21/03/2021

EMOCIONES ENCONTRADAS: La historia detrás del honguito

EMOCIONES ENCONTRADAS: La historia detrás del honguito

Entre las muchas construcciones curiosas que hay por Bariloche, sin dudas una de las más pintorescas es El Honguito. En la calle Elflein, entre Rolando y Palacios, allí está, rechoncho y con su boinita roja con lunares blancos. Casi siempre albergó un kiosco, aunque algunas veces el progreso lo obligó a cobijar otras ramas del comercio. Se construyó entre 1956/57 y en sus paredes guarda la historia de quienes habitaban ese solar.

Cuando Carlos Engelland descendió del barco que lo trajo desde Europa en 1926, aspiró una profunda bocanada de ese aire del Plata, nuevo y prometedor, que les brindaba a él, sus padres y hermanos, la paz que la devastación de la guerra y la depresión económica cubrían a su Hamburgo natal. Aquel muchachito de veinte años ignoraba que su destino estaba al sur. Su hermano mayor era dentista, recorría la Provincia de Buenos Aires y La Pampa ejerciendo su profesión. Carlos se recibió de mecánico dental y pronto comenzó a acompañar a su hermano: uno sacaba muelas y el otro armaba las prótesis. El destino lo llevó hasta una estancia donde conoció a Ana Weingartner, nacida en Rumania, cuyo padre había estado en la Primera Guerra Mundial. La muchacha ganó el corazón de aquel inquieto muchacho que pronto le propuso matrimonio. El mismo se celebró en Patagones. Allí se abrió la puerta de esa tierra que sería su destino próximo. La joven pareja llegó hasta Santa Cruz para luego “subir” el mapa hasta Valcheta y comenzar a sembrar papas. Una inundación los dejó sin nada.

Alguna noche de desvelo, bajo el cielo valchetense, trajo a la memoria de Carlos a aquel amigo Godofredo Kalschmidt, quien lo invitó a venir a Bariloche, donde la construcción del hotel Llao Llao requería mano de obra y voluntad de trabajo. Carlos recuperó su oficio de carpintero y con Ana se instalaron junto al Nahuel Huapi, en la joven Bariloche, que sería su lugar definitivo. Vivieron en una casita en la esquina de Rolando y Gallardo. En 1947, le compraron a Fulvio Eggers una fracción del lote sobre la calle Elflein. Adquirieron una casa de madera, de importantes dimensiones que fue uno de los primeros comercios de artículos regionales, que estaba en la esquina de Moreno y Villegas (donde después se levantaría el Mercado Municipal). Decidieron trasladarla hasta su solar. Recurrieron a los servicios de Santiago Castillo, quien realizó el trabajo a la usanza de aquellos tiempos: con bueyes y troncos que servían de rodillos. Fueron por Moreno, subieron por Morales y luego por Elflein hasta su emplazamiento final.

En un primer momento quedó en la vereda, al borde de la calle, posteriormente la subieron a la parte alta del terreno, donde actualmente se encuentra. Sobre la calle, Carlos levantó una pequeña casa de madera que fue el comercio familiar.

Ya entrados los años 50, Carlos vio en una revista alemana una foto de una construcción con forma de hongo y decidió hacer uno similar, para reemplazar al local de madera. Finalmente, en el año 1957, siguiendo el proyecto del ingeniero Fauland, quedó levantado El Honguito.

Galletitas, caramelos, bombitas de carnaval, bonetes de cumpleaños, revistas, etc., lucían dentro de ese local, habitual para los vecinos y llamativo para quien lo ve por primera vez. Erica, hija de Ana y Carlos, cuenta con orgullo la historia de sus padres, quienes sumaron con su inspiración a ese perfil tan particular que alguna vez tuvo nuestra ciudad, con sus casas de madera, entre las que El Honguito lució su singularidad. Ella, como tantos hijos de pioneros que han vendido sus propiedades, que una escritura dormida en algún libro dirá que tiene nuevos dueños, aunque en el alma, les sigue perteneciendo.

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