HABLAN LOS BUZOS QUE BUSCARON A ANDRÉS QUINTEROS

| 13/01/2021

"A cien metros de profundidad, es muy difícil recuperar un cuerpo"

Christian Masello /Fotos: Fabio Hernández
"A cien metros de profundidad, es muy difícil recuperar un cuerpo"

De acuerdo al equipo de buzos que participó en su búsqueda, el cuerpo de Andrés Quinteros, el joven desaparecido en el lago Moreno, si, como se supone, se encuentra en las profundidades del lugar, tiene pocas probabilidades de ser recuperado.

Cabe recordar que el muchacho, hace poco más de un mes, tras darse vuelta el kayak -según el testimonio de Marcelo Vera, quien iba con él-, quiso llegar hasta la orilla y nunca más fue visto.

El jefe de la estación de Salvamento, Incendio y Protección Ambiental (SIPA) de la Prefectura Naval Argentina en San Carlos de Bariloche, Claudio Gabriel Luxen Espinoza, explica: “Todos los lagos de esta zona tienen las mismas particularidades: la condición muy fría del agua y la gran profundidad, por lo que el comportamiento de un cuerpo no es el mismo que en el cauce de un río, por ejemplo”.

Aunque es común escuchar que una persona que muere en el agua suele flotar, Luxen apunta que, en la región, no suele pasar eso, ya que “la temperatura fría no da tiempo a que el cuerpo genere la descomposición y los gases que ayudan a la flotabilidad”.

Así, advierte que, en tales condiciones, “se fondean en lo profundo”.

El oficial principal, que es correntino y ocupa la jefatura de la estación local de SIPA desde enero de 2020, cuenta que la búsqueda que realizaron en el Moreno llegó hasta los veintisiete metros hacia abajo, “porque, pasada esa profundidad, los riesgos de enfermedades por descompresión, ante la presión del agua, son muchos”.

Para descender más, faltan varias cosas que en Bariloche no están disponibles.

Por ejemplo, Luxen menciona la necesidad de una cámara hiperbárica en la cercanía de donde se realice la operatoria que implique ese tipo de acción, ya que, al sumergirse mucho, se corren riesgos que podrían solucionarse con ese artefacto.

A medida que se desciende, se produce un aumento de la presión por el volumen de agua que afecta al organismo y puede ocasionar lo que se conoce como síndrome de descompresión o enfermedad descompresiva, es decir la formación de burbujas de nitrógeno en el cuerpo.

“Si el buzo sale de golpe, por un accidente, o si se quedó sin aire, puede generarse un ACV o una embolia pulmonar”, advierte Luxen.

Lo que hace una cámara hiperbárica es someter al buzo a la presión en que se encontraba durante la inmersión, para, posteriormente, disminuirla en forma paulatina, imitando la subida a la superficie, con la intención de que se disuelvan las burbujas de nitrógeno de la sangre.

“Prefectura tiene una en Buenos Aires, pero no es móvil… se trata de un dispositivo de gran tamaño”, cuenta el oficial principal.

Añade que, más allá de eso, igualmente hace falta personal muy calificado. “Dentro del buceo, hay varias categorías. Nosotros contamos con tres buzos de profundidad. Pero, aparte, se necesita gente que haya hecho cursos específicos, porque a gran profundidad no se respira el aire común que nosotros tenemos en los tubos, sino que se lleva una mezcla de gases”, dice.

En ese sentido, puntualiza que “se precisa un curso especial de intervención para mezclas”. Y, de los nueve buzos con que cuenta el equipo en la actualidad (hasta hace unos días eran diez, pero, por razones personales, tras la búsqueda de Andrés, uno se retiró), “solo uno lo tiene hecho, y, como mínimo, tendrían que ser tres: dos en agua y uno en tierra”.

Por otra parte, observa que, al trabajar a tan bajas temperaturas, se deben utilizar trajes refrigerados especiales, que Prefectura tiene (aunque no puntualmente en Bariloche) “para tareas en la zona sur del mar Argentino”.

Más allá de las dilucidaciones en la materia, Luxen aclara: “A cien metros de profundidad, es muy dudoso que se pueda bucear… por más que contáramos con todo el equipamiento”.

A su lado, el encargado de la estación de SIPA en Bariloche, Ángel Gómez, especifica que el Nahuel Huapi alcanza, en ciertos sectores, los cuatrocientos sesenta y cuatro metros de profundidad, mientras que el Moreno, donde se buscó a Quinteros, tiene ciento veinte.

Ante esa referencia, Luxen recuerda que desde la Universidad del Comahue se brindó colaboración con un sonar, es decir un aparato electroacústico que detecta la presencia y situación de objetos sumergidos, mediante las ondas producidas por lo que se busca, o la reflexión de las que emite el propio artefacto.

El jefe de SIPA indica que se pudo relevar hasta los noventa metros de profundidad y no se halló nada, así que, supuestamente, el cuerpo debe estar aún más abajo.

Cuando se le menciona la posibilidad de utilizar un ROV sumergible, es decir un vehículo operado en forma remota, expone que Prefectura, en Buenos Aires, tiene uno, pero que “por su emplazamiento no hay manera de desplazarlo”, ya que la base operativa está montada en el guardacostas Tango, que se utilizó para rastrear el submarino ARA San Juan, y, por su gran tamaño (el del buque, ya que el ROV es un aparato de dimensiones chicas), es inviable trasladarlo por tierra.

En cualquier caso, Luxen afirma que, aun si dicho aparato, de alguna manera, pudiera utilizarse en el lago Moreno, “serviría para ubicar el cuerpo, pero no para extraerlo”, ya que carece de un brazo mecánico con el que sí cuentan otros.

 

Gómez rememora el caso de una persona adinerada que, ante la desaparición de un familiar en el Moreno, recurrió a la empresa privada Mariscope, que en un primer momento encontró los restos de una persona distinta a la buscada, y, en un intento posterior, halló a quien pretendían. En ese caso, el aparato tenía una especie de garfio que tomaba el cuerpo y lo subía hasta donde el buzo podía sumergirse para agarrarlo.

Aquel ROV utilizó maquinaria de guía movible, no como el caso del que posee Prefectura, que depende de los controles ubicados en el guardacostas Tango.

En cuanto al que se está usando para la búsqueda de una persona en el dique Ameghino, en la provincia de Chubut, caso al que en los últimos días se ha referido la familia Quinteros como ejemplo de utilización de un ROV, cabe resaltar que fue suministrado por la Armada Argentina.

Sobre el minisubmarino de dos plazas que posee Prefectura, Luxen explica que allí el problema no radica en que no se pueda traer, porque es posible hacerlo. Incluso ya ha estado en la zona, donde el personal destinado a conducirlo hizo el curso de capacitación en el lago Nahuel Huapi. Pero, en este caso, se trata de un impedimento de orden técnico/legal. “A causa de la pandemia, en 2020 no se llevó a cabo la certificación anual, y no está habilitado para usarse”, revela el oficial principal.

Al evocar los diez días en que los buzos buscaron a Andrés Quinteros, Luxen recuerda que, a partir de lo que habían dicho testigos que habían visto el kayak, “primero se marcó un punto de referencia, a unos cincuenta metros de la orilla”, por lo que “se buscó allí y también en el sector costero, por la tendencia del viento”.

Cuando Marcelo Vera, el tripulante que se salvó, se acercó a la Playa del Viento, indicó otro lugar.

Ante las diferencias que plantea apuntar un sitio al observar desde la costa con hacerlo en el agua misma, durante otra jornada los buzos llevaron con ellos en el bote a Vera, quien señaló otra parte.

“Así fuimos variando y ampliando la zona de búsqueda”, manifiesta Luxen.

En contraste de lo que refiere la familia de Quinteros, que habla de cierto desapego de la situación por parte de Marcelo Vera, Ángel Gómez afirma: “Estaba ‘partido’, muy dolido, dijo que lo conocía desde hacía tiempo y que, en algunos momentos, trabajaban juntos”.

“Se lo notaba muy afligido”, completa Luxen.

Acerca de las prendas que se encontraron en la orilla, como medias, que una de las hermanas de Andrés reconoció como de su pertenencia, el jefe de SIPA esclarece que, según contó Vera, se las habían sacado antes de que el kayak se diera vuelta, y que, cuando esto pasó, se fueron con la corriente.

Luxen recuerda que, mientras llevaban a cabo la búsqueda, también les solicitaron colaboración desde Lago Puelo para sacar a un ahogado del río Azul.

“Tuvimos que dividir el personal en tres: alguien se quedó de guardia en la base, partió una pequeña comisión a Lago Puelo, y estaba la búsqueda en el Moreno”, dice.

Luxen sostiene que siempre fueron sinceros con la familia de Quinteros. “Si bien tratábamos de tener un poco de tacto, informábamos lo que hacíamos y no mentíamos ni dábamos falsas expectativas”, sostiene.

“Al saber cómo había salido el amigo (con principio de hipotermia), y conociendo que por la noche la temperatura baja mucho, además de que no llevaba un chaleco que le proporcionara un poco de flotabilidad, teníamos poca esperanza de encontrarlo con vida”, añade.

Más allá de que existían pocas posibilidades, los buzos remarcan que se trabajó muchísimo por descubrir dónde estaba. “Incluso se buscó, a pedido de la familia, en lugares a los que el cuerpo no podría haber llegado”, destaca Luxen.

Los profesionales, al hablar de lo que sucedió con Andrés Quinteros, mencionan que varios muertos yacen en las profundidades de los lagos de la zona. Cuando se les consulta si, dada la problemática, que en Bariloche nunca deja de estar presente, porque cada tanto vuelve a hablarse de personas extraviadas en el agua, necesitarían mayor equipamiento, el jefe de SIPA es contundente: “En realidad, lo ideal sería que la gente cumpliera con las medidas existentes, porque todo el mundo hace caso omiso a las indicaciones que da la autoridad”.

Christian Masello /Fotos: Fabio Hernández

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