiempo largo, que para Nelly se hacía eterno, ya que, sin ese sitio abierto, prácticamente nadie entraba a la galería.

Así que pronto decidió realizar una mudanza.

Junto a su marido, Luis, instaló la librería en una parte de su casa, en Albarracín 1089.

Un pequeño sector del hogar fue modificado y pasó a guarecer a los libros.

La librería ("Bariloche Libros") aún permanece en ese sitio.

Siempre ofreciendo libros nuevos y usados, junto a la opción del canje.

Aunque ahora, las veces que Nelly se pone tras el mostrador son pocas.

Hace ya unos años, subió una escalera para tomar un libro técnico bastante pesado, y se lesionó.

Tiene problemas de ciática, y aquel movimiento deparó en un cierre momentáneo de la librería.

“Como ella no estaba en condiciones de atenderla, empecé a hacerlo yo, que, de los cinco hijos, era la que podía”, señala Nora, que por estos días abre el local entre las 13 y las 19.

“Las mujeres de la familia somos de leer mucho, los varones no tanto”, ríe, cuando cuenta que el gusto por la lectura parece haberse transmitido solo por la vía femenina.

Indica que le agradan libros de diversos géneros, “menos aquellos que chorrean sangre”, bromea.

“En general, me gustan las obras largas, porque leo rápido”, apunta.

Además de los textos que escoge por placer, también hojea muchos otros, para saber qué recomendar cuando le consultan por algún tipo de lectura en particular.

Dice que suele hablar bien del libro “Las voces del desierto”, de Marlo Morgan, aunque, por esa misma razón, no siempre lo tiene, ya que apenas recibe un ejemplar les aconseja a sus clientes que deberían leerlo. “Lo elogio tanto que se vende rápido”, expresa.

En cambio, su mamá, que todavía de vez en cuando insiste en darse una vuelta por la librería, afirma que su preferido es “Mi planta de naranja lima”, de José Mauro de Vasconcelos, autor que falleció en el año en que se hizo cargo del negocio, aún en la galería de la calle Rolando.

Nelly revela que muchos jóvenes se acercan a comprar y le cuentan que, de pequeños, venían junto a sus padres.

Nora, en tanto, comenta que “trabajar en pandemia es difícil”.

“Por un lado, los cambios de horario, el distanciamiento… Además, cuando había que atender desde la puerta, decirle a la gente que no podía pasar era complicado”, añade.

Y devela que, al inicio de la cuarentena, cuando la librería estaba cerrada, “había personas que se desesperaban porque no podían leer”.

“Nos mandaban mensajes diciendo que se sentían mal”, expone.

Sucede que gran parte de la clientela está conformada por personas acostumbradas a canjear más de diez libros para abastecerse durante todo un mes.

Muchas de ellas, de la tercera edad, no se llevan bien con lo virtual. Sin el compañero de papel, quedaban sin la posibilidad de leer. 

En el lugar hay más de quince mil textos, a la espera de quien quiera descubrir los mundos que guardan.

“Este nunca fue un negocio que diera una gran ganancia. Se trata más que nada del amor al libro, incluso a su textura”, explica Nelly.

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