23/06/2020

¿QUÉ SERÁ DE…? Flavio “El Indio” Galindo, campeón argentino de rally en 1994

Martín Leuful
¿QUÉ SERÁ DE…? Flavio “El Indio” Galindo, campeón argentino de rally en 1994
Galindo en el 147 con el que fue campeón argentino.
Galindo en el 147 con el que fue campeón argentino.

Otro de los barilochenses que hizo vibrar al costado del camino a mucha gente que siguió todas sus campañas. Sus inicios fueron en el motocross, e integró el equipo que viajó a competir un latinoamericano en Perú.

Manso y sereno, dos de las características que siempre se han destacado en su personalidad. Pausado y tranquilo al hablar, Flavio José Galindo cuenta su historia deportiva, la que muchos barilochenses la vivieron al costado del camino y que guardarán en sus retinas por siempre. El local obtuvo el certamen nacional de rally en 1994, un año antes lo perdió por un punto. Fue campeón zonal y además fue protagonista de las competencias del motocross en nuestra ciudad.

Con 65 años, Galindo nació el 30 de noviembre de 1954 en nuestra ciudad. Hijo de Evaristo Galindo y Ofelia Galindo tuvo cuatro hermanos, Dagoberto, Nélida, Edgardo y Mirna. Cursó sus estudios primarios en la escuela 187 del barrio El Mallín y de allí en más, como los pibes de esa época, tuvo que arremangarse para salir a trabajar, es que había que parar la olla en su casa y ayudar a sus padres.

Se casó con María Inés Almonacid y tuvo tres hijas, Romina, Nancy y Jessie, las cuales le dieron cuatro nietos, Emma, Alex, Salvador y Elena. Criado en el barrio La Cumbre, a los 11 años ya trabajaba en el aserradero Capraro, tu tarea cuando salía del colegio, cuidar los animales y luego le preparaban un caballo, bajaba por Campichuelo y entregaba la leche que daban esos animales. En horas de la tarde-noche arriaba las vacas detrás de la ladera sur del Otto.

La primera moto

Galindo sigue relatando su vida e indica que “en un tiempo trabajaba en la carpintería de Guillermo ‘Willy’ Brandstetter que estaba ubicada en el barrio La Cumbre y que le hacía todas las artesanías a Fitz Roy. Un día Guillermo me dijo que no quería saber nada más con la carpintería y que me la alquilaba, yo tenía 16 años y la agarré. Comencé a trabajar con un primo. A partir de allí con mi trabajo y mi entrada de dinero, me compré una moto y allí empezó todo. Mi hermano Dagoberto también se compró una. La usábamos para la calle. Un día fui a la matiné del Cine Bariloche y cuando salí me la habían robado. La moto apareció y se la llevo a Hella Garagnani que me la iba a armar de nuevo. Ese fin de semana fui a mirar una carrera de motocross, me encantó y el lunes fui corriendo a que no me la armaran de calle, sino de cross”.

El debut

“Ese lunes, me fui a verlo a Cacho Rosas que era el mecánico de Hella. Me armó la moto y comencé a correr. Fue en el año 71 mi debut, existían dos categorías, senior que era la mejor y junior. Yo comencé en la menor. Anduve bastante bien ese año y al año siguiente me metieron en el equipo de doña Hella Garagnani. Estaban en ese equipo, Pichi Carrasquedo, Goyito Martínez, Enrique Rodríguez, Gustavo Ezquerra y yo. Era el equipo Gilera y nos auspiciaba Austral Líneas Aéreas, para nosotros era un sueño porque no poníamos un centavo”.

Viaje a Río Ceballos

Recuerda “El Indio” Galindo que “una de las primeras competencias que se hicieron fuera de Bariloche fue en Río Ceballos, de acá fuimos 16. Fuimos la sensación, los cordobeses estaban asombrados de vernos saltar en moto, aunque todo era medio campechano. Nos encontrábamos en la habitación del hotel y llegaban periodistas para filmarnos y éramos unos monstruos para ellos. Luego viajamos a Chile, a Lima, a los latinoamericanos donde nos encontrábamos con pilotos uruguayos, paraguayos, peruanos y chilenos. Me acuerdo que en un latinoamericano habían clasificado el primero y segundo que eran Goyito Martínez y Gustavo Ezquerra, pero Gustavo ese año no podía ir, era plena temporada y estaba comenzando con su empresa y me eligieron a mí. Fuimos en avión, pasamos a buscar a los chilenos a Santiago, fue un viaje inolvidable, a principios de 1973”.

La colimba

Muchos fueron los barilochenses que la hicieron, sobre todo en esa primera época de nuestra ciudad. “Me toca la colimba en el 74 y cuando salgo ya había comenzado la importación de motos, así que cuando voy a la primera carrera, ya todos tenían motos importantes. Goyito era piloto oficial Montesa, Valdés tenía una Mayco. Como a Goyito todos los años le daban motos, yo le compro a él la que dejaba, corrí un año más, me pegué unos golpes feos, no estaba entrenando, era como que se me había ido la motivación y para andar arriba de esas motos tenías que tener un entrenamiento espectacular, algo que no estaba haciendo, así que decidí dejar”.

Aníbal Eggers

Galindo es un hombre que al hablar relaciona las diferentes cosas que le fueron sucediendo en su vida. “Nada pasa por casualidad. Un día, manejaba el taxi y mi parada era el aeropuerto. Estábamos hablando entre varios compañeros y uno comenta que Aníbal Eggers había vendido un auto de carreras y no se lo habían pagado y que lo iba a ir a buscar y entonces preguntó si alguno quería acompañar a buscarlo. Fuimos a verlo a Aníbal y le dijimos que buscábamos el 128 y lo traíamos y que volviera a correr. Cuestión es que lo buscamos y faltaban 30 días para el Gran Premio de Bariloche que largaba en el Valle. Así comenzamos a apoyarlo. El navegante en ese tiempo era Carlos Basso, el papá del pibe que corre en la F-850.

Aníbal gana ese Gran Premio, fue grandioso, nos entusiasmamos tanto que la peña se hizo muy fuerte, hacíamos rifas de autos, terminamos sacando personería jurídica, teníamos presidente, secretario, vocales, el ‘Bocha’ Balercia era el presidente ¡un gran entusiasta!”.

Cambio de navegante y el primer zonal

Cuenta Galindo que “el navegante de Aníbal Eggers siempre fue Carlos Baso, un día Carlitos no puede ir y entonces luego de una reunión me eligieron a mí. Corrimos cinco años, hasta que el flaco se enfermó, cuando se recuperó logramos convencerlo que corra, pero ya no hablaba. Mirá cómo son las cosas que cuando íbamos a hacer la hoja iba mi hermano Edgardo Tito, sentado atrás. A partir de ahí mi hermano se forjó su futuro.

Cuando deja de correr Aníbal, se paró todo un año y un día dije que algo teníamos que hacer. Hablé con mi señora y mis hijas que eran muy chicas y decidí con ahorros que tenía comprarme un auto, era un 147, recuerdo que el ‘Vasco’ Iparraguirre nos prestó la mitad de su taller para preparar el auto. Debuté como piloto y navegado por mi hermano Edgardo Tito, en el 91. Corrimos dos por el Zonal y al año siguiente salimos campeones zonales. Es como que no tuvimos que pagar mucho derecho de piso por toda la trayectoria que traíamos”.

Al Nacional

Transmitiendo mucha paz en su relato, Flavio Galindo prosigue con su historia: “en 1993 decidimos hacer el Certamen Argentino en el Fiat 147, la verdad es que nos fue muy bien, nuestra primera victoria fue en el Rally de la Bandera en Córdoba, ganarle a los cordobeses en su tierra era muy bravo. Llegamos a la última fecha en San Martín de los Andes con poca diferencia y ahí por un tapón de Lovagnini, perdí la carrera en el último especial y me quedé con el subcampeonato. Llegamos empatados con los Velazco de San Luis y reglamentariamente si se empataba en puntos el certamen se lo llevaba el que más carreras en el año había ganado y ellos tenían una más que yo, igual la tomamos como una victoria”.

El campeonato del 94

Galindo sigue con su historia y expresa que “al año siguiente ganamos las tres primeras y faltando tres fechas ya fuimos campeones argentinos en la clase 1, era monomarca, todos 147, nadie tenía mayores ventajas, solo las reglamentarias, nosotros tuvimos la suerte de tener un auto armado con motores Barattero, la verdad teníamos un misil y con la experiencia del año anterior, no salimos a ganar carreras, salimos planteando ganar un campeonato, era otra la estrategia. Ya en San Luis fuimos con el campeonato en el bolsillo, pero nuestro compañero de equipo, Daniel Desa junto a Arturo Cabrini podían salir subcampeones y decidimos no viajar para no entorpecer. Desa tenía que salir delante del ‘Gancho’ Flores de Allen en el último especial el allense venía ganando por 5 segundos, en el último parcial, Cabrini le dice a Guillermo Lowther, ‘estoy abombado’, es que hacían 37 o 38 grados. Willy tenía un balde con hielo y se lo metió en el cuello entero, le salía agua por la botamanga. Largaron y le ganaron por 11, y ese año el campeón y subcampeón fueron de Bariloche en la 1”.

El reconocimiento de Bariloche

Galindo, piensa y agradece todo el acompañamiento de la ciudad para con sus ídolos deportivos. “Nosotros tuvimos la suerte que tienen muy pocos pilotos. Que nuestro pueblo le dé la importancia que se les tiene que dar a todos los deportistas. Me acuerdo que a Yeyé lo fuimos a buscar al Limay en motobomba, se armó flor de lío en la Mitre. Nosotros tuvimos ese mismo reconocimiento. Llegamos el lunes a la tarde y nos dio la bienvenida todo el pueblo, recuerdo que ‘Chiche’ Costa era intendenta y tuvo la amabilidad de quedarse como hasta las 10 de la noche para recibirnos. Además, fui Deportista del Año. Yo fui un privilegiado por mi pueblo. Después me quedó lo de la Manzana, tuve tres segundos puestos y un quinto. El año que salimos campeones que veníamos afilados, se anotó Caversan y la verdad no perdía nada porque era la única carrera que iba a correr y nosotros veníamos peleando el campeonato y la verdad largamos para cosechar puntos y salimos segundos”.

Eternamente agradecido

Galindo reflexiona y sobre el final indica que “yo creo que mi vida, de tener la oportunidad la transitaría igual, de lo único que me arrepiento es de haber fumado por 30 años. Pero yo le tengo que dar gracias a mis padres que siendo una familia muy humilde ellos siempre hacían el esfuerzo por darnos lo mejor. A la gente de Bariloche, a mis amigos, a mi compañera, mi señora, estoy locamente enamorado de ella. A mis hijas también, sin el apoyo de la familia vos no podés hacer nada y mi familia siempre me lo brindó para que yo pudiera correr. Agradecer a Dios que a pesar que hice locuras estoy vivito y coleando, claro, he pasado cosas tristes, se me fueron dos amigos, gente que trató de hacer lo mismo que yo, pero que se le truncaron los sueños, llegar a esta edad y contar tu historia, estar sano, y haber recorrido tantos kilómetros, tengo que ser agradecido. Además la vida me premió sobre la última etapa, haber podido correr con mi hija Nancy, fueron todos regalos de la vida, era mi sueño poder hacer una competencia con ella. Fue por el campeonato argentino en Bariloche”.

Martín Leuful

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