31/07/2020

Tomas en Bariloche, la historia sin fin

Cristian Masello/ Fotos: Facundo Pardo
Tomas en Bariloche, la historia sin fin
Las tomas rodearon al Coovi-Gast.
Las tomas rodearon al Coovi-Gast.

Las veintiséis familias del barrio que, más allá de la denominación actual –Newenche–, todos conocen como ex Coovi-Gast, por su origen en la Cooperativa de Viviendas Trabajadores Gastronómicos, quedaron, literalmente, rodeadas por tomas.

Hacia abajo (si se toma como referencia el lago), están las casas que surgieron hace más de cinco años. Allí, los asentamientos están afincados, y ya nadie pide que se los expulse, más allá de que la convivencia tenga mucho de forzada (por ejemplo, abundan las quejas por el “robo” de servicios, aunque, a la vez, lo de ver que “se cuelgan” de la luz pasó a ser una característica de la zona, admitida por propios y extraños).

Sin embargo, antes de que comenzara la pandemia, brotaron otras tomas. Por un lado, en un cuarto de manzana, donde los vecinos dicen que había una plaza, ahora se observa una división con sogas, a manera de loteo, a la vez que se aprecian bases de cemento para futuras construcciones.

En el lado opuesto, en un espacio verde que, según quienes presentaron las quejas, incluye un área ecológica protegida, también se ven cuerdas que delimitan el lugar, con un cartel de “propiedad privada” arrojado en el suelo, a manera de mojón casi irrisorio.

Allí, levantaron una casilla de madera, alrededor de la cual hay una antena de un canal de cable satelital (en apariencia, con la conexión en funcionamiento), una reposera, envases vacíos que alguna vez contuvieron bebidas alcohólicas, y demás elementos desperdigados. La construcción, incluso, cuenta con una salida para expulsar el humo de lo que sea que utilicen para calefaccionarse.

El Cordillerano intentó dialogar con quien estuvieran dentro (la chimenea precaria exhalaba vapor, señal de que alguien había), pero nadie respondió a los repetidos llamados.

El marco de tomas se completa con otro loteo precario, detrás, en un terreno empinado. Quienes viven en el ex Coovi-Gast hablan de una continuidad de desdichas en relación a sus hogares.

Casi todos son hijos de quienes, en un intento de cumplir el sueño de la vivienda propia, en los noventa invirtieron en un proyecto que, de no ser por su propia intervención, hubiera naufragado en la nada. Todo el dinero que habían puesto allí, ante distintos inconvenientes, parecía a punto de perderse, y, en el año 2000, ante los saqueos que comenzaban a notarse en las casas a medio hacer, decidieron instalarse en esos cascarones a los que les faltaban muchas puntadas.

Con el tiempo, lograron completar sus moradas, aunque la mayoría batalla, todavía, por obtener los títulos de propiedad, que parecen eternamente demorados en trámites burocráticos. Solo ocho están formalizados; el resto, todavía, se halla a la espera.

Pero eso parece quedar atrás en un presente donde el principal inconveniente es otro: “Nuestros padres han llevado las luchas por las titularidades; ahora los hijos lidiamos con las reiteradas usurpaciones”, comentó una joven.

Los vecinos, arremolinados en la arteria sin nombre que ellos denominan “Calle 0”, manifestaron su preocupación ante la falta de acción de las autoridades. Hablaron de continuos llamados a efectivos policiales (“han venido varias veces, pero, después de que se van, regresan a ocupar todo”), contactos con la Fiscalía, pedidos de protección de bosques –para que se interrumpa el talado de árboles llevado adelante con el fin de lotear la zona–, incluso se refirieron a un encuentro con el titular del Instituto Municipal de Tierras y Viviendas para el Hábitat Social (IMTVHS), José Mella.

Esa conversación derivó de que la policía les había indicado que los ocupantes del espacio verde tenían en su poder una carta firmada por Mella, lo que les impedía actuar.

Los vecinos dicen que, en un primer momento, el dirigente negó la existencia de dicha nota, pero, un par de días después, “se contradijo y reconoció que tiene un convenio a futuro con esa gente, para poder asentarlos en algún lugar”.

“Quisimos charlar con el intendente, pero no nos quiere recibir; nos dijo que deberíamos hablar con Mella, pero la información que da él es imprecisa”, señaló una muchacha.

En cuanto a la plaza, advirtieron que, cuando fueron a decirles a los ocupantes que ese lugar les pertenecía, la respuesta fue: “Si hace tantos años que están acá, ¿por qué no ocuparon el lugar antes?”.

A todo esto, sumaron capturas de pantalla de Facebook donde se observan ofertas de venta de “plateas” (la base para edificar) en el sitio, aunque con la aclaración de que no se incluye el terreno porque se trata de una toma. “Como si pudieran ponerse al hombro los cuadrados de cemento y llevárselos a otro lado…”, expresó una vecina indignada.

“Antes estábamos rodeados por pinos; ahora, por usurpadores. Las leyes están hechas para el delincuente, pero los que trabajamos, pagamos los impuestos y luchamos a diario no tenemos derechos, nos encontramos desamparados”, añadió.

En medio de la “Calle 0”, todos coincidieron en subrayar que la situación respondía “a compromisos electorales”. “Los políticos prometen cosas y los que pagamos los platos rotos somos nosotros, que estamos en el medio”, aseveró una mujer.

Otra señora concluyó: “Pareciera que pretenden que se produzcan enfrentamientos entre vecinos, cosa que nosotros no deseamos que suceda. Queremos vivir tranquilos. Sabemos que todos tienen derecho a la vivienda, pero no tomando una cosa que no les corresponde”.

La “plaza” tiene carteles donde se lee “no se vende ningún terreno”

Un muchacho del barrio 130 Viviendas, ubicado justamente frente a aquel lugar, explicó que él era uno de quienes había plantado bandera allí, con la intención de fabricar una vivienda, pero no para comercializar. Ante la aparición de fotos en Facebook donde se ofrecía el lugar en venta, había optado por colocar el letrero, para que nadie fuera estafado.

“Acá hay siete lotes, pero lo dividimos en ocho para que entrara una familia más. Somos hijos de la gente de las 130 Viviendas. Cuando éramos chicos, la plaza la hicimos nosotros, incluso desmalezamos todo, sin que nadie nos diera una mano. Y queremos pagar por el lugar, no pretendemos que nos lo regalen; incluso, abonar los impuestos, todo… Nadie nos mandó. Decidimos instalarnos porque vimos que venía gente como César González, que sabemos que se dedica a ocupar y vender terrenos, que organizó la toma del barrio El Frutillar, y preferimos ponernos nosotros”, contó.


“No se vende ningún terreno.”

“Donde sí venden los lotes es allá (señaló la toma ubicada detrás). Ayer desfilaban los autos. Estaba la hermana de César González, Alejandra; nosotros tuvimos que venir y quedarnos acá, por miedo a que quisieran ofrecer también esto”, agregó.

El joven aclaró que ellos no tienen contacto con nadie de Tierras y Viviendas. “Quisimos comunicarnos, pero no nos respondieron. Nuestra intención es buscar un acuerdo, pagar el terreno”, explicó.

Una chica, que también se ubicó en el lugar, afirmó: “No pretendemos que venga el Gobierno y nos diga ‘les damos la casa’. Nuestra intención es pagar y hacer nuestro hogar, porque deseamos quedarnos en el barrio”.

Otro joven remarcó la necesidad de generar un diálogo: “Estaría bárbaro llevar a cabo una especie de mediación, conversar… Si no, parece un teléfono descompuesto…”.

 

Cristian Masello/ Fotos: Facundo Pardo

Te puede interesar
Ultimas noticias