CUARTA PARTE

| 09/01/2020

A 30 años de la relocalización de barrios en las 34 Hectáreas

A 30 años de la relocalización de barrios en las 34 Hectáreas

La historia sobre la relocalización de cinco barrios a las 34 Hectáreas tiene historias que hacen al nacimiento de un espacio que hoy comparten dos barrios, 2 de Abril y Unión. Luego del traslado, surgieron los pedidos lógicos, como el de escuela primaria y secundaria en la zona, así, surgió la construcción de tres aulas en la escuela 343 de nivel primario y otro espacio educativo de nivel medio a la entrada de las 34 Hectáreas.

Años más tarde, luego de incendios de precarias viviendas, quedó en evidencia que la distancia desde el cuartel de Bomberos Voluntarios era demasiada, por eso se decidió ubicar una delegación de Bomberos en la entrada de las 34 Hectáreas y también la comisaría 42.

Como destaca el profesor de historia Ricardo Daniel Fuentes, que indica el traslado como un manejo político partidario, la construcción del edificio que se anunció con bombos y platillos, varias gestiones prometieron la construcción del CIC (Centro Integral de Capacitación), que nunca se concretó.

Proyecciones finales: los últimos años

Por Ricardo Daniel Fuentes

El 1º de octubre de 1994 se formó la junta vecinal (JV) única y se bautizó al barrio como 2 de Abril. La asamblea re fundacional tuvo la intención de coordinar de allí en más la lucha para lograr los servicios prometidos por el municipio.

Si bien, como afirmé antes, durante los primeros tiempos hubo una resistencia por parte de muchas familias al nuevo lugar, paralelamente hubo un lento proceso del sentido de pertenencia que se afirmó al ser etiquetada desde afuera o al ser reconocida desde otros sectores sociales o espacios urbanos de la ciudad. Así, se adoptó una actitud de asimilación de las representaciones que otros tenían del barrio y se fue construyendo una identidad marcada por una historia constante de búsqueda del lugar.

Una vez consolidado el barrio, el estado de movilización política disminuyó progresivamente. En la época de la interbarrial (IB), la organización y asamblea permanente tenían fuerza y se caracterizaban por el contenido contestatario del discurso pero una vez estabilizado el primer logro importante -los terrenos- hay una transición en la que se conformarán novedosos tipos de relaciones sociales en el nuevo espacio.

Hay que considerar también que las preocupaciones de los habitantes del barrio durante los primeros meses estuvieron atravesadas por las necesidades habituales -con el nuevo ingrediente de la distancia a recorrer hasta los lugares efectivos o posibles de trabajo y la consiguiente falta de tiempo. Estas razones hicieron que se depositara en un grupo de dirigentes barriales el “deber político”. Con ello comienza la especialización de los referentes: en la medida que establecían los lazos al exterior del barrio, se veían inmersos en el juego político: las internas, lealtades y competencias partidarias. Así, el municipio se afirma como actor predominante en las negociaciones y el partidismo incide de forma clara en el lugar.

En lo que respecta a los representantes barriales, estos se van identificando cada vez más con los políticos a los que acuden. Ese distanciamiento veloz entre dirigentes y vecinos comunes no se procesará necesariamente en un conflicto manifiesto pero sí es observado como una pérdida de autonomía de la organización madre, la interbarrial, y los dirigentes de la junta vecinal. A la vez esto refuerza algunos resquemores previos a tal relación y acrecienta viejos recelos, por lo que una consecuencia que acarreará dentro del universo barrial será la fragmentación de aquellas organizaciones que representaban al barrio como una unidad abroquelada a la injerencia partidaria.

Así, la situación de juego político partidario actuará como agravante de la base social atomizada por la falta de continuidad de la planificación socioeconómica excesivamente dependiente de los vaivenes de la política nacional. En suma, una olla a presión a punto de explotar. Sin embargo, en esa identidad en juego, el detonante lo constituye la continuidad de un modelo político y económico que naturaliza la vida de varias generaciones en un marco de exclusión y desigualdad, marginalidad y continuo enfrentamiento con las fuerzas de seguridad.

Edificio de la ESRN 97.

Los distintos gobiernos municipales que asumieron a partir de 1995, se caracterizaron por una fuerte intervención política desde el área de Juntas Vecinales al interior de los barrios. Había una creencia generalizada entre algunos funcionarios de gobierno de que el barrio 2 de Abril había sido una creación propia. En este intento de encauzar la movilización barrial, la estrategia fue variada y comenzó reconociendo un solo organismo vocero del barrio, estableciendo un cronograma de reclamos y delegando a un equipo asistencial la intermediación de esos pedidos, la anulación de liderazgos “conflictivos” y el trato selectivo con algunos de ellos. Un funcionario entrevistado reflexionaba: “tenés que tener en cuenta que eran barrios con mucha efervescencia… de historias de movilización política, aparte con problemas sociales importantes, y si no encauzábamos esos tipos de reclamos, si no le dábamos marcos dentro de los cuales la queja cobre sentido, era… no te digo peligroso, más bien, no hubiésemos podido emprender una política social clara. (…) Tenés al tipo que quiere progresar y con humildad viene y pide cosas para su barrio y hay otros que con modales más…, estimulados por, vaya a saber qué intereses… que se creen que nosotros tenemos la bola mágica, como si ellos pudieran entrar y venir cuando quieran al despacho del intendente (…) lo que pasa es que el referente vecinal es por lo general alguien bicho. No es ningún nene de pecho. Y hay que tener en cuenta que siempre se juegan otros intereses, y si vos no le das la zanahoria, le tironeas del piolín cuando hace falta, no ponen nada de su parte, más bien, te hacen la vida imposible”.

Podríamos enumerar otros factores recurrentes y conflictivos durante la larga década de los 90 al interior de los barrios en cuestión, tales como el Plan Calor, la sospechas de “corrupción” de los representantes barriales, los planes de “empleo” y los estatutos “bajados” a los vecinos por los directores de Juntas Vecinales con el propósito de desmovilizar políticamente o adecuar los derechos sociales a las leyes del mercado.

Con respecto al crecimiento de la desocupación, la siguiente es un ejemplo de las proyecciones geométricas de los planes de “empleo”.

Crecimiento de los planes de “empleo”: en 1993, en Bariloche los planes eran 60, en el barrio 2 de Abril, 10. En el año 1995, en Bariloche había 1.780 planes, y en el 2 de Abril, 74. En 1998, en Bariloche eran 2.720, y en el 2 de Abril, 256.

Refugio para micro hoy, línea 81.

Los programas de “empleo” en sus diversos nombres y variantes desarrolladas (PIN, PRENO, Trabajar, PEL, manos a la obra, Jefes de Hogar) o de ingreso directo llegan a la ciudad a fines de 1993. Hasta 1998 coexistieron numerosos planes de distinta procedencia. La descentralización de los fondos puesta en marcha desde Nación convivió por muchos años con los procedentes del aceitado esquema clientelar provincial, a través de la Secretaría de Acción Social Zona Andina. Paralelamente, La Municipalidad de San Carlos de Bariloche implementó uno propio. El monto promedio de cada uno de ellos se mantuvo en el orden de los 150 pesos.

La danza de miles de pesos en asistencia social no solo demostraba el agravamiento de las condiciones sociales, sino también marcaba una tendencia propia de las políticas de la década: la acción social “bomberil” que corre tras los incendios desatados por el modelo económico vigente y la incoordinación entre políticas provinciales, municipales y nacionales. A mayores cantidades de recursos la distribución era más perversa. Parodiando una vieja frase, la asistencia social subía por la escalera y la miseria por el ascensor.

La velocidad con la que cambió la coyuntura nacional posterior al año 2001 nos recomienda pensar solamente en líneas de análisis a tener en cuenta en el futuro. Al respecto, la vecinalista Carmen Acuña hizo de esta manera una síntesis: “Hubo un período difícil para todos nosotros y creo que lo peor fueron los años 2001-2005. Fueron los años de la pobreza, de las patotas y de los piqueteros (…) estimulados por punteros políticos, destruyeron mucho de lo que construimos todos (…) la cosa fue cambiando a partir de 2005, el gobierno participó más, mejoró la construcción, hubo más trabajo (…) los comedores desaparecieron y la gente vuelve a tener la dignidad de cocinarse sola”.

Hubo gente del barrio que se fue en esa primera etapa, por la violencia de las patotas, por las distancias o porque sus terrenos eran los más inundables, pero desde que apareció la promesa del Promeba13 surgió un nuevo problema que es que mucha gente está viniendo de otros lugares a tratar de comprar acá. Creo que la gente del barrio tiene muchas esperanzas y a la vez mucho temor de ser defraudados.

La experiencia relocalizadora -la movilización de 2.000 mil personas- fue el fruto de un trabajo comunitario e interbarrial previo y frente a la cual el Estado municipal respondió como pudo -desordenadamente- ante la urgencia de soluciones. El marco de pertenencia que les dio sentido como barrio a las personas trasladadas fue el antiguo asentamiento. Esto explica que se denominaran, durante mucho tiempo, con sus antiguos nombres.

En la actualidad existen dos barrios en las “34 Hectáreas”: los barrios Unión y 2 de Abril. El primero, habitado tempranamente en abril de 1993 y reconocido como junta vecinal en 1997, definió su propio rumbo vecinal a partir de la utilización discriminada de la asistencia social durante la nevada de 1995: “La ayuda no llegaba arriba”, recuerdan los vecinos.

En la asamblea constitutiva de aquella primera junta vecinal, el 1 de octubre de 1994, los vecinos optaron por el nombre 2 de Abril. Sin embargo aún hoy perdura la denominación catastral “34 Hectáreas” lo que demuestra que, desde su ubicación en un sector geográfico segmentado del radio urbano, los distintos barrios no se integraron entre sí, ni fueron integrados como totalidad, a esa referencia lejana que es la ciudad: “nunca hubo tantos pobres juntos y separados”, dicen algunos de ellos.

Vista general de la zona.

Con el agravamiento de las condiciones económicas a fines de los 90 y muy especialmente luego del año 2001, se presenció la repetición de un fenómeno previsible. Vivir en las 34 Hectáreas seguía siendo una dificultad para sus habitantes a la hora de conseguir empleo, algunas familias se mudaron y ocuparon nuevamente otros terrenos privados -como el asentamiento temporario “La Lomita”, a dos kilómetros del Centro Cívico.
Reproduciendo así, en forma inalterable el proceso de ocupaciones y asentamientos.

De esta forma resulta notorio que, al no atacar las bases estructurales de los problemas, las políticas nacionales y sus apéndices municipales terminan elaborando paliativos transitorios y costosos. En esta sintonía se entiende que la clase política presente como un logro la inauguración de nuevos comedores.

Aquí vale el análisis que realiza un investigador de las ciudades modernas, Michael Maffessoli, en cuanto a que la construcción de los grandes edificios estatales (Comedores Comunitarios, Centro Productivos, Delegación Municipal, etc.) en barrios populares obedece a un rasgo simbólico del poder político: es la representación edilicia de la autoridad que otorga, galpones “para el reparto” en momentos electorales.

A partir de 1994, con el nuevo gobierno municipal, comenzó la reubicación caracterizada, no obstante, por numerosos conflictos y recelos entre la interbarrial y el gobierno justicialista. El programa se denominó “Desarrollo integral comunitario 34 hectáreas”. El mismo contó con numerosos recursos económicos que el gobierno de Carlos Menem destinó muy selectivamente hacia algunos municipios. De este modo la relocalización de los seis barrios en las 34 hectáreas, constituyó la culminación de un proceso cuyo resultado fue la concentración de los sectores marginados de San Carlos de Bariloche, es decir la construcción de una periferia socio-espacial. Ubicados en un sector geográfico segmentado del radio urbano, los distintos barrios no se integraron entre sí, ni como totalidad a esa referencia lejana que es la ciudad.

La experiencia relocalizadora -la movilización de 2.000 personas- fue el fruto de un trabajo comunitario e interbarrial previo; acelerada por la expectativas y promesas despertadas e incumplidas por el poder político local (…).El programa de desarrollo integral comunitario 34 Hectáreas, la utopía hecha realidad según la gestión justicialista, fracasó en sus objetivos. De existencia virtual, cumplió con requisitos for export, fue presentado en el Tercer Congreso Mundial de Ciudades Educadoras de Bologna, Italia, en 1994 como modelo exitoso y digno de imitar. Es decir, fue utilizado como bandera política de logros que nunca se alcanzaron.

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