ACAMPAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA

| 25/01/2021

Turistas y locales se meten en "burbujas" y eligen ir de camping

Christian Masello/Fotos: Matías Garay
Turistas y locales se meten en "burbujas" y eligen ir de camping

Tres factores se aúnan para que los campings de Bariloche estén trabajando bien en una temporada atípica.

Primero, han llegado muchos más turistas de lo previsto, dada la situación que se vive, donde todo gira en torno a lo que sucede con el COVID-19.

Segundo, gran parte de la gente que llega lo hace en casas rodantes o bien alquila una al llegar, para trasladarse, durante su estadía, en su propia burbuja.

Tercero, los barilochenses que no pudieron irse de vacaciones suelen optar por pasar los fines de semana de calor en un campamento, como una forma diferente de disfrutar el veraneo en la propia localidad.

Valeria Waroquiers, encargada del camping Petunia, en el kilómetro 13.500 de la avenida Bustillo, señala otra característica que definió la primera quincena de enero: la presencia de juventud.

“Me parece que se soltaron y vinieron a hacer viajes de egresados sin coordinador”, sonríe Valeria.

También cree que el fenómeno estuvo relacionado “con el cierre de Uruguay”.

“El público que iba a Punta del Este, entre Mar del Plata, Córdoba o Bariloche, escogió esta ciudad”, señala.

Resalta que la presencia de la juventud trajo aparejada algunos inconvenientes, ya que había “muchos chicos que no se cuidaban”.

“Teníamos que decir a cada rato: ‘Pónganse el barbijo’… Te contestaban: ‘Yo ya lo tuve’. Pero les insistíamos para que lo usaran. Después, como camping, cambiamos un poquito nuestro speech, y pasamos a pedir que cuidaran al que se animó a venir a acampar confiando en que nosotros lo íbamos a proteger. Eso dio mejor resultado”, manifiesta.

Asimismo, revela que, a una de las fiestas clandestinas que se hicieron en el este, había acudido un joven que paraba en el campamento, quien pretendió, tras la finalización de la reunión ilegal, seguir con la movida en las instalaciones del camping, y hacia allí se trasladó con un grupo de adolescentes.

El sereno advirtió la situación y pudo impedir que ingresaran.

En la segunda quincena, Valeria cuenta que se retomó el público habitual del lugar, es decir las familias.

El camping es un emprendimiento familiar, con cuarenta y siete años de vida, y gran parte de la gente que acude es visitante habitual, que repite desde hace años la estadía en el sitio.

“Durante la primera quincena, los grupos familiares no se animaban mucho a salir, por temor y debido a los rumores de que quizá se cerrara todo una vez más”, indica la encargada.

“Cuando se notó que se iba a poder volver a ir de vacaciones con cierta normalidad, se animaron”, considera.

"Por eso ahora ya no se ven tantos grupitos de jóvenes, sino familias completas", comenta.

Si bien en temporadas anteriores, el lugar estaba repleto a inicio de enero, cosa que este año no sucedió, desde hace cinco días ya no tienen disponibilidad. Y, a diferencia de otras épocas, cuando siempre se trataba de hacer un huequito para colocar a un nuevo visitante, ahora se limitan, para que pueda haber un distanciamiento adecuado entre los presentes.

“Tratamos de disponer los vehículos y las carpas de una forma que no se crucen mucho”, aprecia Valeria.

“También achicamos la cantidad de personas que puede estar en el salón de uso común, donde hay pool, metegol y fichines, que se desinfectan permanentemente”, relata.

Añade que debieron contratar más personal de limpieza, para lograr una mejor desinfección.

Además, se decidió que durante enero y febrero solo se tome gente para pernoctar, y no para pasar el día, con el fin de que no se produzca aglomeración de gente.

Eso no quita que los barilochenses acudan.

Al contrario, Valeria remarca que ha sido una constante en lo que va del año: muchos pobladores se instalan durante los fines de semana.

Además de aquellos que se inclinan por las carpas, están también los que se inclinan por el hotel, las cabañas o las carretas (son carros, con lonas, que conforman una opción original a la hora de dormir), que integran el complejo.

En ese sentido, cabe resaltar que para el camping no se toman reservas, pero para el resto sí.

Ese fue un recurso del que se dispuso para “sobrevivir” el año pasado.

“En julio salimos a pedirles auxilio a nuestros clientes de toda la vida, diciéndoles que congelábamos el precio si pagaban el cincuenta por ciento de reserva, manteniéndola por un año. Aquellos que vienen siempre, y pasan quince días o un mes, lo hicieron”, expuso la encargada.

La llegada de la pandemia los captó con pasajeros en el camping.

Tuvieron personas hasta mayo, cuando, tras gestiones en las que Valeria colaboró, pudieron marcharse.

Salvo una familia.

Un matrimonio con tres hijos.

Por razones laborales tenían planeado cruzar a Chile, país en el que, al hombre, le esperaba un trabajo importante.

Por tal motivo, habían alquilado la casa familiar en Buenos Aires.

No tenían dónde ir.

Se quedaron hasta el 15 de diciembre…

Entretanto, se hicieron modificaciones en el lugar.

Algunas, en cuanto a la comodidad y el embellecimiento.

Otras, relacionadas con poder operar en estas épocas.

En ese sentido, se adquirieron pisos sanitizantes, pulverizadores y demás, y comenzaron a efectuarse compras de elementos que antes no se utilizaban, como alcohol en gel, amonio e incluso barbijos con el nombre del camping.

“Todo ha sido muy costoso”, remarca la encargada.

Cuando se le consulta a Valeria si imaginaba que llegaría la gente que se ha visto hasta ahora, apunta: “Desde el principio, sentí que gran cantidad de personas iba a venir. Son muchas las que ahorraron para alquilarse una casilla rodante, o bien otras que la tenían guardada, sin uso, y decidieron utilizarla”.

Como ya se indicó, para mucha gente, visitar el lugar es una costumbre añeja.

Es el caso de Vilma Quilodran y su marido.

Son de Neuquén, y, desde hace veintiséis años, nunca faltan.

Cuando supieron que esta temporada, más allá del COVID-19, las instalaciones estarían en uso, no dudaron en venir.

“Esto es como una familia. Llegar, es arribar a nuestro hogar. Estamos enamorados del lugar, del paisaje, de la gente…”, asegura la mujer.

“Alguna vez, tuvimos la oportunidad de comprar una casa en Bariloche, pero dijimos: ‘Vamos a terminar haciendo lo mismo que en nuestro lugar de origen’. A nosotros nos gustar esta acá, nos gusta el abrazo que ahora no nos podemos dar… Acá somos felices”, añade, mientras mira la playa que se derrama en la visual frente a ella.

El caso de Petunia, en cuanto a la gran cantidad de visitantes, se repite, con algunos bemoles, en los diferentes campings de la ciudad.

“La verdad es que, por la pandemia, nuestras expectativas eran bajas, y el primer atisbo de que iba a haber movimiento, al menos local, fue en diciembre, que se trabajó bastante, y, sobre fin de año, para las fiestas, comenzamos a ver gente de otros lados del país”, narra Omar Goye, propietario de Hueney Ruca, en Colonia Suiza.

“Contrariamente a lo que pensábamos, hay un movimiento habitual, con muchos visitantes de Buenos Aires, tanto de aquellos que vienen siempre como gente nueva”, sostiene.

Resalta que durante los fines de semana, el flujo de personas aumenta en forma notoria por la presencia de barilochenses, que acuden a pasar el día, y, también, varios que se quedan a pernoctar.

En cuanto a los turistas, Goye explica que “una característica, desde hace unos años, es que la permanencia no es muy extensa; hay mucha rotación, gente que se aloja una o dos noches y sigue viaje hacia otro lado”.

En el propietario queda una sensación positiva. “Pensamos que se iba a trabajar mucho menos. Los fines de semana, en cuanto al flujo de gente, son similares a los de otros años. Llegamos a tener un setenta por ciento de ocupación”, expresa.

Y subraya que eso sucede a pesar de que este enero no se ha contado con la visita de scouts y diferentes clubs, que antes eran habituales.

En la costa del lago Moreno, donde tiene salida el camping, Leandro González y Tomás Ochoa, empleados de un emprendimiento de alquiler de kayaks, confirman que hay muchos turistas.

“Desde el 6 de enero, la cantidad de gente, con respecto a diciembre, aumentó considerablemente; la playa está llena”, afirma Leandro.

Y recalca que eso sucede aunque el lugar no se conoce mucho, pese a su belleza. Ese rincón del Moreno, al que se accede, más allá del camping, también por una entrada pública cercana, no es lo más divulgado de Colonia Suiza.

Sin embargo, este mes, tanto residentes como turistas coparon el lugar.

Tomás marca que “el ochenta por ciento de los que llegan son porteños”, la mayoría sin barbijo, por lo que deben advertir, cuando llegan para rentar un kayak, que se los coloquen al hablarles.

Leandro y Tomás comienzan su jornada laboral a las 11, pero nunca saben cuándo terminan.

Por lo general, se quedan hasta las 19.

Luego, llega la dura vuelta, cuando el tránsito demora el arribo al hogar (ambos viven en el centro) hasta eso de las 22.

Christian Masello/Fotos: Matías Garay

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