SILUETA INCONFUNDIBLE, HISTORIA INTENSA

| 11/02/2020

El cerro Leones es el viejo Tequel Malal

Adrián Moyano / Foto: Tonny Romano
El cerro Leones es el viejo Tequel Malal
Siglos nos contemplan desde las alturas del Leones.
Siglos nos contemplan desde las alturas del Leones.

Se adjudica su primera mención a Francisco Moreno, aunque escrito de otra manera ya figuraba en el libro de Tomás Falkner, que data de fines del siglo XVIII.

Para las y los viajeros barilochenses que llegan con el cansancio a cuestas después de manejar cinco horas desde Neuquén o desde más lejos aún, ver su silueta a la izquierda y adelante implica comenzar a llegar. La distensión se hace notar, véngase al volante o en la butaca de un ómnibus de línea. Cumple la pequeña montaña su tarea mejor que cualquier cartel indicador y asegura que ya estamos cerca de casa.

Todo el mundo sabe cuál es el cerro Leones, pero menos son los que están al tanto de su nombre antiguo. En efecto, la elevación que alcanza los 987 metros sobre el nivel del mar y que se erige a la margen derecha del río Ñirihuau, se conoció primero como Tequel Malal. En la actualidad, queda en la jurisdicción municipal de Dina Huapi y es propiedad privada. Sin embargo, en 1967 Juan Martín Biedma consideró incluir la denominación en su “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi”.

Según el recopilador, “el primero en referir este topónimo al cerro y descubridor de las cavernas que hay en sus laderas fue Francisco P. Moreno, en su segundo viaje al Nahuel Huapi en 1880”. Textualmente, el futuro perito anotó en su oportunidad: “continuamos al Sud el martes 10 de abril. Los morenas rodean al lago por el oriente, dominadas por el negro promontorio volcánico de Tequel-Malal, en cuyas cavernas descubrí, en el viaje anterior (1880), como ya he dicho, un curioso cementerio indígena”. El viajero consignó esos datos en “Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios del Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz”.

Sin embargo, antes que el bonaerense se refirió al mismo sitio el expedicionario suizo George Claraz, quien anduvo por las actuales jurisdicciones de las provincias patagónicas centrales en 1865 y 1866, si bien no alcanzó a asomarse al Nahuel Huapi. Según la cita que extractó Biedma, anotó el europeo: “Los indios dicen que los chilenos de Chile compraron tierras a Pailacan, alrededor de Tucuel (Tekemalal), al Sud del Limay, donde se debía fundar una colonia o pueblo. Los pampas dicen que en realidad aquellas tierras les pertenecen a ellos y que Pailacan (que es araucano) (paréntesis en el original) no tenía derecho a disponer de ellas, pero que lo hizo porque hoy en día quedaban solo pocos pampas. Este Tucamalal es el nombre que los indios dan a un rincón meridional del lago Nahuel Huapi. Allí viven algunos indios, y se cuenta que este paraje hay quintas con zanjas, etc., que pertenecieron a los cristianos. Son, sin dudas, las ruinas de las antigua misión”, especulaba erróneamente el suizo.

Un siglo antes

Añadamos por nuestra parte que con la denominación “pampa”, se refería el viajero a los gününa küna o tehuelches del norte de las clasificaciones decimonónicas, que perduraron en el siglo XX. En tanto, la “araucana” operó como identidad impuesta al pueblo mapuche. Paillakan fue el padre del célebre Foyel, uno de los últimos loncos en capitular ante el Ejército argentino. Para el momento del viaje de Claraz, las tolderías de ambos quedaban a orillas del Caleufu, río del sur neuquino que nace de los lagos Meliquina y Filo Hua Hum para luego de unos 40 kilómetros, desembocar en el Collon Cura.

Pero aún antes de Moreno y de Claraz, a mediados del siglo XVIII, un misionero inglés había escuchado del cerro en cuestión. “Con el nombre de Tecumelel anota Falkner, en su mapa, un lugar próximo al lago Nahuel Huapi”. Una vez más por nuestra parte, mencionemos que el jesuita jamás anduvo cerca de estas latitudes, construyó su “Descripción de la Patagonia y de las partes adyacentes de la América meridional” después de misionar unos años en la actual provincia de Buenos Aires. Sus escritos y cartografía surgieron de los relatos que mantuvo con los mapuches y tehuelches que conoció en el Tuyú.

Volvamos a Biedma, quien sobre todo se interesó por la mención que ubicaba a la antigua misión jesuita en cercanías del actual cerro Leones. “El Padre Menéndez también recogió de los naturales la misma leyenda. En su diario correspondiente al 1ro de marzo de 1793 nos dice: ‘Amaneció en calma la Laguna y pasé con cincuenta hombres a la parte del este. Formamos unos ranchos para defendernos del viento junto a un río pequeño [el Ñirihuau] (según el original), que viene del lugar donde había estado la última Misión”, según nos dijeron el año pasado’”. Recordemos que fueron cuatro los viajes que Menéndez y una columna de soldados y milicianos españoles, emprendieron desde Chiloé, aunque el primero no llegó a destino. El contacto con los “indios puelches”, según la terminología del franciscano, se produjo en 1792.

En forma coincidente, hilvanó Biedma: “Cox en su viaje (1862-63) habló con el cacique Huincahual en las vecindades de Caleufú, en el estero de Quemquemtreu, quien le dijo que la misión de los cristianos del Nahuel Huapi estaba en Tucamalal”. El lonco pehuenche en cuestión, fue el papá de Inakayal. Ni Biedma ni el chileno de origen galés repararon en que muy probablemente, se refiriera a Menéndez y los suyos, no a Mascardi y sus sucesores.

Ninguna misión

Sigue el autor de “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi” con su recuento: “El teniente O’Connor, a quien llegaron las mismas versiones, decidió verificarlas personalmente. Aunque este no era el objetivo de su viaje, el 8 de febrero de 1884 emprende el reconocimiento de Tequel Malal. En su caso, anotó el marino: “Como hemos dicho, es opinión de muchos viajeros, que existen allí las ruinas de los edificios que levantaron los jesuitas en el siglo pasado. Llegado que hubimos a la mitad del cerro, trepamos a éste a pie, y no solamente no encontramos vestigios de edificio alguno sino que nos convencimos de que aquellos religiosos, cumpliendo su sagrada misión, no han vivido en aquella sierra, donde hubieran carecido de los elementos indispensables para la vida, tales como el agua, el fuego, etc. y que por otra parte no les ofrecía ninguna garantía para sus vidas, de continuo amenazadas por los salvajes, viviendo entre ellos y no alejados, como hubiera tenido que estar, viviendo como suponen muchos en Tequel Malal”.

O’Connor intentó finalizar con las especulaciones de manera rotunda: “no es cierto como algunos aseguran que existen ruinas de edificios en aquel punto”. Asimismo, “los jesuitas no han podido vivir en un paraje que, a más de no ofrecer ninguna seguridad para sus vidas, habían carecidos de los principales elementos para sus aseveraciones. Debemos atribuir las aseveraciones de aquellos a un exceso de credulidad o a que hayan creído ver ruinas de edificios en las abandonadas tolderías del cacique Inacayal, que se encuentran en una pampa al Oeste Noroeste de Tequel Malal y en las proximidades de la costa del lago”. El navegante incluyó sus aseveraciones en “Exploraciones del Alto Limay y del lago Nahuel Huapí”.

En cuanto al significado de Tequel Malal y sus similares, no faltó quien afirmara que resultaba imposible establecerlo, al aparecer en las fuentes históricas varias escrituras tan diferentes. Pero después de invertir varias páginas en corroboraciones y desmentidas, Rodolfo Casamiquela afirmó en su “Estudio de la toponimia indígena de la provincia de Río Negro” que el término es de origen mapuche (araucano, decía el recopilador) y designa a un corral hecho con palos dispuestos horizontalmente.

Adrián Moyano / Foto: Tonny Romano

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