18/06/2020

¿Qué será de...? Alberto Darío Montenegro, uno de los jugadores que más vivió el clásico con Huahuel Niyeo

Por Martín Leuful
¿Qué será de...? Alberto Darío Montenegro, uno de los jugadores que más vivió el clásico con Huahuel Niyeo
Reforzando a Estudiantes Unidos.
Reforzando a Estudiantes Unidos.

Fue campeón con Boca de Bariloche en dos ocasiones. Jugó cuatro regionales con los “Xeneises” y fue refuerzo de Huahuel y Estudiantes Unidos.

Darío Montenegro es señalado como un tipo con una personalidad tremenda dentro de la cancha y duro de pasar.

Siempre con una sonrisa, es que el fútbol solo le dio felicidad, Darío Montenegro es señalado como uno de los laterales más duros que ha pasado por el fútbol de Bariloche. Vistió la camiseta de Boca de Bariloche durante 16 años ininterrumpidos y fue uno de los que más se cruzó con Huahuel Niyeo de Ingeniero Jacobacci en los durísimos clásicos.

Montenegro nació el 15 de julio de 1967 en “La cuna de campeones” como le gusta llamar a su querido barrio Lera, donde todavía vive. Con 52 años, Darío siempre jugó en Boca de Bariloche, participó de varios regionales, que recuerda con una gran alegría, con muchas anécdotas y muchas añoranzas.

Parados de izquierda a derecha: Sandro Prieto, Darío Montenegro, Luis Simón, Ariel Curuhual, César Silva, Tití Simón. Abajo: Gabriel Lefian, Pitin Paredes, Luis Riquelme, ‘Laucha’ Huaiquil y Tomás Merino.

Cursó el colegio primario en el colegio “Juan Ramón Giménez”, arrancó el colegio secundario en el “Dr. Ángel Gallardo”, pero dejó y como muchos en ese tiempo, tuvo que ponerse a trabajar. Hijo de don Pedro Montenegro e Hilda Troncoso, tiene 10 hermanos. Hugo Troncoso, por parte de su madre y luego llegaron Ana, Mirta, Norma, Mabel, Marta, Patricia, Teresita y el pequeño de los hermanos, Lalo.

Casado hace 30 años con Alejandra López, tienen nueve hijos, Dalma, Jenifer, Samanta, Enzo, Alma Lucía, Noah Jovani y Juan Bautista, estos dos mellizos, y Carolina y Milagros dos hijas de relaciones anteriores. La gran familia Montenegro indica “de los 10 hermanos, tengo 48 sobrinos y 34 sobrinos nietos, somos 132 de familia”.

El arranque en la Cuarta

Darío Montenegro cuenta que “uno siempre empieza en el barrio, yo nací en barrio Lera, cuna de campeones, ahí vivieron Yeyé y Pajarito Hernández, el Pato Agüero, Kid Gambita, Mari Gauna, el Beto Icare, César Miguel, Esther Acuña. En esa época no había mucho fútbol infantil en la liga y cuando cumplí los 16 años me probé en Boca, estaba Lucas Mella y tuve la suerte de quedar. Allí arranqué en la Cuarta, antes yo jugaba en Balón Pie un club de barrio de 2, 6 o 3. Un día en Boca de Bariloche, faltó un compañero y de la Cuarta, me llamó el técnico y le dije que me gustaba jugar atrás y me sentía más cómodo, tenía mejor panorama para llegar arriba, siempre me gustó ser protagonista, entonces siempre subía acompañando la jugada”.

La Primera del Beto Icare

Con muchas fechas y una gran memoria, Darío Montenegro cuenta que “en 1987, un día estábamos en el entrenamiento que era los Juegos y entrenaba la Primera con la Cuarta. El técnico de Primera era Beto Icare y cuando termina la práctica me comenta que el domingo iba al banco. En esa época el 11 era Dani García y andaba un poco lesionado. El domingo entré en el segundo tiempo y faltando 20 minutos pateo un tiro de esquina y el Negro Velázquez metió el 1 a 0 de cabeza en el arco de la 9 de Julio con el que le ganábamos a Estudiantes en el Estadio Municipal”.

Salir campeones

El exdefensor cuenta que “al año siguiente, en 1988, la mayoría de los jugadores de Primera que eran todos rentados, se fueron a Estudiantes Unidos por dos razones, Boca no podía seguir sosteniéndolos y el ‘Pincha’ les había ofrecido algo mejor. Estaban Pancho Serón, los hermanos Burini, el Negro Velázquez, Alcoba. Así que cuando se van, sube casi toda la Cuarta que ya veníamos pidiendo pista. Nos comienza a dirigir Lucas Mella y salimos campeones contra ese Estudiantes que era muy fuerte. El promedio de edad nuestro era 21, el único que tiraba el promedio era el ‘Tractor’ Merino”.

Con la copa conseguida jugando para Huahuel Niyeo.

El gran equipo

Darío Montenegro goza de una memoria privilegiada ya que relata “ese equipo era en el arco Ariel Curuhual, de dos alternaban César Silva o Andrés Mella, de tres jugaba yo, con la 4 estaba Sandro Prieto, el 5 Alfredo Herranz, el 6 Gabriel Lefian, el 7 el ‘Tractor’ Tomás Merino, el 8 ‘Laucha’ Huaiquil que alternaba con el ‘Pato’ Mella, de 9 estaba Luis Simón, de 10 ‘Pitin’ Paredes y el 11 era Luis Riquelme, nos dirigía Lucas Mella y ya estaba en el banco mi hermano Lalo que tenía 14 años.”

Los diplomas de Darío

Darío rememora sus 16 años ininterrumpidos jugando para el Boca de Bariloche e indica “con ese Boca ganamos en la temporada 87 y 88, y luego la 93 y 94. Jugué cuatro regionales con Boca y fui refuerzo de Estudiantes. En la temporada 88 y 89 nosotros éramos los últimos que habíamos representado a Bariloche en el Regional y Estudiantes había salido campeón. En esa época se jugaba así los dos disputaban un ida y vuelta y la verdad es que Estudiantes había tenido muy buena temporada y nosotros habíamos tenido un año para el olvido. Pero en el primer partido le ganamos 3 a 2 y en el segundo nos ganaron 2 a 1 y por penales fuimos nosotros”.

Fue invitado a jugar contra River. En la foto junto a Orteguita.

El clásico con Huahuel

Nadie en Bariloche ni en Ingeniero Jacobacci olvidará lo que eran esos grandes clásicos. Relata Montenegro, que “parecía que ese partido nos alimentaba, hacía crecer la mística de Boca. Ahí no jugaba el más habilidoso y no había ningún tiernito, creo que hoy esos partidos no se podrían jugar, viviríamos expulsados. Los viajes a Jacobacci tienen muchas historias, algunas se pueden contar y otras no (risas). Viajábamos en el colectivo El Torito que manejaba don Sangoy, tardábamos 6 o 7 horas, se iba muy despacio en esa ruta y eran eternos los viajes”.


El recibimiento en Jacobacci

Darío riéndose cuenta “era típico que cuando llegábamos, ya de entrada la gente horas antes del partido, pasaba por el colectivo gritando cosas. Los vestuarios tenían puertas de lata y los mismos jugadores las pateaban al grito de ‘salgan a la cancha, salgan’. A veces iban pibes nuevos de Boca que no querían salir a jugar. La Policía siempre miraba para otro lado y adentro de la cancha ni hablar, eran guerras. Tengo todavía el recorte de un diario que titulaba ‘Malestar en Bariloche por el arbitraje en Jacobacci’. Darío Batalla quiso cabecear, la pelota se corrió y lo toqué sin querer, pero en la cabeza, era algo normal, obviamente me fui expulsado”.

Junto a sus nietos Mateo y Kiara.

La vuelta era siempre custodiada

Darío, hoy con una carcajada, expresa “a la salida, ganábamos o perdíamos era con una lluvia de piedras. Siempre salíamos de Jacobacci custodiados por la Policía. Fuimos siempre eternos rivales. Cuando nos subíamos para la vuelta en colectivo, siempre a los bidones se le ponía algo de vitamina porque el viaje era largo. Además, en el camino, en plena época de abundancia, los corderos nos hacían dedo para venir, pobres bichos nos los íbamos a dejar en el camino (risas). Era muy particular ese partido, el que fue a jugar alguna vez seguro tiene anécdotas parecidas”.

El Negro, colorado

Cuenta Darío que “me acuerdo que viajábamos para jugar un partido a Jacobacci y lo esperamos al Negro Velázquez porque no llegaba. En un momento dicen bueno salimos igual y viajamos. Fuimos a la cancha, con un ambiente terrible de nuevo y 15 minutos antes de cambiarnos cayó el Negro Velázquez, al que lo conocía, tenía la piel morena, pero apareció todo colorado, había hecho dedo y lo trajo, en la caja, un camión que traía ladrillos y llegó entre una mezcla de tierra y ladrillo, pero el tipo llegó a jugar; es que nadie se quería perder esos partidos”.

Sus padres.

 


Jugar para el eterno rival

Montenegro cuenta que “en el año 1995 se hizo en Bariloche la Copa de Campeones Norpatagónica que era, Río Negro (Huahuel Niyeo), La Pampa, Chubut, Santa Cruz y Ushuaia. Era lo único que le faltaba ganar a Huahuel y me convocaron como refuerzo y le ganamos por penales a All Boys y al año siguiente el equipo de Jacobacci se retiró de la liga. Hace unos años cumplieron 75 años y me invitaron a Jacobacci, me entregaron un diploma muy lindo del título que habíamos ganado”.

Entrenadores que dejaron marca

El ex defensor indica que “siempre separo al entrenador profesional del humano. Creo que Mella conformó un grupo humano espectacular con el cuál salimos campeones, resalto siempre lo grupal, jugábamos de memoria y el grupo se hizo muy fuerte gracias a él. Después en lo profesional Mario Rodríguez en 1994, lo trajeron de la Tercera División de Boca de Buenos Aires, en un mes nunca repetimos un entrenamiento y eso lo aprendimos todos. En mi época, siempre fui de River, me identificaba mucho con Montenegro y con el ‘Loco’ Enrique que jugaba en Independiente y luego en River”.

Su madre, Hilda Troncoso, amante del fútbol local y siempre acompañando a sus hijos.


“El fútbol me dio todo”

Un Montenegro muy detallista en el relato cuenta que “el deporte, en realidad el fútbol, me dejó cosas muy lindas. Yo nací en la calle Los Radales del barrio Lera. Éramos muy humildes, no hubiésemos tenido la posibilidad de viajar a ninguna parte, éramos muchos hermanos y había otras prioridades. El fútbol me dio eso, los viajes. Fuimos una vez a jugar a Puerto Montt, viajamos en avión, estuvimos en un hotel 5 estrellas, después volvimos en catamarán y luego en colectivo, para nosotros hasta las comidas en el hotel, eran un regalo.

También me dejó muchos amigos. Gabriel Lefian era el capitán y a veces, cuando no estaba, era yo. Las arengas en el vestuario eran buenísimas, nos motivábamos y salíamos a comernos a cualquiera”.

 

 Con su familia.

 

Gracias a todos

Darío es un eterno agradecido de lo que el fútbol le dio por ello indica que “a don Osvaldo Herranz que nos dio una mano, a mí y a mi hermano, éramos muy pibes, por ahí nos tiraba unos pesos para comprarnos nuestros botines o hasta para comer, de eso no me olvido más. Los Mella eran como nuestros padres, mi viejo murió cuando yo era chico, el fútbol nos encaminó y nos llevó por la buena senda. Mi vieja discapacitada, así que nos respaldamos siempre entre los hermanos, el fútbol siempre fue contención para nosotros. Me gustaba jugar en el Estadio pegado a la calle Tiscornia, siempre dije que es otro público. Por ahí iba caminando en la calle y la gente te saludaba con tu nombre y vos por respeto la saludabas, la gente te reconocía en el viejo Bariloche. Mucha gente nos apoyó, yo empecé a trabajar de muy chico en Florería Bariloche y después en BTC, en la construcción, la Municipalidad, había que salir a pelearla, por eso digo que el fútbol lo es todo”.


La anécdota

Aunque fueron muchas las anécdotas que contó Montenegro a lo largo de su relato, rescata una. “Carlos Randazzo, exjugador de Boca y River, se había venido a vivir a Villa La Angostura y debutaba en el equipo neuquino y nos toca justo con ellos en un partido de liga. Habían promocionado toda la semana ese partido a partir del jugador que venía de Buenos Aires, lo pasaban por la radio, entramos a la Villa y tenían parlantes por todos lados promocionando el partido. Yo entro en el segundo tiempo y justo se viene por mi punta, entonces pensé ‘este no me va a hacer pasar vergüenza a mí’, en camilla lo sacaron, con pelota y todo lo agarre y fue debut y despedida, porque no volvió a entrar ni a jugar” (risas).

Por Martín Leuful

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