28/07/2020

SILVINA GARCÍA LARRABURU “Un ángel que vela por los olvidados”

Christian Masello
SILVINA GARCÍA LARRABURU  “Un ángel que vela por los olvidados”
Profunda admiración de la senadora Silvina García Larraburu.
Profunda admiración de la senadora Silvina García Larraburu.

La senadora Silvina García Larraburu se crió en una familia políticamente mixta. La madre, radical (Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia como referencias permanentes); el padre, peronista ferviente, con Evita en el santoral. Una biblioteca poblada por libros de uno y otro pensamiento. Más allá de las diferencias, la comprensión y el amor en cada gesto. Por ejemplo, cuando falleció Perón, la mujer no dudó en brindarle a la pareja sus ahorros, obtenidos con su labor como docente, para que comprara un pasaje de avión y así pudiera llegar a despedir a su líder.

La infancia de la legisladora estuvo poblada de encuentros con amigos, asados de fin de semana donde las discusiones de modelos eran el factor común. Se opinaba, pero siempre en el marco de la tolerancia; había polémicas, pero luego la vida continuaba por los cauces normales. Las ideas del otro se respetaban.

“Gracias a los relatos que oía, y a esos debates acalorados, pude palpar lo que era la política, la diversidad de ideas que había en el país, y también en mi casa”, señaló la senadora.

Diario El Cordillerano: – ¿Qué significaba Evita para su padre?, ¿le hablaba de ella?

Silvina García Larraburu: – Él era un ferviente peronista, fundador de la escuela de peronismo de La Pampa. Mi mamá y mi papá siempre estaban atentos a las necesidades de los demás, y procuraban ayudar. El tiempo en que mi padre estuvo al frente del Banco Hipotecario, durante la época gloriosa de la entidad, fue un gran gestor de viviendas para muchos barilochenses. Me he encontrado con gente que me ha dicho: “Gracias a tu papá, tengo la casa”. Pensaba que, para una familia, era fundamental contar con un hogar propio, en especial para los trabajadores, para las personas que hacían un gran esfuerzo para sostener una familia; consideraba que pagar un alquiler era plata dilapidada. Y siempre hablaba de Evita, que era una bandera para cualquier militante de base del peronismo.

E.C.: – Entonces, las referencias iniciales de Eva provinieron de él.

S.G.L.: – En principio, vinieron de él; después, a medida que crecí, también dentro del camino del peronismo, se acrecentó mi admiración por lo que significó esa mujer, abanderada de los humildes, que supo entender como nadie los intereses de los postergados, y representarlos. Además, también se enfrentó a las mujeres de la oligarquía, en defensa de sus descamisados. Ella se volvió, sin duda, carne en mí; me generó una profunda admiración y un ejemplo a seguir. Hoy en día, a pesar de los avances y las luchas, nos cuesta estar en posición de igualdad con los hombres, que están acostumbrados a detentar el poder, sobre todo en una sociedad como la nuestra, que aún posee fuertes resabios machistas. Supongo que, para ella, en aquellos tiempos, fue mucho más difícil, y eso es lo que la hace más grande. Pensemos que, en 1951, por ejemplo, una movilización popular, protagonizada por la CGT, la columna vertebral del movimiento, pidió su candidatura a la vicepresidencia; nunca un pueblo se había encolumnado detrás de una mujer como lo hizo con Evita. Esto significó un hito político, un antes y un después en nuestra historia, en la representatividad que comenzaron a ganar las mujeres, a partir de su liderazgo en la arena política. Ella dio el puntapié inicial, nos abrió la puerta para esta gran batalla que aún damos.

E.C.: – ¿Qué momento de la vida de Eva le hubiera gustado compartir con ella?

S.G.L.: – Sin duda, me hubiera agradado mucho trabajar en la Fundación Eva Perón, y juntas llevar dignidad a los descamisados, entregar juguetes a aquellos niños que nunca habían recibido nada… Con la gran tarea social que hizo a través de esa entidad, llegó a los rincones más recónditos de la patria. Me hubiese gustado militar con ella, y, también, acompañarla cuando estuvo enferma, cuando votó, con el cuerpo débil, pero un corazón enorme (el 11 de noviembre de 1951, la primera vez que las mujeres sufragaron, Eva lo hizo en una urna que las autoridades de mesa habían acercado al policlínico de Avellaneda donde estaba internada, tras haberse operado de cáncer de útero). Solo nos hubiésemos tenido que mirar y expresar nuestro sentir en un fuerte abrazo, para acompañar con humildad su esfuerzo, su trabajo, eso de estar las veinticuatro horas en pos de los postergados, cuando no se duerme porque se piensa en lo que se debe hacer al día siguiente.

E.C.: – Si le dieran la posibilidad de que Evita apareciera frente a usted, durante apenas unos minutos, ¿se le ocurre algo que le quisiera decir o preguntar?

S.G.L.: – Le pediría que siga guiándome, para no correrme del eje del esfuerzo cotidiano, de toda la ayuda que uno puede dar desde la gestión. También, que me acompañara a poner en valor la política en aquellos ámbitos donde se ha visto desvirtuada por los medios hegemónicos, que tanto daño le hacen a la actividad. Le daría las gracias por todo lo que llevó a cabo por nuestro país… Lamentablemente, se fue muy joven. El cuerpo no la acompañó en esa batalla feroz que tenía a diario, pero dejó, en su corto paso por esta tierra, una huella imborrable. Fue un ángel que aún vela por los olvidados. Además, le preguntaría si fue feliz, y si lo es ahora, luego de ver todos los derechos importantes que se han conseguido en la patria, y también lo que significa ella para la humanidad.

E.C.: – ¿Cómo calificaría lo que representa para usted?

S.G.L.: – Soy una mujer peronista y militante; Evita es la bandera que nos guía. Nos enseñó lo que es la empatía, lo que es sentir el dolor del otro, salir de la zona de confort, ir a la búsqueda de soluciones para la gente olvidada.

E.C.: – ¿Se le ocurre compararla con alguna otra figura, viva o muerta, ya sea mujer u hombre?

S.G.L.: – No creo en las comparaciones personales. Existen, existieron y existirán figuras muy importantes: en el caso de nuestro país, Perón, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Alberto Fernández, y, también, organizaciones de mujeres, como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que tanto hicieron por la democracia, antepusieron su lucha y salieron a flote a pesar del profundo dolor que tenían que afrontar. Cada cual con su impronta y su historia, son todos admirables; pero Eva dejó una cadena irrompible con la gran mayoría del pueblo argentino.

Christian Masello

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