25/10/2020

Carta abierta al HPR: “Más humanidad y menos protocolo”

Carta abierta al HPR: “Más humanidad y menos protocolo”

Claro que la historia está inspirada en primera persona pero lamentablemente negada de cualquier pretensión o ilusión individual. Tampoco es original porque no seré la primera en perder un familiar querido en tiempos de pandemia. Pero dadas las circunstancias me encantaría haber sido la última.

Transito el reciente dolor que representa perder a una mamá. Mi mamá, la mejor mamá. Insisto, no soy original.

Una mamá "de riesgo" que bancó la cuarentena atrincherada, obedeciendo cada nueva pauta que le informaban por televisión, privándose de abrazar, de compartir, de dar y recibir amor, amor de hija y de nietos. Una mamá que se aferró al amor de Dios y que se refugió en la biblia para calmar el temor. La misma que hace meses atrás lo había perdido todo, por circunstancias desgraciadas de la vida y decidió con más de 70 volver a empezar, hace poco más de un año viviendo en Bariloche. Claro, no contaba con una pandemia.

El tema es que un día esta mamá se enfermó. Un poco de todo, poco afecto a los chequeos, automedicación, angustias mal curadas, imprudencia médica a la hora de recetar y muchos desaciertos profesionales y propios en torno a su salud que en el marco de una atípica situación de cuarentena terminaron por desarrollar un cuadro crítico que se manifestó como una trombosis que migró al pulmón y desencadenó en una pesadilla de 19 días con el peor final.

Fuimos a ver su reciente médica de cabecera, nos derivó de manera urgente a la guardia del HPR (única opción por Pami) y de ahí no salió más. Al menos como yo esperaba.

¿Por qué les cuento esto? De urgencia a los pocos días nos enteramos que el problema estaba en su riñón, que había que sacarlo junto a un enorme cálculo y una colección de líquido que no era otra cosa que pus. Si no lo sacaban, se moría. Si lo hacían la cirugía era de altísimo riesgo.

Pero como les dije, mi mamá es la mejor, por lo menos para dar batallas. La operación además de larga, fue un éxito. Jamás me voy a olvidar del mérito y el empeño del equipo médico, sobre todo de uno en particular, el Dr. Diego Ottonello, urólogo al frente de la cirugía, enorme profesional pero sobre todo valorado por su notable calidez humana.

Y acá entramos en el laberinto, terapia intensiva en tiempos de covid. Más de 10 días.

¿Tenía coronavirus mi mamá? No, gracias a Dios, no. Su situación era delicada aunque paradójicamente no la consideraran una paciente terminal. Pasó por varios estados, incluso respirador y algunos días de coma inducido.

Un parte diario, once de la mañana, cinco minutos al teléfono. No más. Sin verla, sin abrazos, sin palabras de aliento...

Una sola vez, por excepción, luego de una semana en terapia, con ella consiente saliendo de un coma logré darle la mano porque "aflojó" uno de los médicos de quien no doy el nombre para preservarlo, pero que valoro como el único que se animó a transgredir la norma de la jefatura de terapia y de la dirección del hospital; cuando todos los demás se excusaban por el “miedo” a recibir represalias.

Y pasaron los días. Exactamente 13, ella en terapia del Hospital Privado Regional, yo a unas 10 cuadras en casa, la familia entera llorando a más de 1600 km y preguntándome a mi, que solo sabía de ella a través de otro, 5 minutos por día (Al teléfono...).

Le había dejado un celular, nunca lo uso, apenas tenía movilidad. El día antes de partir un médico prometió que la enfermera lo encendería a las dos de la tarde y haríamos videollamada. Me ilusióné, la llamé, ilusioné a mi hermano conectado en Buenos Aires. Insistimos varias veces pero terminamos desahogando la tristeza y la incertidumbre, solos, entre nosotros. Él en Buenos Aires, yo en Bariloche. De eso mi mamá jamás se enteró ni se enterará. Pero al menos hasta ahí, nos mal consolaba el breve parte de ese día: "Hay una leve mejoría", decían.

Falló. No llegaríamos al parte del día siguiente, ni videollamada ni nada. Su corazón no aguantó. Crisis en plena madrugada, otra vez respirador, la voz del doctor al teléfono y cada cual …a llorar en su casa. En 13 días de terapia sólo 20 minutos y de prestado, ...inevitable la culpa que tengo de no poder acompañarla en ese trance final, pero también inevitable preguntarme por la enorme cantidad de contradicciones. Esa visita "clandestina" si se quiere, no requirió más que un ambo o camisolín con el que me vistieron en el ingreso a la sala de UTI del segundo piso del HPR. Si el argumento para que los familiares no visitemos a los pacientes internados es que constituimos un riesgo en un escenario signado por el covid, por qué cuando por excepción logramos hacerlo, nadie controla que ingresemos sin calzado o cubiertos como corresponde, con guantes, barbijo N95, cofia y demás elementos que garanticen el adecuado aislamiento. ¿No es tirar todo el resto por la borda?. Al menos, permítanme concluir que le quita valor a tan cuestionable argumento.

Considero que la urgencia resta tiempo para lo importante. Reflexionar con protocolo pero también con corazón.

Me consta, porque me ocupé de indagar que ocurre en el resto de las instituciones que conforman el sistema sanitario de Bariloche. El único hospital público, por ejemplo, admite visitas diarias también para pacientes de terapia intensiva. En el sanatorio San Carlos (la otra clínica privada de Bariloche con camas de UTI y no hay más) por falta de recursos y espacio evalúan cada caso, pero a esta altura para un paciente con la situación crítica que atravesaba mi madre hubiera al menos intervenido un profesional de cuidados paliativos. Alternativa por demás ausente en el HPR. Ni uno ni lo otro.

Mi mamá ya no Pero en esa misma terapia, siguen dando batalla, puede que sean mamás, papás, tíos, abuelos, personas...personas que resisten y soportan solas, sin besos, sin abrazos, sin la contemplación de una mampara o un vidrio así sea improvisado para encontrar alivio en la mirada de un ser querido. Amor, fundamental complemento de la ciencia a la hora de sanar.

Agradezco al equipo médico antes que nada todo lo que hicieron desde la medicina y desde lo profesional por mi amada madre, pero pido voluntad para que reflexionen por favor y encuentren el modo...esta pandemia sigue, no sumemos a la restricción de abrazarnos el daño irreparable de morir o en el mejor de los finales, sobrevivir en soledad. A la hora de curar, más humanidad y menos protocolo. Al menos así, un protocolo vacío de criterio y de reflexión.

Marcela Psonkevich
DNI 26998731 

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