Profundo fue el dolor cuando se conoció, ayer en horas de la tarde, la noticia de la partida de Roberto Vargas. Con 44 años dejó su impronta dentro del Club Los Pehuenes. Manso, amable, siempre predispuesto y un luchador nato por el club que tanto amaba. Nadie lo puede creer. Ni los socios con los cuales siempre trató de tener una relación familiar, ni los que lo conocieron dentro del mundo del básquet.

Su camino dentro de la dirigencia comenzó hace más de 20 años, cuando, bajo la presidencia de Emilio Marpegán, ingreso al “Verde” de los kilómetros. Hizo de todo, desde estar en la caseta de seguridad del ingreso al club, hasta ocupar el lugar de gerente, donde se mantuvo hasta el último día. Si había que cambiar una lamparita, lo hacía, si había que arreglar algo, se arremangaba. Conocía a la perfección el funcionamiento de la institución: se hizo desde abajo.

Fuera del mundo de Pehuenes, integró la Asociación de Básquet de Bariloche, donde, además de defender el deporte, defendió siempre los colores que lo llevaron hasta allí. Siempre impecable, estaba casado y tenía dos hijas muy pequeñas, siempre estuvo orgulloso de la familia que había logrado conformar.

La noticia causó inmenso dolor. Estaba internado en Cipolletti, puesto que, cuando su situación empeoró por el coronavirus, fue trasladado hasta esa ciudad del Alto Valle provincial. Santiago Pancho Navarro indicó: “No puedo creerlo, es inexplicable todo esto y afecta mucho al deporte en general que se haya ido un dirigente así”.

El presidente del Club Los Pehuenes, Diego Tyslak, manifestó: “Nadie lo puede creer, un tipazo de esos que se encuentran poco en la vida. Un señor dirigente y un amante incondicional de su club”.

Vargas, en los últimos 10 años, dejó una huella muy profunda dentro del básquet y de Pehuenes. Huella que será imborrable: amigos y muchas relaciones que harán que sea recordado siempre.