HABLA EL EXPERTO QUE REALIZÓ EL SONAR EN EL CASO DEL KAYAKISTA DESAPARECIDO

| 31/01/2021

"Si hubiera estado, lo habríamos visto... Debe encontrarse más abajo"

Christian Masello
"Si hubiera estado, lo habríamos visto... Debe encontrarse más abajo"

El 9 de diciembre de 2020, Andrés Quinteros desapareció en el lago Moreno al darse vuelta el kayak en el que navegaba. Diez días después, desde Prefectura informaron que, tras haberse hecho un rastreo mediante un sonar, se había llegado a la conclusión de que el cuerpo, en caso de estar en el agua, se encontraba a más de noventa metros de profundidad.

Si bien, en casos así, ante la necesidad de respuestas, solo se busca la conclusión emitida por los profesionales, a veces quedan en el camino dudas de carácter periférico, pero cuya aclaración puede servir para comprender mejor la temática central. Por ejemplo: ¿qué es un sonar?

“Es un dispositivo que utiliza ondas de sonido para cuestiones de navegación, detección de profundidad y de objetos bajo el agua”, dilucida Pablo Vigliano, quien operó el equipo perteneciente a la Universidad Nacional del Comahue, en la Playa del Viento, donde Quinteros desapareció.

El experto indica que “la gente suele mezclar lo que es un sonar con lo que se denomina ecosonda, y, si bien ambos aparatos funcionan por el mismo principio, es decir la utilización de pulsos de sonido, son ligeramente diferentes”.

Para explicar la distinción, hay quienes dicen que la ecosonda se utiliza en forma vertical, y el sonar trabaja horizontalmente.

“La ecosonda te da profundidad y ecos de objetos que se encuentran entre vos y el fondo, mientras que el sonar 'mira' alrededor”, sintetiza, para que se comprenda mejor, Vigliano.

“Las personas comúnmente conocen las ecosondas que se utilizan en los botes de placer, para ver dónde está el fondo y saber en qué lugar hay ecos en la columna de agua que puedan corresponder a peces”, agrega el profesional, que trabaja en la Universidad del Comahue desde 1987.

Si bien el tema es complejo para quien no esté inmerso en él, Vigliano trata de traducir, al común de la gente, cuestiones complicadas. Así, señala: “El sonar 'observa' en torno de la embarcación, que puede ser un bote o un submarino, por ejemplo, y los pulsos del sonido permiten, entre otras cosas, no solo determinar dónde está el fondo, sino en qué dirección, y a qué distancia, se encuentran distintos objetos”.

“Lo que usamos en la búsqueda del kayakista en el lago Moreno fue un sonar de barrido lateral”, especifica Vigliano, que, en la Universidad del Comahue, es profesor asociado con dedicación exclusiva y director del Grupo de Evaluación y Manejo de Recursos Ícticos (GEMaRI).

El catedrático cuenta que ese tipo de sonar “permite, en cuanto a la forma que está preparado, y con la tecnología que cuenta, armar una imagen del fondo como si se la estuviera filmando con una cámara”.

“Si hay rocas, se ven rocas; si hay un bote hundido, se ve un bote hundido; y si hay una persona, se ve una persona… aunque no todos los detalles, pero se observa una figura humana”, ejemplifica.

“Se genera una imagen como si fuera una foto, porque utiliza las ondas de sonido de tal forma que permite hacerlo”, añade.

Asimismo, destaca la rapidez con la que trabajan estos aparatos. “Ya sea una ecosonda o un sonar, se utilizan pulsos de sonido que se crean por un equipo llamado transductor, que genera una onda de presión en el agua que se transmite muy rápido”.

“Un sonar, en la superficie del agua, crea una onda de presión que, en un lago de cien metros de profundidad, viaja a mucha velocidad, pega en el fondo y rebota, vuelve al transductor que la generó, y es decodificada en una imagen. Ese trayecto lo hace en menos de un cuarto de segundo”, puntualiza.

Y agrega: “Los equipos producen muchísimas ondas en forma rápida, con un intervalo corto entre unas y otras, lo que otorga una información continua, que, en un sonar de barrido lateral, crea una imagen detallada de alta resolución: no solo muestra dónde está el fondo, sino cualquier objeto que esté entre ahí y la superficie”.

 

Imagen de barrido lateral

 

Curiosamente, el sonar de barrido lateral que tiene la Universidad del Comahue, utilizado en la búsqueda de Quinteros, no es científico.

Se trata de un dispositivo que, en países desarrollados, utilizan los pescadores y cuesta alrededor de tres mil dólares.

Existen sonares de barrido lateral científicos, pero su costo se eleva, según calcula Vigliano, a unos veinte mil dólares.

“El que tenemos nosotros está desarrollado para gente que sale a pescar, o ver qué hay en el fondo”, dice.

Sucede que científicos de Estados Unidos se percataron de que podían utilizarlo en tareas de distinta naturaleza y comenzaron a hacerlo.

Pero, en la Argentina, no abundan.

Para su uso en investigación biológica, Vigliano cree que, además del de Bariloche, solo hay uno en Bahía Blanca.

Aclara que otros equipos, aunque no el mismo, también están en el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) de Mar del Plata, el Centro Nacional Patagónico (CENPAT) de Puerto Madryn y el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) de Ushuaia.

La diversidad de aparatos atañe a la misma Universidad del Comahue, que, además del sonar de barrido lateral, cuenta con una ecosonda científica que, en tiempos del uno a uno, costó cincuenta mil dólares.

Ese equipamiento de alta complejidad no se usó en la búsqueda del joven desaparecido en la Playa del Viento porque, si bien es útil en trabajos científicos de alta precisión, no genera una representación que determine qué tipo de objetos hay bajo el agua.

“Traza una línea del fondo y sirve para hacer estudios sobre los peces, los tipos de fondos y las plantas, pero no permite captar imágenes específicas que dejen reconocer qué es lo que está ahí. Lo puedo utilizar para saber cuántos peces hay en el lago, y el peso de un pez individual, pero no me puede decir de qué pez se trata. Veo una serie de puntos en una pantalla. ¿Cómo sé que es un pez y no otra cosa? Básicamente, porque el pez va a estar en la columna de agua, y tengo estudiada la forma en que refleja el sonido. Pero un cuerpo humano apoyado contra el fondo no lo puedo distinguir”, manifiesta Vigliano.

Así que, como narra el profesional, ese equipo de ecosonda puede llegar hasta los mil metros (para que se comprenda el alcance, dice que el lago Nahuel Huapi tiene cuatrocientos cincuenta y cuatro de profundidad), pero sirve para otras cosas, no puntualmente para la búsqueda de personas. Justamente, en estos momentos, el experto lo usa para un estudio sobre el modelo de funcionamiento ecosistémico del lago Nahuel Huapi.

Pero, entonces, ¿por qué no se halló a Quinteros con el otro aparato, el de barrido lateral, que sí permite delinear las figuras?

“Porque el equipo de sonar de barrido lateral que tenemos tiene una limitación en cuanto a la profundidad efectiva en la que puede generar imágenes. Hasta unos cincuenta metros, tiene nitidez. Luego, todavía se ve, aunque algo difuso, y, si supera los noventa, ya es muy difícil, porque no tiene el grado de resolución suficiente. La capacidad de percibir el rebote es limitada, porque no es científico”, precisa Vigliano.

Para que no queden dudas, asevera: “En la zona en que nosotros buscamos, en función de los testigos y de lo que nos indicó Prefectura, no lo encontramos. Si hubiera estado, lo habríamos visto... Debe encontrarse más abajo... El Moreno tiene profundidades ligeramente superiores a los cien metros...”.

Christian Masello

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