EL JEFE DE TERAPIA INTENSIVA OFRECE UN PANORAMA MUY DURO

| 15/05/2021

"Pese a todo, no tiramos la toalla"

"Pese a todo, no tiramos la toalla"
Fotos: Facundo Pardo.
Fotos: Facundo Pardo.

“A menos que a la gente no le moleste morir, o ver fallecer a sus familiares, no hay que parar de hablar del tema, porque el COVID sigue matando”, reflexiona el jefe de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Ramón Carrillo, Germán Santamaría, quien está en la primera línea de fuego y procura no bajar los brazos, pese a la dureza de la situación.

El especialista desea que se exponga la cuestión para que la gente tome conciencia de las precauciones que debe tener.

“Hay demasiada circulación viral como para plantear que se pueda llevar adelante una vida de mucho movimiento”, expone.

Al profesional le tocó sentir en carne propia lo que es contraer coronavirus: “Después de más de un año, hace unos veinte días tuve COVID, y me estoy recuperando”, revela.

“Lo mío fue bastante sintomático, pero leve, porque estaba vacunado con las dos dosis de Sputnik, lo que no evita el contagio, pero sí las formas graves”, aprecia.

En su área a cargo, ha habido otros casos de personal que dio positivo, pero recalca que el número “no llega al veinte por ciento del plantel de terapia”.

Considera que la cifra no fue mayor por la cantidad de elementos de protección que utilizan.

“Todos, por suerte, se recuperaron bien”, dice.

Aunque, entre los momentos más penosos de esta época de luto, rememora la ocasión en que un trabajador de otra área del hospital falleció: “Se trataba de un compañero de trabajo, un enfermero que tuvo COVID por segunda vez y murió… Eso, para todos nosotros, fue muy duro”, apunta.

También, al referirse a cuestiones complicadas, cita el ingreso en terapia intensiva de pacientes jóvenes. “Nos preocupan las situaciones donde vemos padres de alrededor de cuarenta años, que tienen hijos chicos… Conocemos cómo es el componente familiar y sabemos que perder a una mamá o un papá, de tan pequeño, es muy difícil... nos da mucha pena que eso suceda”, expresa.

Y, más allá de la edad de quien fallece, siempre está el dolor de la familia.

“Uno se tiene que reponer para seguir atendiendo”, indica, aunque aclara: “Eso no significa que nos acostumbremos ni nos resignemos”.

“Pese a todo, no tiramos la toalla y peleamos lo mismo, aún sabiendo que hay pacientes que ya están muy mal”, remarca.

De frente al COVID: Germán Santamaría dice que no hay que tirar la toalla.

Santamaría tiene gran experiencia. Oriundo de Lomas de Zamora, se instaló en Bariloche en 2005, como especialista en terapia intensiva.

Visitaba la ciudad desde pequeño. Amante del trekking, a la hora de escoger su lugar en el mundo, miró hacia la localidad.

Es jefe del área en el hospital desde agosto de 2018.

Más allá del camino recorrido, le cuesta definir lo que se atraviesa en la actualidad. “Esto es algo inédito para todos los terapistas del mundo”, afirma.

“Por ejemplo, lo que teníamos acá, con mucha mortalidad, era el hantavirus, pero había baja cantidad de pacientes al año”, señala.

“En cambio, esto es una guerra, y la batalla la está ganando el virus… Todos los días hay pacientes que fallecen”, sostiene.

Cuenta que en su sector a cargo hay nueve camas, más cuatro que se sumaron en otro espacio debido a la situación actual. Pero informa que la actuación del área va más allá: “Hoy abarcamos también la sala común, llevando respiradores para ofrecer ventilación mecánica en las habitaciones”, revela.

“Si bien a eso no se lo puede llamar terapia intensiva, porque no es el mismo monitoreo controlado que existe en las unidades cerradas de nuestro sector, actúan como tal”, determina.

Así, informa: “En total, ahora, estamos con veinticinco pacientes con asistencia respiratoria mecánica, algo inédito, histórico”.

Especifica que en su área intervienen diecinueve personas en enfermería y siete médicos especialistas, aunque, para las camas ubicadas fuera de la unidad, también se cuenta con la labor de otros enfermeros. “Aquellos que trabajaban en cuidados intermedios ahora están atendiendo pacientes de terapia intensiva”, puntualiza.

“También colabora el plantel de diferentes secciones: clínica médica, cardiología, cirugía…”, enumera.

Ante la desazón provocada por la presencia acechante de la muerte, el profesional suspira: “Es una frustración muy grande… Nunca, en tantos años de trabajo, ninguno de nosotros tuvo que dar tantas malas noticias”.

“La situación es desesperante, porque, por ejemplo, si entregamos veinte informes, sabemos que diez de las personas sobre las que hablamos van a morir”, asevera.

El promedio de mortalidad de quienes ingresan a terapia intensiva, en la actualidad, pasó a ser de un cincuenta por ciento, cuando, históricamente, era menor al veinte.

“Es muy duro; uno vive y el otro muere”, sintetiza.

“La cantidad de camas está siempre al límite, porque, así como se dan altas, se producen nuevos ingresos”, informa.

En ese sentido, apunta: “Se hace lo imposible para tratar de darle la mejor atención al paciente, esté por COVID u otra cuestión”.

“De los veinticinco que había hoy (sábado), veintidós estaban por coronavirus”, detalla.

Santamaría sueña con que todos los grupos de riesgo estén vacunados. “De esa manera, serían menos quienes necesitarían asistencia en terapia intensiva, con lo cual se descomprimiría el sistema, bajaría claramente la mortalidad, y podríamos atender al resto de los pacientes que requieren estar en el lugar”, reflexiona.

En ese punto, devela que hay muchos “en la cola” por otras cuestiones. “Las víctimas del COVID no son solo los que se infectan, sino los que esperan una cama para ser operados. Hay personas que necesitan cirugías importantes que no se pueden llevar a cabo en este momento, porque, en caso de hacerlas, si después no se tiene un sitio para ser atendido ante una complicación, es un riesgo enorme”, refleja.

“Las operaciones oncológicas que estaban programadas se encuentran suspendidas”, ejemplifica.

Asimismo, resalta que, en marzo, cuando hubo una baja de casos de COVID, “se aprovecharon las camas disponibles para hacer varias cirugías complejas”.

Santamaría tiene cuarenta y seis años.

En la adolescencia decidió estudiar medicina para ser forense.

“Pero, como estudiante, cuando hice rotaciones por terapia intensiva, vi buenas evoluciones en muchos pacientes; noté que, a pesar de estar tan al borde de la muerte, con tratamientos adecuados y el sostén necesario, se puede sobrevivir”, manifiesta.

“Es un desafío muy interesante; se trata de evitar, en todo momento, que los pacientes fallezcan, aunque, a veces, no se consigue. Hoy, estamos todos al filo…”, apunta sobre el presente.

Reconoce que, para los médicos, la cantidad de mortalidad que tuvieron que ver de golpe, a partir del COVID-19, “es una locura”. 

Además, hay cuestiones que asustan.

Por ejemplo, que “las segundas infecciones parecieran ser más graves, como también las cepas nuevas, que se están estudiando”.

A eso se suma que “el promedio de edad bajó”.

“Ahora está cerca de los cincuenta años, mientras que antes era de alrededor de sesenta”, pormenoriza.

Incluso menciona que, en terapia intensiva, hubo “pacientes de veintiún y veintidós años”.

Para colmo, los allegados, en la actualidad, deben vivir el dolor a distancia. “En el último mes, al haber tantos pacientes, se juntaban muchas personas, porque por cada uno de los internados venían dos o tres familiares, por lo que había alrededor de setenta a la espera de los informes”, refiere.

Precisa que, para que no se agrupara tanta gente en el nosocomio, pasaron a manejarse telefónicamente.

Igualmente, cuando ven que alguno de los ingresados está muy complicado, llaman a los seres queridos, “para que puedan estar cerca de esa persona”.

Santamaría pasa gran parte del tiempo en el hospital, pero, además, cuando está en su casa, mantiene la conexión con una actualidad que le pesa en el alma.

“A la hora de irnos a dormir, seguimos pensando en los pacientes, tanto en los que estaban mal como en aquellos que se encontraban bien”, confiesa.

Así, con la cabeza en la almohada, se pregunta si a tal persona le habrán podido sacar el respirador, o si otra ya estará dada de alta… 

“Nos contactamos entre nosotros todo el tiempo, para ver cómo siguen los pacientes”, dice.

Y franquea: “Cuando escuchamos que hay más de cien casos diarios nuevos, nos agarramos la cabeza, porque sabemos que, de esa cantidad, diez van a ser internados por neumonía y cinco terminarán en terapia intensiva”.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?


Me gusta 0%
No me gusta 0%
Me da tristeza 0%
Me da alegría 0%
Me da bronca 0%
Te puede interesar
Ultimas noticias