¿QUE SERÁ DE…?

| 24/03/2020

Carlos Bravo, ganador de la Vuelta de la Manzana y subcampeón argentino de rally

Martín Leuful / Fotos: Facundo Pardo
Carlos Bravo, ganador de la Vuelta de la Manzana y subcampeón argentino de rally
Junto a Silvia y la mayor de sus hijas, Verónica.
Junto a Silvia y la mayor de sus hijas, Verónica.

En la ciudad cuando se habla de la familia Bravo, indudablemente se los relaciona con el deporte motor. Carlos, nacido en Bariloche, fue subcampeón argentino de rally en el año 1982 y con un Fiat IAVA ganó la Vuelta de la Manzana.

Ganó siete campeonatos zonales de rally. Comenzó con el motocross, jugó al fútbol y corrió rally en una de las mejores épocas del automovilismo. “Me duele y me preocupa que Bariloche haya perdido el rally, entre tantas cosas”.

Carlos Bravo, nació el 2 de febrero de 1955. Hincha de River y nacido en Bariloche, proviene de una familia que le enseñó a amar el deporte motor desde la cuna. Hijo de don Raúl Bravo y Blanca Tinner, tuvo cuatro hermanos, Eduardo, el mayor, Oscar, el mellizo de Carlos, Patricia y Nancy.

Casado con la maestra Silvia Irene Lamuniere, tuvieron tres hijos, Verónica, Diego y María Daniela. Amantes de todos los deportes, sus ídolos son Fangio, Ayrton Senna, en rally el finlandés Markku Alén, Sébastien Loeb, y hoy por hoy el estonio Ott Tänak. En cuanto a los nacionales le gustaba Recalde, aunque aclara “me encantaba Ernesto Soto, que fue discípulo de Recalde”.

Distendido y siempre predispuesto, Carlos Bravo comienza contando su vida de pequeño. “Mi papá era camionero y nos fuimos a vivir a Puerto Madryn e hice gran parte de la primaria en Chubut. Sexto grado lo hice en Bariloche y séptimo en Bahía Blanca. Luego ya nos vinimos a establecer definitivamente en nuestra ciudad y toda la secundaria la hice en la Ex Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 Jorge Newbery”.

Bravo comenta que “nosotros nacimos entre los fierros, yo siempre fui muy competitivo, hice algo de fútbol. Con las dos ruedas andábamos en bicicleta y para mí desde chico y lo sigue siendo hasta hoy, todo es una competencia. En realidad cada cosa que me propongo, tiene que ser profesionalmente, si no, no lo hago. De nacer de nuevo volvería hacer todo lo mismo, hemos hecho tantas cosas, y además siempre acompañado por la familia, Eduardo, mi hermano mayor, siempre fue el alma mater de todo”.

Sus comienzos

Silvia, su mujer, saca una carpeta plagada de recuerdos y Carlos Bravo empieza a contarnos su historia, muy rica para el deporte local. “A los 16 años comencé a correr en motocross. Debuté en la última carrera que se hizo en el cerro Otto, una locura, nunca había andado en moto. Ya después corrimos en Colonia Suiza, hasta que nació Verónica, la mayor, ahí empecé a correr con Fiat 600 y no había carreras acá, así que viajábamos a correr a Esquel o Cutral Có, siempre con Eduardo. En mi primera carrera en Esquel, quedé tercero, anduve mucho por afuera y al año siguiente ganamos el campeonato. Corría Aníbal Eggers en esa época. Corríamos tipo speeway, alrededor de una cancha de fútbol, creo que fue lo más divertido que he corrido. Teníamos una sana competencia con Aníbal. En esa época tenía un gran amigo, Raúl Pérez, que tenía una F-100. Atrás le cargábamos el auto y viajábamos. Siempre todo lo que hicimos fue amateur, creo que volviendo un poco más adelante en el presente, cuando llegó el profesionalismo tuvimos que abandonar, porque era otro dinero y había otras cosas”.

Rally, una gran pasión

Bravo mira recortes, fotos, hojas amarillentas escritas en lapicera y continúa su historia. “En 1979 vino Jorge González, nos hicimos amigos y tenía un Fiat Iava, con ese auto comenzamos a correr rally. La primera fue un gran premio que largó desde Córdoba. Fuimos varios de Bariloche, ‘Chimango’ Ezquerra, Aníbal Eggers. Todos debutantes, menos Eggers. Largamos últimos porque en esa época había un ranking. Creo que fue 120 si no me equivoco, eran muchos autos. Veníamos en enlace desde allá, hasta Neuquén. Primero corrimos hacia el lado de Lamarque. Antes los especiales eran de 300 o 400 kilómetros. Luego largamos para el lado de Bariloche y volvimos a El Valle por Comallo. Ahí salimos quintos, por eso entramos en el ranking. A la siguiente competencia, en la Vuelta de la Manzana, largamos adelante con Jorge Recalde que todavía corría con un Renault 12. Luego corrí el mundial que se hizo en Tucumán, en esa carrera como andábamos bien arriba, IAVA nos dio una gran mano con muchos fierros de los autos. En esa carrera se nos cortó un tornillo del embrague y quedamos afuera. Ya en el 81 hicimos equipo con ‘Chimango’ Ezquerra, él tenía un IAVA dorado que fue de Yañez Fleré y corrimos la Vuelta de la Manzana. Yo corté un extremo de dirección y quedé afuera”.

Comerse la Manzana

En 1982 finalmente se le dio a Carlos Bravo, ganar la competencia que quieren todos, la Vuelta de la Manzana. Carlos Bravo cuenta que “veníamos los barilochenses adelante, el ‘Chimango’ Ezquerra primero y yo segundo. Se le rompe el auto y pasamos nosotros adelante y nos empieza a seguir el equipo oficial Renault, pero pudimos ganarla, fue una gran alegría para nosotros. Luego fuimos a correr a San Luis, ese año lo recuerdo de pocas competencias por el tema Malvinas. Luego se hizo el Gran Premio de Bariloche y fue la carrera donde perdimos el campeonato. Hicimos otra locura, largar sin haber hecho la hoja de ruta y llegando a Pilca nos desbarrancamos. Logramos sacar el auto, pero a mi navegante le pusieron un cuello ortopédico y no seguimos. Llegando hubiésemos conseguido el campeonato argentino. Ese año el campeón fue Carlos Celis”.

El peor palo

Bravo piensa y rememora un gran palo que se dio. “Fue en el año 1983, lo tenía de navegante a Pedro Siza, corríamos con un Peugeot que era de él. Corrimos en Chile y fuimos a la Manzana. Recordá que en esa época avanzabas pasando autos. Largamos desde El Chañar, en el puesto 59. Cuando llegamos a San Martín de los Andes, estábamos novenos. Pedro era más loco que yo (risas). En esa época hacíamos todo a pulmón. Nos acompañaban siempre amigos. Por ejemplo, en el abastecimiento nos esperaba gente para cargar nafta, era la que alentaba. Bueno, llegando a Ruca Malen, en una curva, un auto antes había dejado un agujero, en ese hueco entró toda la rueda delantera del auto en el que íbamos, se clavó y nos pegamos un flor de palo, el auto no sirvió más”.

Bravo indica que “en el 86 corrimos con un Regatta blanco, volvemos y en el 87 con otro Fiat Regatta rojo que navegaba Raúl Rosso. Ese año ganamos la Vuelta de la Manzana, pero nos descalificaron por una diferencia de admisión. La ganó Miguel Torrás de equipo Renault, inclusive ese año también descalificaron al ‘Gringo’ Bescham. Ahí compramos el Renault 18 que era de Yañez Freré y que estaba armado por Schroeder. Con ese auto corrí hasta 1994. Esos años fueron un gran duelo con el ‘Chirola’ Suriani, le ganamos la mayoría de las veces. El primer auto que corre Suriani fue el Regata Blanco original y las primeras pautas se las dimos nosotros, siempre tuvo condiciones excepcionales”.

Bravo sentencia que “cuando armamos el Regatta blanco y aparecimos con ese auto a correr, el ‘Gringo’ Jorge Bescham nos dijo que era una porquería lo que habíamos hecho y cuando vieron que ganábamos terminó él corriendo con ese auto. Inclusive mi hermano Eduardo armó muchos fierros en su taller para ese auto y como no íbamos a todas las competencias, esos fierros terminaron siendo para Bescham. Con ese Regatta una vez mi hermano me propone hacer una llanta con cuatro rayos de aleación. En esa época todos usaban llantas de chapa porque parecía que era más segura. Cuando aparecimos con ellas llantas Bescham nos preguntó si nos habíamos vuelto locos. Salimos y les ganamos a todos. Creo que esas cosas los volvían locos a ellos. Ese auto fue el primer auto armado íntegramente en Bariloche, no se trajo nada de afuera”.

Lo que el deporte me dejó

Bravo expresa que “creo que el deporte me dejó la pasión, la unión de la familia, todos somos fierreros, me dejó muchos amigos, sanos amigos con la misma pasión que nosotros. Era una época donde no había nada en el medio, iban porque les gustaba, no había dinero, solo orgullo. En esa época los equipos eran locos seguidores. Estaba Ricardo Picapietra, Luis Prida, Raúl Pérez, los hermanos ‘Cachito’ y ‘Mono’ Molina, Luis Iglesias, Marcos Rivas, teníamos un equipazo y muy unido. En el año que ganamos la Vuelta de la Manzana Rubén Maggio y Humberto Caram eran los jefes de equipo. Ellos generaban estrategias, tuvimos que armar muchas porque cuando empezamos a rivalizar con el equipo oficial Renault ellos también tenían sus estrategias y generaban mucha presión, era como pasar de jugar el barrial a jugar en la Primera A, tuvimos que aprender mucho”.

Bravo explica que “por ejemplo eso de los amigos, nos hicimos muy amigos con Guido Bochiarelli, el ‘Bochi’, así lo conocíamos todos. Mis papás eran muy amigos de sus papás, todos fierreros, con esa familia son familia del corazón. Una vez fuimos a General Roca y fuimos con todo el equipo, en total 17. La mamá Juanita nos hizo milanesas, tiraron colchones para que todos podamos estar cómodos. Son cosas que va dejando el deporte, un deporte, el rally, que me duele y preocupa porque se ha perdido en Bariloche y que no es la única. El rally no tendría que haberse ido nunca”.

Una de tantas anécdotas

Fueron dos horas de charla, podrían haber sido más, Carlos tiene mucho para contar y en el transcurso de la conversación, fueron varias las anécdotas que nos contó. “Corríamos en Lamarque, justo era el cumpleaños de Cachi Puentes”. Para aquellos que son barilochenses recordarán que era el propietario de Chocolatería Karimar. “Veníamos ganando con mucha diferencia y el último día le señalé a Cachi un lugar y le dije que iba a pasar especialmente para festejar su cumpleaños. Ese lugar estaba a 500 metros de la llegada, era una recta, camino angosto, entraba un solo auto y al final tenía un salto y una curva a la izquierda. ‘Vos quédate ahí’. Pasé en el aire, de costado y doblé. El Goyo Martínez me dice ‘vos sos loco, ¿qué te pasa?’. Bueno cuestión es que Chachi se puso tan mal que fue hasta el lugar donde terminaba la competencia, no me dejó bajar y me empezó a pegar, enojado. Se acercó la mamá de Patú Verger y me dice ‘usted sí que está loco’”.

Años dorados del rally

Bravo reflexiona “creo que esos años fueron extraordinarios, creo que fueron los mismos años, porque con esfuerzo se podía correr, no con dinero, era con esfuerzo. Hacíamos empanadas, fideos, se armaban grupos grandes. Aníbal Eggers, el ‘Tijereto’ Bortoni, Matías Jerman, Quique Bavastro, Patú Berger, ‘Chimango’ Ezquerra, nos sacábamos chispas pero éramos todos amigos. Cada competencia eran 13 o 14 barilochenses, con sus correspondientes hinchadas. Hoy entro a algún lugar y por ahí me dicen ‘Vos eras el corredor’. Creo que tengo más reconocimiento ahora que antes.

En El Valle teníamos mucha hinchada, allá nos veían siempre, acá por ahí una vez al año. Con eso que éramos todos amigos, una vez largamos Bariloche-Pilcaniyeu, cuando llegamos a la vía del tren camino a Pilca, pasaba el tren y nos juntamos tres autos. El mío, el de Ernesto Soto y el de ‘Chimango’ Ezquerra. A los dos kilómetros pincho una cubierta, la cambio y me pasaron. Veinte kilómetros más adelante lo veo al ‘Chimango’ que se había desbarrancado, paramos a ayudarlo, paleamos hasta que salió. Éramos rivales, pero amigos y sobre todo barilochenses”.

Martín Leuful / Fotos: Facundo Pardo

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