28/07/2020

OVIDIO ZÚÑIGA: “¡Cuánta grandeza para decidir qué espacio debía ocupar!”

Christian Masello
OVIDIO ZÚÑIGA:  “¡Cuánta grandeza para decidir  qué espacio debía ocupar!”
Ovidio Zúñiga recordó el día que Perón y Evita estuvieron en el balcón de la Intendencia de Bariloche.
Ovidio Zúñiga recordó el día que Perón y Evita estuvieron en el balcón de la Intendencia de Bariloche.

Ovidio Zúñiga no es peronista; es el peronismo encarnado, con sus logros y deudas. Hombre fuerte de la Unión de Trabajadores Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) en Bariloche, no teme referirse a lo que no le agrada, por más que involucre a su propio partido. La idea de que el justicialismo es un movimiento abarcador se aprecia en forma notoria cuando habla. Pasó los setenta años. Su vida es un fresco variopinto: los logros sindicales, el acompañamiento en las urnas, un escaño como diputado nacional, las rivalidades, las internas, el derrumbe, la cárcel, las pérdidas, la resurrección…

“La primera fue una noche de mierda; durante horas me quedó en la cabeza el sonido del arrastrar de las rejas cuando cierran detrás de uno…”, recordó, acerca de su paso por el calabozo.

En junio de 2016, Ovidio fue encarcelado por una supuesta defraudación producida en 1999 en torno al hoy extinto policlínico Arbos. Su abogado, tras hablar con la fiscal, le dijo: “Van a pedir seis años de cárcel, pero hay una alternativa”. “¿Cuál?”, preguntó el sindicalista. “Que se declare culpable; de esa manera, podremos arreglar dos años de prisión en suspenso”, contestó el letrado. “Ni loco; voy a pagar por lo que no debo, pero cuando salga quiero continuar con lo que siempre hice, en mi pueblo, donde nací, vivo y moriré”, manifestó el gremialista.


“Yo era muy chico cuando estuvieron acá, pero me contaron que Evita abrazó a mi abuela.”

Pasó un año y medio en el penal de Esquel, hasta que la Corte Suprema anuló la condena. “La causa quedó cerrada, pero no hice ninguna demanda para ver si cobraba por el tiempo que estuve adentro; no me parecía prudente”, afirmó.

Está convencido que todo fue una “cama”. “Me la preparó ‘El Gringo’ Soria (Carlos, asesinado en las primeras horas del 1° de enero de 2012, por un disparo efectuado por su mujer, Susana Freydoz), cuando estaba en la SIDE”, aseveró, para luego recordar que la rivalidad entre ambos había comenzado mucho antes, en la interna justicialista: “Todo arrancó en 1989, cuando él era renovador, y yo, menemista”, señaló.

Del período en la cárcel, quedan instantáneas mentales: la leve sensación de libertad que significaba transitar las dos cuadras y media que separaban el pabellón del lugar donde realizaba un curso de panadería; las ganas de, pese a todo, salir entero; el dolor sin nombre de enterarse que dos bisnietos habían fallecidos en un incendio… y el silencio de los otros dieciséis internos, en señal de respeto, para acompañar el duelo.

Al salir, ni siquiera lo dudó, su andar continuó por el sendero donde sindicalismo y política marchan tomados de la mano.

Aún añora una Argentina que nunca fue, en la que se hubiera impuesto la tercera posición impulsada por Juan Domingo Perón (ni liberalismo ni comunismo; una propuesta que no pretendía ubicarse en medio, sino ser superadora de esos antagonismos), y siempre tiene presente a su tío, don Juan Gregorio Zúñiga, afiliado al peronismo desde la primera hora, que le transmitió su admiración por el líder justicialista, y, claro, por Evita.

El Cordillerano: – Usted era muy pequeño cuando Eva murió, ¿qué recuerdos tiene de su infancia en relación a ella?

Ovidio Zúñiga: – Desde 1945, toda mi familia fue peronista. Mis hermanos mayores me comentaron que, cuando Evita vino a Bariloche, abrazó a mi abuela, que murió en 1973 a los ciento tres años.

E.C.: – Aquella única visita de Eva a la ciudad, en 1950, junto a Perón, supuestamente fue para ver el emprendimiento de investigación atómica en isla Huemul.

O.Z.: – Una actividad que no se interrumpió, desde el momento en que Perón la puso en funcionamiento, es la del Centro Atómico. Qué país tendríamos si la Argentina hubiera continuado con el dogma de la tercera posición.

E.C.: – ¿Cómo diría que fue el accionar de Evita dentro del peronismo?

O.Z.: – Ella fue quien movilizó a los trabajadores en 1945, junto con Espejo (José Gregorio) de la CGT, cuando a Perón lo llevaron a la isla Martín García. Otra cosa: cuando viajó a Europa, actuó como una muy buena embajadora. Además, participaba de las asambleas sindicales. Si se enteraba de que le querían hacer un paro a Perón, iba a discutir en persona, para ver cuál era el razonamiento que llevaba a la medida de fuerza. Eso es altamente valorable. Pudiendo tener otro tipo de actitud, debatía con los trabajadores… Me imagino a un trabajador cuando aparecía Evita.

E.C.: – Para hablar cara a cara…

O.Z.: – Claro, para decir: “Dígamelo a mí, charlemos, discutamos”. Evita fue una mujer excepcional, en el sentido de que, por su propia capacidad, buscó cuál era su rol.

Tuvo mucha nobleza para no interponerse en el camino del otro, y así evitar una fractura en el peronismo.

E.C.: – No pretendió enfrentarse a Perón, sobrepasarlo…

O.Z.: – Exacto, ¡qué grandeza para decidir qué espacio debía ocupar! Perón, cuando la veía trabajar, decía que, si los argentinos no éramos capaces de incluir a las mujeres en la fuerza laboral, perderíamos el cincuenta por ciento de la posibilidad de evolución de la Argentina. Era tan diferente la ayuda social que planteaban Evita y él, a lo que se ha visto en estos años con el asistencialismo… A veces tengo la sensación de que hay muchas generaciones que se acostumbraron a recibir, sin esperar que el trabajo sea el generador. Una cosa es el acompañamiento en la estrechez; otra, vivir de la necesidad.

E.C.: – Usted ha sido crítico con el kirchnerismo, ¿qué siente cuando se compara a Cristina Fernández con Evita?

O.Z.: – Hay una diferencia abismal. Yo conviví con Cristina en la Cámara de Diputados de la Nación. Nunca tenía una mirada integradora hacia las compañeras y los compañeros; siempre fue muy sectaria. Es muy soberbia.

E.C.: – ¿Cómo calificaría la relación de Eva con los sindicatos?

O.Z.: – Fue extraordinaria, tal es así que la CGT quería que fuera vicepresidenta. El vínculo con los trabajadores era maravilloso, no a partir de la dádiva, sino que intentaba que el esfuerzo de cada uno tuviera la compensación que merecía.

E.C.: – ¿Cree que Perón quería que fuera vicepresidenta?

O.Z.: – No lo sé. Había mucha presión de parte de sectores militares… A mí me parece que Perón garantizaba la gobernabilidad, no por el justicialismo mismo, sino por las fuerzas de la derecha... Creo que él visualizaba la presidencia de Evita para después de su segundo mandato; que reservaba una tercera etapa con ella, para fortalecer el dogma y la doctrina… pero eso no lo puede saber nadie.

E.C.: – Si eso hubiese sucedido, ¿habría significado un giro a la izquierda?

O.Z.: – Yo no la encasillo en la izquierda, es más, no tenía nada que ver con ese pensamiento. Los montoneros se han parado en Eva por el sentimentalismo, pero fue una excusa para tener una posición (en los setenta, un cántico habitual de los militantes era: “Si Evita viviera sería montonera”). Ella no tenía más ambición que la felicidad del pueblo, y eso le permitía a ellos prosperar, no los entorpecía. En cambio, Perón significaba un problema.

E.C.: – ¿Por qué?

O.Z.: – Porque tenía una proyección política donde alternaba la tercera posición.

E.C.: – ¿Quién fue más importante para los sindicatos argentinos, Perón o Evita?

O.Z.: – Perón. Ella era el sentimiento, la sensibilidad, pero él le dio a los sindicatos lo que tenemos hoy; decía que las organizaciones sobre las cuales se armarían las naciones del futuro eran las de los trabajadores.

E.C.: – Evita, entonces, brindaba la emoción…

O.Z.: – No es que la quiera minimizar, al contrario. Hay cosas que, en una sociedad, deben conjugarse. No siempre el bienestar lo marca la política del que conduce; en este caso, lo planteaba Evita, al recordar a las familias, los niños, la necesidad de vivienda.

E.C.: – Desde la CGT, el año pasado propusieron que la beatificaran, ¿está de acuerdo?

O.Z.: – No, me parece que generaría un revanchismo donde no debe haberlo. Ella tenía muchas contras, y, sin embargo, llegó un momento en que el mundo la reconoció; no hay necesidad de impulsar algo que pueda manchar lo grande que fue. Su figura es tan importante que algunos quieren utilizarla en un sentido equivocado, y yo no quiero hacerlo. La respeto, y siento que ha sido fundamental, pero no deseo que aparezca una situación donde se realiza un mal uso suyo. Creo que hay que reconocerle el protagonismo que tuvo en el país, que fue extraordinario, cuando el mundo salía de una situación muy grave (en 1945, finalizó la Segunda Guerra Mundial). De ahí, a escudarme detrás de ella, para poder plantear una idea, me parece que es falaz e hipócrita.

Christian Masello

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