28/07/2020

BLAS ELOY MARTÍNEZ : Recordó como su padre creó “Santa Evita”

Christian Masello
BLAS ELOY MARTÍNEZ : Recordó como su padre creó “Santa Evita”
Blas junto a su padre, el escritor Tomás Eloy Martínez.
Blas junto a su padre, el escritor Tomás Eloy Martínez.

Si hay que hablar de libros sobre Evita, más allá de los que llevan su firma, resulta curioso que el más destacado no sea una biografía o un ensayo, sino una novela, aunque centrada en hechos verídicos… Ahora bien, hasta qué punto es real lo que se lee, y dónde se expande la imaginación del autor, nadie lo sabe. El texto en cuestión es “Santa Evita”, de Tomás Eloy Martínez, una obra publicada en 1995 que logró lo que pocas consiguen: aunar el éxito popular con el reconocimiento de la crítica literaria.

El escritor y periodista, a través de las páginas, va y viene por diferentes momentos de la vida de Eva y la historia argentina, pero el relato tiene como eje su cadáver, quizá el verdadero protagonista del libro. La narración deja traslucir cierto encantamiento que provocaba el cuerpo sin vida en quienes estaban junto a él, así como una maldición implacable, que tarde o temprano se materializaba en algún hecho concreto.

Un país necrófilo en el que se piensa, a partir de la mentalidad golpista de los usurpadores del gobierno, que al desaparecer un cadáver, se evaporarán los sentimientos nacidos por esa mujer embalsamada, la cual, a pesar de los ojos cerrados, ve pasar la locura frente a ella desde el fondo de una caja mortuoria.

Un ser que, desde la muerte, exuda virtudes y defectos, a la vez que no deja de generar sentimientos extremos.

Tomás Eloy Martínez, que falleció el 31 de enero de 2010 a causa de un tumor cerebral, ya se había metido con la otra mitad del simbolismo justicialista, al escribir sobre el propio líder en “La novela de Perón”, publicada en 1985.


El museo de Los Toldos.

El escritor tuvo varios encuentros con el general en Madrid, que quedaron registrados en cintas de audio.

Ese abordar a los emblemas justicialistas llevó a que muchos lo consideraran, erróneamente, peronista.

El quinto de sus siete hijos (nacidos de tres parejas), Blas Eloy Martínez, recordó el proceso de creación de “Santa Evita”: “Él era de investigar muchísimo, y a la hora de escribir no era rápido, así que fue un proceso duro, le llevó mucho tiempo de búsqueda de documentos, y entrevistas con gente que había sido responsable del ocultamiento del cadáver… Además, era obsesivo con los datos, y muy amante del proceso de averiguación y del descubrimiento de cosas nuevas. La novela le llevó como diez años, más o menos”.

Blas, que -además de licenciado en Ciencias Políticas- es cineasta (entre sus creaciones, cabe resaltar la película “Entre Perón y mi padre”), trabajó en los guiones de una serie que se basará en “Santa Evita”. En ese sentido, apuntó: “Serán ocho capítulos, que va a dirigir Rodrigo García, el hijo de Gabriel García Márquez, y la hará la cadena Fox”.

En una charla donde convivieron política y letras, Blas recordó a su padre, ese hombre que santificó con la mejor de las prosas el derrotero del cadáver de Eva; el narrador que, antes de morir, quiso mirar una última vez el mar, para, luego, continuar con la escritura.

El Cordillerano: – ¿Qué opina de la novela “Santa Evita”?

Blas Eloy Martínez: – Es uno de mis libros favoritos. Me parece que es parte de una historia que tiene una riqueza enorme. Además, lo más difícil de hallar es el tono de una novela, y creo que mi padre lo encuentra. Tiene grandes aciertos, como ponerse como personaje, relajar la investigación con la historia, jugar con tiempos diferentes… A mí me encanta, pero tampoco sé si soy demasiado objetivo -sonrió.


E.C.: – En el libro, ¿cuánto hay de verdad y cuánto de ficción?

B.E.M.: – Es muy difícil de saber. Mi padre era muy fabulador. Mentía muy bien, y enlazaba sus invenciones con la realidad, algo que nos encantaba, y les fascinaba principalmente a los lectores. Al mismo tiempo, Argentina es tan fantasiosa que invita a que esa articulación fluya. Aunque no te podría decir un porcentaje, hay mucho de fantasía, sin duda, y varias cosas que creemos que no pasaron sí sucedieron.

E.C.: – ¿Cómo describiría el vínculo de su papá con Perón?

B.E.M.: – Mi padre encontró en Perón el protagonista literario que siempre había buscado, una materia prima sumamente interesante para trabajar y novelar, alguien mítico, que tenía una carga ficcional ya muy fuerte. Mi papá era muy antiperonista, pero, al mismo tiempo, uno termina encariñándose con el personaje sobre el que escribe, y creo que, en ese sentido, lo seducía; al mismo tiempo, era muy crítico de sus gobiernos.

E.C.: – Justamente, al haber escrito acerca de Perón y Evita, muchos todavía creen que era peronista.

B.E.M.: – Existe una confusión muy grande. De hecho, hay personas que todavía se sorprenden de que mi padre fuera antiperonista, tenían la creencia de que era justicialista por haber trabajado tanto sobre Perón, pero a él lo seducía como personaje, con todas sus complejidades y matices. En definitiva, Perón cuenta la historia del país; a través suyo están nuestras virtudes y defectos, entonces relatarlo es también una forma de narrar la Argentina.

E.C.: – Para usted, ¿qué representa el peronismo?

B.E.M.: – Estoy afiliado al partido. De los hijos, soy el único peronista, una especie de oveja negra. Para mí, Perón cambió la historia de Argentina para mejor, hay un quiebre histórico con él… Aparte, soy un estudioso del justicialismo, podría hablar durante horas… He hecho muchos programas sobre el tema, porque aún me parece un caso de estudio, y, al escarbar, te das cuenta de lo moderno que era Perón. A mí, el líder que más me interesa no es el presidente, sino el que estuvo en el exilio dieciocho años, y aun a miles de kilómetros, sin internet ni celulares, logró manejar ese movimiento tan heterogéneo. Me parece una cosa única.

E.C.: – Y sobre Evita, ¿qué piensa?

B.E.M.: – Es muy importante lo que representa para la mujer y el movimiento feminista: sin recursos, hija natural, en una Argentina sumamente ortodoxa que despreciaba a la gente de su clase, llegó a ser la mujer más poderosa del país, a fuerza de construirse a sí misma, de formarse y generar una oratoria y una sensibilidad que no tuvo ningún otro político; fue la primera en dialogar con su pueblo, desde el balcón hacia la plaza. Me genera una admiración profunda. Lo que me intriga es que murió muy joven, a los treinta y tres años, y no vivió el proceso que puso a prueba el peronismo. Falleció cuando recién empezaba la crisis económica. Vivió los años de gloria, entonces siempre me pregunto cómo hubiera actuado en la época más complicada.

E.C.: – ¿Qué decía su padre sobre ella?

B.E.M.: – Con Evita era más benevolente que con Perón. Consideraba que era una mujer dura y, en cierta forma, autoritaria, pero, al mismo tiempo, con una sensibilidad muy grande; le reconocía eso de haberse hecho sola y desde abajo.

E.C.: – Al estar tan sumergido en la historia de Perón, para él, ¿Evita fue la prolongación natural?

B.E.M.: – Sí, era la continuación. El logro fue contarla haciendo foco en el cadáver, que es la parte de la historia de Evita más ilógica, más fantasiosa; es casi increíble que algo así haya sucedido, y sin embargo fue real.

E.C.: – En el libro, su padre da a entender que existe cierta maldición alrededor del cadáver, ¿cree que el anatema alcanzó a su papá?

B.E.M.: – Él se encontraba seguro de eso –rió-. Pensaba que había sido tocado por la maldición de Evita, y que cualquier cosa que pasara estaba relacionada. De hecho, mientras escribía la novela, se enfermó, le extirparon un riñón… Todo el tiempo contaba que le pasaban desgracias, y estaba convencido de que se debía a eso. Aún hoy bromeamos al respecto… Participé de una serie que va a hacer Fox, sobre “Santa Evita”; se iba a empezar a filmar en marzo, así que la maldición sigue activa… Mi padre era muy supersticioso.

E.C.: – Poco antes de que falleciera, usted y sus hermanos lo llevaron a ver el mar por última vez. ¿Cómo recuerda ese momento?

B.E.M.: – Fue emotivo, porque fue quince días antes de que muriera. Lo llevamos a una casa que tengo en Mar de las Pampas. Hicimos el viaje y, allá, entre todos lo transportamos hasta la orilla… nos costó, era bastante pesado… Tocó el agua y, a los cinco minutos, dijo: “Volvamos, quiero seguir escribiendo”, cosa que hizo hasta pocas horas antes de morir. Casi no podía hablar, pero siempre estuvo lúcido. Pulsaba una tecla por minuto… Hasta su último suspiro, hizo un esfuerzo tremendo para escribir.

Christian Masello

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