30/03/2020

¿Qué será de...? Enrique Alberto Bavastro, campeón zonal de rally

Martín Leuful
¿Qué será de...?  Enrique Alberto Bavastro, campeón zonal de rally
Acostumbrados a festejar.
Acostumbrados a festejar.

Fue campeón en 1990 y en 1992 en el certamen zonal de rally en la clase 2. Nacido en Bariloche, cuenta su historia, una historia conocida por muchos de los barilochenses que grabaron para siempre en su retina una época dorada del automovilismo.

Tranquilo y con mucha sapiencia, Enrique Alberto Bavastro, conocido como Quique, dialogó con El Cordillerano contando cómo fue su paso por el automovilismo, una familia que siempre fue vinculada a los talleres mecánicos y obviamente al rally. A los 55 años, nacido en Bariloche e hijo único de Enrique Bavastro y María Dolores Manso, cursó sus estudios primarios en el colegio Primo Capraro y el segundario en la ex Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 Jorge Newbery. Hizo dos años en la Universidad del Comahue y cuando tenía que rendir para continuar la carrera de Ingeniería en Neuquén, se metió a trabajar en el taller de su padre y dejó los estudios.

Quique Bavastro junto a su inseparable amigo y navegante, Oscar Tagle.

 

“Felizmente casado” contó, con Luisita Rivero hace 30 años. Tuvo tres hijos, dos varones y una niña. Esta última falleció. Santiago tiene 30 años y Tomás 18. Hoy tiene un taller de mecánica general donde trabaja con Oscar Tagle y Rubén Ascenzi. Tuvo momentos duros muy difíciles. “Teníamos dos empresas en Bariloche y Neuquén y lamentablemente por cuestiones que no vale la pena ni analizar, en el 2001 comenzó a tambalear y colapsó en el 2004 donde perdimos todo”.

Enrique Bavastro relató que “Yo siempre digo que esto se lleva desde chico, la pasión no me la inculcó mi viejo. Siempre estuve ligado a los talleres y cuando era chico, me pasaba las tardes enteras en la Costanera esperando que llegaran los autos de los grandes premios. Esa pasión te diría que creció más porque paredón de por medio estaba el taller de Tabilade, donde Raúl Bravo, el papá de Carlos y Eduardo, tenía un taller y arreglaba camionetas de turismo y atendían los autos Peugeot de carrera. Esto estaba en el barrio Ñireco y los autos los probaban en el barrio, el taller quedaba en la calle Martín Fierro”.

 

Quique Bavastro recordó que “las competencias en esa época había que ir a verlas muy lejos. Con Oscar Tagle, nos íbamos en bicicleta a verlas, o donde llegaban. Pensá que no eran las bicicletas de ahora con cambios. Eran broche en los pantalones y darle hasta llegar. Me acuerdo que mi viejo me llevó a una carrera de TC en Zapala y el automovilismo en Bariloche se vivía intensamente. Había competencias en Costanera y O’ Connor. Ahí sí iba muy seguido con mi papá. Corrían los taxis, en una época de Madero, los Simari que ya eran grandes.

Recuerdo que el Flaco Eggers ya corría en pista y lo íbamos a ayudar, a limpiar, a lavar el auto. O la peña de Chimango. Un poco más grande ya me uní al de Héctor García Jurjo y viajábamos acompañándolo con Norberto Di Tulio, Panchito Farré, los hermanos Contín, el Flaco Elvira, el Tuerto Alvarado. Íbamos a todos lados, creo que ahí fue cuando comencé a tener muchas ganas de comenzar a correr”.

Haciendo su sueño realidad

Bavastro indicó que “yo tenía un Gacel, con Oscar Tagle (sus padres eran los dueños del hotel Ideal) no teníamos muchas posibilidades económicas, mango que agarrábamos -yo trabajaba en el Colegio Industrial daba clase y Oscar trabajaba en Electroluz-, íbamos comprando cosas para el auto y las escondíamos en el hotel de los papás de Oscar, porque si alguien se enteraba nos mataban, era algo impensado. Me acuerdo que cuando me puse a trabajar, mi papá me obligó a anotarme en un plan de ahorro y así me saqué un Gacel. Yo había hablado con los hermanos Menam, chapistas muy reconocidos de la ciudad, con Osvaldo Fresnedo, mecánico de la concesionaria, para que me ayudara y con Alvarado que era el mecánico de Jurjo. Recuerdo que Héctor me daba elementos que se dejaban de usar en su auto para que los utilizara yo. Otro que se incorporó a esta locura fue Julio Colón. No me olvido más el día que le dije a mi papá que iba a correr en auto. Tenía 21 años y me dijo ‘ese es un problema tuyo, conmigo no contés para nada’. Agarramos mi Gacel verde que tendría en ese momento seis o siete mil kilómetros lo metimos en el galpón de la casa de mi abuela que lo habíamos ordenado como nunca en la vida y empezamos a descuartizar el auto y traer del hotel todo lo que habíamos comprado. Me acuerdo que las jaulas antes no se hacían como ahora. Venían como armadas o prefabricadas, no le sacabas ni el tapizado del techo al auto, no formaban parte de la estructura, eran como para que no te duela mucho la cabeza cuando tenías un problema”.

Eran muchos los pilotos en una de las épocas doradas del rally local.

Debut y podio

Quique Bavastro continuó su relato: “Así arrancamos hasta que en el año 1987, primero se corre la Vuelta de la Manzana los primeros días de abril y con Oscar fuimos sentados atrás del auto de Héctor escuchando y mirando como él y Jorge González hacían ese trabajo. Teníamos que aprender. En mayo viene el Rally de Los Lagos y días antes de la competencia en nuestra ciudad sacamos el auto, listo para correr. Me acuerdo que mi viejo me miraba como diciendo ‘estos pibes están muy locos’. La primera prueba con el auto la hicimos en el vado del Ñirihuau arriba después se puso un puente, pero antes se cruzaba Ñirihuau en lo de Rodríguez. El auto anduvo muy bien, si bien La Paloma era un lugar clásico que teníamos los pibes de Bariloche para pavear, en vez de hacer locuras en el pueblo, íbamos a La Paloma. En la fecha de Mayo, no teníamos muleto y recuerdo que mi tío me prestó una F 100 V8 doble cabina y con eso hicimos la hoja de ruta, que en esa época le podías dar las pasadas que quisieras. Largamos con el número 45 o 46, fuimos los últimos en el Centro Cívico, nos habíamos anotado en la clase 2, porque antes había tres clases, hasta 1100, hasta 1600 y hasta 2000 y éramos 30 pilotos por clase, cuando pasamos por la rampa la gente no tenía fuerza ni para aplaudir (risas). Se corre la primera etapa y nosotros no teníamos mayor idea, llegamos y nos agarra Carozo Pino transmitiendo para FM Limay y se nos arriman al parque cerrado y resulta que estábamos terceros, no entendíamos absolutamente nada. Así que pasamos de largar 45 o 46 el sábado a largar terceros el domingo. Se largó a llover un poco, crecieron los vados, en un momento estuvimos segundos. Veníamos peleando Héctor García Jurjo, Jorge Bortoni, Carlos Bravo y nosotros, y en una de las pasadas del aeropuerto, rompimos una goma y cuando la vamos a cambiar, se cae el cricket y no preguntés porqué, pero teníamos otro, levantamos el auto cambiamos la goma y ahí pasamos a quedar cuartos o quintos y en el final del rulo recuperamos y terminamos terceros en la primera carrera. En esa época había prioridades para largar al quedar tercero en una general, pasamos a tener Clase A. Ese año seguimos el campeonato. Teníamos el motor del gacel 1600cc el más chico y el motor que se usaba era más grande. Nos cansamos de romper motores. Rompimos en Neuquén que estábamos segundos, en el enlace, antes tenías que llegar a la rampa, no terminaba la carrera hasta cruzar la rampa y llegar a parque cerrado.

Empujamos con Oscar desde Ruta 22 y Avenida Argentina hasta el hotel Sol, siete cuadras en subida para poder llegar y cuando llegamos nos dicen ‘tienen que pasar la rampa’ bueno la pasamos. Volvimos a romper peleando palmo a palmo con Oscar Díaz la fecha final del campeonato que se hizo en Bariloche. Ahí decidimos pasar al otro motor. Fue cuando mi viejo me dijo pedí por la agencia un block- y ahí mi papá comenzó a tener participación. Después mi viejo pasó a ser más enfermo que yo del auto. Hasta ese momento mi papá, iba, me felicitaba, llorábamos, renegábamos, pero era todo hasta ahí”.

La primera victoria

Bavastro relató su primera victoria. “Fue en Río Colorado, en 1988 siempre navegaba Oscar Tagle y fue en la general, no la olvido más. El zonal nuestro antes era muy fuerte, estábamos cabeza a cabeza con Córdoba en cantidad de autos y nivel de pilotos. Hacía un calor de morirse, fue una carrera muy veloz. Marcelo Rodríguez, Pancho Farré, Darío Merelles, se mataban por el auto y siempre tuvimos buenos autos. Además yo sabía mis limitaciones, hay pilotos que lo tienen de nacimiento, yo tenía que laburar. Yo si quería andar bien, tenía que laburar, hacer la hoja muchas veces y probar. En aquella época se corría, inclusive con menos plata que ahora, se conseguía el dinero, los autos parecían un aviso clasificado. Tus amigos cerraban el negocio y se iban una semana con vos. Te sobraban camionetas porque te ofrecían vehículos para llevar repuestos con los gastos pagos y hoy en día eso no se puede hacer más. Se profesionalizó tanto que no se hace. Los que corríamos éramos amigos, el rally tiene una ventaja, como vos corrés contra un reloj, no existe el nos tocamos, nos peleamos, no nos encontramos en la ruta, es muy raro que te encuentres en la ruta con otro auto. Entonces llegábamos al lugar donde se reparaban los autos y compartíamos todo, repuestos, mecánicos, autos, todo. Hoy en día eso nos existe más, no digo que esté mal, pero cambio todo”.

Salvador Cocco y el retiro

Bavastro recordó que “después de muchas vueltas con preparadores, un gran personaje de Bariloche, que hoy es un gran bailarín, me acompaña a Buenos Aires. Salvador Cocco hizo que se me abrieran puertas inimaginables. Me lleva con Rafael Balestrini. Cocco era muy amigo del padre de Rafael y en algún momento fue uno de los mejores preparadores de motores. Balestrini me dijo ‘si no apretás los tres pedales a la vez todos pueden manejar bien’. Muchas veces los barilochenses no sabemos lo que tenemos, Cocco me ayudó mucho y a partir de ahí Balestrini me preparó los motores. Fue un gran momento, habíamos conseguido un gran equipo, teníamos las mejores condiciones, pero se nos puso cuesta arriba en lo económico y decidí dejar de correr”.

Otras épocas

El barilochense sigue contando que “Creo que fue otra época, todo era distinto, Bariloche era otro. En el año 88, diecisiete pilotos locales fueron a la Vuelta de la Manzana. Radio Nacional iba a transmitir con dos aviones las competencias, hoy ustedes saben lo que cuesta transmitir desde El Rebenque, no te digo un rally. Era una locura y una gran pasión. Hoy no podés hacerlo por pasión porque llegás a tu casa y tu familia tiene que comer. Se perdieron muchas cosas. Me acuerdo que José Jalil dijo en la radio a las 4 de la tarde que los pilotos barilochenses iban a llegar al puente del río Ñirihuau a las 7. Fue todo el pueblo. Se abrió Bomberos de par en par, entraron con los autos que habían ganado la Vuelta de la

Manzana y todo el pueblo se metió adentro del Pedro Estremador. Se perdió la idiosincrasia en Bariloche, algunas veces para peor, otras para mejor. Perdimos cosas que nos identificaban como barilochenses. Por cómodos por ahí, capaz que pensamos que era más cómodo que otros hicieron las cosas”.

Legado a sus hijos

Junto a su hijo Santiago, con quien comparte la pasión por los autos.

Quique Bavastro contó que “Tengo la suerte de tener dos hijos apasionados en lo que hacen. Santiago con el auto y Tomy con el fútbol pero igual están con la play. Lo que siempre les quise dejar a ellos, es que las cosas las hagan con pasión y se llega. Senna hubo uno solo. Messi hubo uno solo. Nosotros corríamos contra los equipos oficiales y tenés que ser realista. Hay dos Volkswagen, dos Renault, dos Fiat oficiales y después había dos o tres que sabías que eran más rápido que vos, sobre todo en Córdoba o en Buenos Aires.

Planificábamos la carrera, yo tengo que ser octavo o séptimo. Largábamos 50 y tenías que ser tan profesional como los de adelante”.

 

Agradecido a todo

A Quique se le llevan los ojos de lágrimas, moquea un poco y arranca en el final diciendo, “agradezco haberla vivido, la suerte que tuve de estar con la gente que hizo que el rally existiera. Viví una de las últimas etapas del automovilismo nacido en un taller, no en un laboratorio. Las corríamos de igual a igual a pilotos oficiales, no yo, todos los pilotos de Bariloche. Sin poderío económico eras protagonista. A mi mujer que me bancó todo, a ver, cortocircuitos teníamos todos los días, mi familia que me apoyó siempre en todo y a los amigos que tuve que no me fallaron nunca. El deporte me dejó amigos, acá, en Córdoba, en Buenos Aires. Por ejemplo Volta y Raies llegaban y nos íbamos a pescar. Le preguntas a Volta algo de esa época y te habla de las truchas que sacaba en el lago”.

Con su familia.


Anécdotas

Nosotros vamos a correr el Rally de la Bandera en Córdoba en el año 89, era presidente Saúl Menem. Con el Mono Díaz compartimos el auto para hacer hoja porque no teníamos otra chance y no había donde dormir, y dormíamos en una carnicería con ganchera y todo, en una cama matrimonial los dos, vestidos por el frío que hacía ahí adentro, en Dean Funes. La peor…, mi mujer se va a volver a acordar y se va a enojar (risas). Santiago nace un 9 de agosto de 1990. A las 6 de la mañana me pasaba a buscar Oscar (Tagle) para viajar a Allen que había carrera y teníamos que ir a hacer la hoja. Se levanta mi señora y me dice ‘me parece que rompí bolsa’. Salimos entonces los tres a la clínica que estaba en Villegas y Gallardo (Oscar no faltó nunca, ni en las buenas ni en las malas). Le digo a Oscar que se vaya y que yo veía qué pasaba. Nace Santiago. Como a las 13 horas le digo a mi papá ‘¿qué se hace ahora?’. Mi mujer quedaba internada, yo no sabía si iba a servir de mucha ayuda entonces le pregunto a ella y me dice ‘andate’. Me tomé el primer avión y llegué allá antes que ellos”.

 

Martín Leuful

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