GABINO, CHINGOLO Y SUS MIRADAS

| 30/12/2020

Horacio Ferrari, artista de artistas

Adrián Moyano
Horacio Ferrari, artista de artistas

Por cuestiones cronológicas, conoció a Casalla en Bariloche antes que a sus personajes. Cada vez que charlaba con los dos, “me iba distinto. Son parte de lo que soy”, le dijo a El Cordillerano.

La boina reglamentaria, sello distintivo inseparable. Enseguida, esa mirada brava que no cualquiera podía sostener. La barba hirsuta y abrigo en el cuello, necesario de tanto callejear. Inconfundible Gabino… Planta de por medio, hay bondad en los ojos de Chingolo. Las arrugas de su rostro denotan una vida larga e intensa. Igual de poblada su barba, espesas también sus cejas. Si alguien los extraña demasiado, ahora tiene un lugar donde ir a charlarlos.

La extraordinaria fidelidad de los retratos obedece a la maestría de Horacio Ferrari Sol, el artista que con pequeños mosaicos y fragmentos reconstruyó los semblantes de Tapia y Casalla, obras que fueron descubiertas en la mañana del martes. “Cómo decirlo… Los dos fueron personas con quienes necesitaba compartir”, le dijo a este diario. “Más que nada, una cuestión de experiencia y de camino vivido. Con los dos nos sentábamos a conversar seguido, con los dos tenía una linda relación y siempre algo me quedaba”, rememoró.

Aunque no estuvieran en el marco de una clase formal, Chingolo y Gabino enseñaban siempre, cada uno a su manera. “Me contaban sus decisiones. Me acuerdo que Chingolo me decía: hay que tener un día libre porque no se puede vivir trabajando. Hay que respetar el domingo… Quieras o no, conversando con ellos yo me iba distinto después de cada encuentro”, resumió Ferrari, quien vive en Bariloche hace 14 años. “Son parte de lo que soy”.

Por cuestiones cronológicas o generacionales, el plástico no creció con los personajes de los álbumes “Fantasía” o “D'Artagnan”. El camino por el cual se acercó a Casalla tuvo otro sentido. “Fue re-loco. Yo ya estaba acá, había conversado con él y sabía quién era, pero una vez estaba en la casa de mi primo, en Coronel Pringles. A él le gustaban esas revistas de historietas y tenía una pila, agarré una, empecé a hojearlas y me encontré con dibujos conocidos. Eran del año 80, ponele… ¡Miralo a Chingolo!, dije. Una vez, vino mi primo (Santiago) a visitarme, estábamos comiendo con otros amigos y de refilón escucho algo sobre el Cabo Savino. Le dije si sabía de quién era el personaje y claro que sabía. Al final, nos fuimos a su casa. Estuvimos toda la tarde…  Chingolo un groso, al final terminó comprándole un cuadro”, compartió el artista.

Trencadis

Para crear arte callejero que se banque las inclemencias climáticas de Bariloche, el artista se vale de una metodología especial. “La técnica se llama trencadis, viene del catalán, de la zona de (Antonio) Gaudí. No sé cuál es la traducción exacta, pero es algo así como roto. Voy juntando mosaicos que me gustan por el color o la forma y me van juntando mis amigos también. Cuando tengo que elegir, voy eligiendo. Voy viendo cuál va mejor para afuera y cuál para adentro, según el espesor. Así se va armando, es como pintar con piedras o con mosaicos”, sintetizó.

Al tratarse de tales materias primas, más sorprenderá la vivacidad que exhiben las miradas de los respectivos homenajeados. Esa expresividad no es casual. “Casi te diría que empiezo por los ojos. Es donde va a ser o no va a ser. Si los ojos hablan, el resto va más fácil. No es más fácil, va más fácil”, diferenció Ferrari Sol. Las dos obras están en Moreno y Villegas, entre el SCUM y la Feria Artesanal. Desde la mañana del martes, Bariloche hace un poco más de justicia a dos de sus notables.

Adrián Moyano

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