AHORA, A SACAR LA NIEVE…

| 30/06/2020

Un acercamiento a los trabajadores de la pala

Texto: Christian Masello Fotos: Fabio Hernández
Un acercamiento a los trabajadores de la pala
Nahuel y Esteban, en Nahuel y Esteban, en El Cordillerano.
Nahuel y Esteban, en Nahuel y Esteban, en El Cordillerano.

La inclemencia del tiempo, en Bariloche, trajo de regreso a los paleadores. La suya no es una actividad que pueda hacer cualquiera. Hay que abrigarse y salir a la intemperie, pala en mano. Caminar, ir a los aplausos por la calle para que el vecino se asome y ahí preguntar si quiere que se le franquee el paso.

La pureza de la nieve suele traer incomodidades. Una puerta bloqueada, una salida de garaje congelada, un auto que parece un fantasma por la cobertura helada…
Y ahí aparecen los salvadores de ocasión: “Señora, señor, ¿sacamos la nieve?”.

Clavan la herramienta en el suelo gélido y a transpirar.

Es una labor dura; la recompensa, variable. La mayoría no pide una suma fija, sino que se acomoda al bolsillo de quien convoca. Pero, ahí también, la cosa tiene sus bemoles.
Está la señora que ofrece una recompensa buena y el corazón en la mano en forma de una taza con té o café para aguantar el clima bravío; pero, también, los hay avaros que pretenden esfuerzos enormes -por ejemplo, despejar la cobertura glacial de un frente de tamaño considerable- por sumas ofensivas al sentido común.

En cualquier caso, el trabajador decidirá si emprende o no la tarea. Pero, en estos tiempos desahuciados, es difícil decir que no.
Claro que, aquella mujer que les brindó no solo unos billetes, sino el reconocimiento por su labor, en forma de palabras agradables y una bebida caliente, permanecerá en la memoria como un incentivo para seguir con la tarea.

En cambio, el tacaño no será muy bien recordado…
Pero el paleador, más allá de todo, continuará su deambular, sin renegar, e incluso agradeciendo la nevada que se le presenta como una ocasión de llevar algo de dinero al hogar.
Aplausos, un vecino que se asoma y… “¿Quiere que le saque la nieve de la entrada? A cambio de lo que pueda… es a voluntad.”

Nahuel

Nahuel Curipan tiene veintiún años. Alquilaba, pero desde la llegada de la cuarentena volvió a la casa paterna, en el barrio Las Quintas. “De pibe ya salía a sacar nieve”, recordó.

La nevada lo encontró sin empleo, así que volvió a agarrar la pala y marchó a buscarse el pan de cada día. Le gusta la carpintería, y se da maña. “Sé hacer banquitos de ciprés; cortás la madera con una motosierra, le das la forma, pulís”, explicó. Antes del parate económico en forma de pandemia, Nahuel vendió varias creaciones de ese tipo.

En la actualidad, se las arregla con lo que aparece. “Siempre sale algo, puede ser jardinería, cortar leña, hacer podas. Pero solo changas, la cosa está complicada”, señaló.
En cuanto a lo de sacar nieve con la pala, dijo: “Te encontrás con todo tipo de personas, pero la mayoría es gente buena”.

Sobre la labor, especificó: “Es complicada, porque debajo de la nieve siempre hay una capita de hielo… También es difícil cuando tenés que despejar un terreno con pasto; hay que hacerlo con cuidado para no sacar la tierra”.

La jornada, que empieza alrededor de las nueve y dura hasta que haya pedidos y fuerza para responder, deja “pies mojados y cansancio”, pero el muchacho no para de agradecer. “Todo suma… No hay que quedarse quieto”, manifestó.

Esteban

Esteban Herrera, del barrio Vuriloche, sale a sacar nieve junto a Nahuel. Como su amigo, tiene veintiún años. Vive con la madre, un hermanito y el tío. Y esto de desbloquear entradas y palear es algo presente en su vida desde la niñez. “Para mí, es como una especie de tradición. Cuando era chico, mis tíos, que ya lo hacían, me llevaban con ellos por los kilómetros hasta la cumbre… Limpiábamos casas enormes. Recuerdo una vez que fui con ellos y despejamos una calle en forma de lombriz, toda enroscada, de un barrio privado. Estuvimos todo el día, y en la junta vecinal hicieron una ‘vaquita’ para pagarnos”, contó.

Más allá de estas jornadas nevadas como paleador, Esteban suele hacer tareas de mantenimiento durante las temporadas, en propiedades de Colonia Suiza y en la zona del lago Gutiérrez. “Ando todo el día con la motosierra y la pala picota; entre otras cosas, instalo faroles y coloco cables subterráneos”, detalló.

Cuando la nieve se derrita, volverá a realizar esas labores en un complejo de cabañas.

Pero, más allá de los ingresos por esa actividad, padece la problemática económica como le pasa a una parte importante de la sociedad. Así, sobre la situación actual, moldeada por el coronavirus, opinó: “Te dicen que hay que quedarse en la casa, pero necesitamos salir a trabajar, porque no tenemos para comer, y menos para los vicios, porque yo fumo cigarros como una chimenea. Es un bajón, ya ni currículums de papel aceptan. De algo hay que vivir, las personas tienen hambre, falta el trabajo, la gente se desespera. Hay hombres grandes que, por necesidad, salen a palear… Los ves a las siete de la mañana, afuera, con la pala”.

Según Esteban, tanto él como su amigo tendrán varios días de herramienta en mano, ya que pronosticó: “Este año va a ser más áspero que el anterior, porque las nevadas vienen del sur”.

Nicolás

Nicolás Sandoval vive en el barrio San Francisco III. Hace tres años que, cuando llegan las nevadas, sale con la pala a recorrer la ciudad.

“Empiezo a las ocho de la mañana, a veces ni almuerzo, y recién vuelvo a mi casa a la noche; es como si estuviera en una empresa, me gano el día”, indicó. A sus veintiún años, Nicolás pasó por rubros diversos: “Trabajé en la construcción, fui ayudante de cocina… siempre trato de aprender algo”, dijo. Pero resaltó: “Ahora, con la pandemia, se complica bastante. Cuesta conseguir laburo; hay que rebuscársela como se pueda”.

Nicolás tiene dos hijos pequeños, por eso es que se alegra cuando, junto a la remuneración monetaria por palear, llega una bolsa con ropa o alimento. “Soy muy agradecido de la gente que me da trabajo”, aseveró.

Sobre los trayectos que sigue cuando camina con su herramienta, bromeó: “Voy a donde me lleve el viento”.

Juan Manuel

Junto a Nicolás, saca nieve Juan Manuel Velásquez, de veintinueve años. Se conocieron jugando al fútbol, e incluso compartieron trabajo en el ramo de la construcción.

Juan, que reside en el barrio 10 de Diciembre, hace dos años que sale a palear. También hace changas de cualquier tipo. “Es para ganar el peso todos los días”, apuntó.

Más allá de esta actividad temporal, es artesano, trabaja en madera y masilla epoxi, lo que le sirve “para sacar unos puchitos de plata” que colaboran para mantener a su familia (está casado y tiene tres hijos).

Luis

Luis Sandoval tiene veintiséis años y reside en el barrio 3 de Mayo. Si bien hace tiempo que vive en Bariloche, es originario de Pilcaniyeu.

En aquella localidad, en su adolescencia, ante las nevadas, paleaba con un amigo. “Los fines de semana, que no había escuela, íbamos donde sabíamos que nos darían la changa. Lo hacíamos para tener algo de plata, pero también por diversión, para poder salir. Ahora es por necesidad”, relató.

Esta es la primera vez que va con la pala por Bariloche.

Luis trabaja en la colocación de fibra óptica, pero las nevadas impiden esa labor, por lo que decidió retomar la herramienta. “El trabajo se reanudó hace quince días, pero ahora, con la nieve, no se puede realizar, entonces aproveché para hacer esto y sacar unos pesos, porque, con los meses que estuvimos parados, la plata no alcanza”, afirmó.

El muchacho aprovecha que cuenta con un vehículo para acercarse donde lo llamen y así conseguir algo de efectivo. “Vivo con mi novia en una vivienda que alquilamos. La dueña me entendió y aguantó los tres meses que estuve sin laburo; ahora tengo que ponerme al día y salir a flote”, remató.

 

Contactos
Aquellos que quieran solicitar la ayuda de los paleadores pueden contactarse con Nahuel al 2944611615; con Esteban al 2944797815; con Nicolás y Juan Manuel al 2944634816; o con Luis al 2942639350.

Texto: Christian Masello Fotos: Fabio Hernández

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