04/07/2020

¿QUÉ SERÁ DE…? Oscar Valverde y Guillermo Lowther, un binomio con cientos de anécdotas

Martín Leuful / Fotos: Raúl Bellido
¿QUÉ SERÁ DE…? Oscar Valverde y Guillermo Lowther, un binomio con cientos de anécdotas

Tuvieron la oportunidad de correr juntos en varias ocasiones en las fechas del rally. Desde multas de tránsito hasta cenas donde los que querían ayudarlos a competir batallaban por un lugar.

Como todos los pilotos de antaño, tuvieron la suerte de estar en un pueblo apasionado por los fierros y con gente que, sin esperar nada a cambio, acompañaba desde dónde podía. Amigos, conocidos, desconocidos que aportaban lo suyo para que en cada competencia esté lo mejor de la ciudad.

Oscar Valverde nació el 15 de mayo de 1964 en Bariloche, es hijo de Humberto Valverde y de Herminia Giménez. En pareja con Alejandra Silva tuvo dos hijos, Nicolás y Carolina. Terminó su primaria en la Escuela 16 y la secundaria en el Ex Colegio Nacional Doctor Ángel Gallardo. Guillermo Lowther nació el 10 de julio de 1962, hijo de Carlos Lowther y de Susana Radaelli. Está casado con Astrid Meznar y tiene dos hijos, Alejandro y Diego. Culminó sus estudios primarios en la Escuela 185 y el secundario en el Nacional Ángel Gallardo.

Ambos tienen una historia de vida bastante peculiar, siempre relacionada con los autos. Lowther tuvo la fortuna de estar en todo lo que se puede estar dentro de las competencias. Barrió el taller de Aníbal Eggers, tuvo que lavar el auto de los hermanos Galindo. Corrió algunos super primes. Fue navegante de Flavio Galindo y de Oscar Valverde. Organizó el primer Rally de la Montaña, transmitió carreras en vieja Tribuna Deportiva, cubrió para El Cordillerano un campeonato nacional de rally.

Los inicios de ambos

Valverde indica que “desde chico estuve vinculado a la mecánica, siempre fue mi ilusión subirme a un auto, la primera vez que lo hice mi papá me llevó al colegio 16, tenía 11 años, en un Peugeot 504 que era el auto de Humberto Caram y que corría mi papá de acompañante, y quedé alucinado.

Luego trabajando con mi papá a los 17 años, Alejandro Miglio viene con un Renault 12 a correr un nacional a Bariloche y me llevó a probar el auto y la verdad quedé alucinado. De ahí en más empecé a pensar que me tenía que armar un auto y fue la ilusión de mi vida”. Guillermo Lowther dice que “tengo recuerdos de esconder el portafolio en la primaria y escaparme haciendo dedo a Pilca a ver las carreras, a los 17 años entré en la peña del Flaco Eggers, era uno de los pocos no taxistas, pero era amigo de todos los taxistas que la integraban. Me quedé con la peña, viajábamos a todos lados, cuando podía acompañaba a hacer hoja de ruta, te sentabas atrás y mirabas. Eran hojas de rutas que iban General Roca-Catriel, Catriel-Zapala, Zapala-San Martín de los Andes, San Martín de los Andes-Bariloche, era una vuelta completa 15 días y una sola pasada. Cada tramo tenía 100 kilómetros. Oscar fue al colegio con mi hermano, pero mi hermano, el Gringo, era del palo del Rock and Roll, yo tenía más afinidad con Oscar porque nos gustaban los autos de carreras. Cuando se termina la peña del Flaco Eggers, no se hizo nada y fue cuando los Galindo deciden armar el 147 en lo del Vasco Iparraguirre y armamos una mini peña, porque éramos pocos, estaban el Pescado Dagoberto Galindo, Pipi Hanek, el negro Emilio Rubén Durán y yo. Estuvimos ahí como cuatro años con ellos. Después empiezo en la radio con José Jalil en 1995 en Tribuna Deportiva y después empezamos juntos con Titín Manusia en la radio del Diario El Cordillerano, después pasé a hacer prensa de un rally en Bariloche. En el 2001 hago toda la cobertura de rally para el Diario El Cordillerano”.

Primer Rally de la Montaña

Lowther cuenta que “en el 2003 con Alberto Icare intendente, organizo mi primera carrera, El Coronación del Zonal, recuerdo el parque de asistencia en la base del cerro Catedral. Esa carrera se hizo a fines de noviembre y me ayudó mucha gente: Eduardo Bravo, el padre del Turco Catalán, Roberto Sorda, Oscar Valverde, Carlos Zeiss, Antonio Jalil, mis hijos, Raúl Bellido, y ese año cuando me fui a asumir la Secretaría de Deporte de la provincia, me avisan que nos iban a entregar un premio porque Bariloche había sido elegida la mejor carrera. Me acuerdo que le pido a Eduardo armar el Regata de los Bravo para que hagan de auto cero, y lo manejó Matías Jerman”.

El Fiat 147

Oscar Valverde expresa que “sale a la venta el Fiat 147 y tengo la oportunidad de comprarlo, decido que se lo iba a regalar a mi señora, Alejandra. Me lo entregan un viernes, me entero que había una trepada al cerro Catedral. Entonces le digo que lo había visto, pero que lo tenía que dejar en la agencia porque no le habían hecho los services correspondientes. Todas mentiras. Lo metimos adentro del taller, le sacamos todo el tapizado, le pusimos una jaula antivuelco que nos prestó Desa, de esas jaulas que se abulonaban, le abulonamos la jaula, le pusimos una leva que habíamos conseguido prestada y el domingo voy y gano la trepada al Catedral. Me hacen notas en el diario, en la tele. El domingo mismo desarmamos todo, le sacamos la jaula, le pusimos el tapizado. El lunes a la mañana me pregunta si iba a ir a buscar el auto. Le habíamos agujereado el piso para ponerle la jaula y tapamos los agujeros con cinta, le pusimos las alfombras arriba. Cuestión que se sube al auto y me dice: la próxima vez lo hacés vos al service, el auto hace ruido por todos lados, estos trabajan muy mal. Bueno, a media mañana le conté que había ido a correr y que había ganado. Ese auto lo vendí y compré un auto para correr que era el gacel que me da a pagar en cuotas García Jurjo”.

Ayudar a Bavastro

Ambos recuerdan que “en 1992 nos viene a buscar Quique Bavastro y dice que hiciéramos macanas, que manejemos tranquilos, pero que le teníamos que cubrir las espaldas para que él pueda ganar el campeonato. Nos da un motor, caja, semiejes nuevos, armamos todo el auto. Miguel Marzali me reformó la jaula y fuimos a cubrirlo con Willy de navegante. Finalmente Enrique ‘Quique’ Bavastro gana el campeonato. Recuerdo que llegamos a la habitación del hotel y Willy me encerró en la habitación del hotel, se llevó la llave y me vino a buscar al otro día para que yo estuviera bien para largar”.

Un lomo heavy

Rememoran Valverde y Lowther un tramo de competencia en Bariloche que se largaba en el Nahuel Hue. “Había un lomo que era muy bravo y a la noche le pasaron la máquina. Antes de largar, el gordo Raúl Bellido, buscando lugares para las fotos, ve que le habían pasado la máquina. Entonces nos llama por teléfono y nos pregunta cómo teníamos anotado el lomo ese. Y nosotros le dijimos que lo teníamos de una y media y nos dice, tachalo y le ponen a fondo. Bueno lo pasamos a fondo, volamos y el auto se apoyó en una rueda y se acomodó”.

Amigos

Ambos piensan que “el deporte nos dejó puertas abiertas en todos lados. Muchos amigos”. Oscar Valverde dice “tomé café con Gabriel Raies. Antes de la pandemia estuve comiendo asado con Chirola Suriani, cuando él debuta con un gacel amarillo, yo me acuerdo que a Chirola le tuvieron que enseñar a desacelerar porque andaba a fondo. Por ejemplo, voy a lo de los Debasa y no me dejan irme, esa clase de cosas. Recuerdo un tipo que trabajaba de mozo, un día viene con el sobre de su sueldo y me dice ‘Mira esto es lo que necesito para vivir, el resto te lo doy a vos para que corras’.

Por su parte, Lowther indica que hoy haría todo igual, “el único planteo que me hice mucho tiempo es si tuve que ver en el accidente con Caram, cuando pierde la vida, fue una locura porque era un enfermo de la seguridad, me llevó un año darme cuenta sintiendo de verdad que yo no pude evitar, que no tuve culpa, ni siquiera sacándome el lazo de encima, es que volcamos a 40 kilómetros por hora. Fue en la Vuelta de la Manzana del año 1992 haciendo hoja de ruta, en Paso Córdoba, faltaba un kilómetro y medio para llegar”.

Gracias a la vida

Los dos coinciden plenamente en que el deporte les dio todo. Guillermo Lowther dice “mi vida la repito íntegra. Todo lo que hice en mi vida lo hice convencido, si le hice daño a alguien, seguro no lo hice a propósito”. Por su parte, Valverde dice “Yo no le cambiaría ni un ápice, no le correría ni una sola coma. Todos los días me sorprendía con la gente”.

Los asados para correr

Ambos recuerdan que “cuando fuimos a correr la última competencia con Oscar era muy común que todo el mundo hacía asados para juntar dinero y en ese momento había varios binomios de la ciudad. Creo que la entrada salía $10 y corrían Estrada, Mono Díaz, Los Bravo, Los Galindo, Carlos Zeiss, había quince autos de Bariloche y eran quince asados todos los fines de semana. Entonces decidimos hacer un asado con una gran sorpresa y venderla a $15. Todos nos trataron loco. Se peleaban por nuestras tarjetas. Teníamos 100 lugares y vendimos 150 tarjetas. La sorpresa de la noche se la gana Salvador Cocco y con tan buena onda, nos dijo que no quería la sorpresa y que nos dejaba todo el dinero para que podamos correr más holgados. El asado ese se hizo en el quincho de los taxistas. Carlos Zeiss y Antonio Jalil hicieron todo para esa noche”.

La multa

Tanto Oscar Valverde como Guillermo Lowther dicen “en una carrera nos cuentan que estaba todo bien pero que la policía estaba un poco inflexible con la velocidad en los enlaces. Teníamos que ir a un especial en Plottier, no existía la multitrocha. Creo que viajamos a más de 120 kilómetros por hora. Detrás de un árbol había un policía con un radar, nos detienen y Oscar (Valverde) le intenta explicar, un poco enojado que estabamos en plena carrera, qué no molestara. Llegamos ese día a Sapac Automotores, que era el lugar del parque cerrado, dejamos el auto y nos vamos al hotel. Al otro día nos lleva Pablo Luzzardi al auto, era nuestro jefe de equipo. Nos deja y se va. Faltaban dos o tres minutos para entregar la tarjeta entonces apoyamos la tarjeta y cuando lo hacés no la podés sacar. El largador entonces nos dice que teníamos que pagar una multa, que era impagable, del día anterior. No teníamos ni para los puchos. Empezamos a llamar por la frecuencia a Pablo Luzzardi hasta que volvió y pagó la boleta y pudimos seguir en carrera”.

Martín Leuful / Fotos: Raúl Bellido

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