TIENE PROPIEDADES MEDICINALES Y EXCELENTE MADERA

| 08/01/2020

Arduo trabajo para evitar la extinción del sauce criollo

Susana Alegría
Arduo trabajo para evitar la extinción del sauce criollo
Así es la corteza del nativo.
Así es la corteza del nativo.

En la Patagonia estamos rodeados de árboles, algunos de los cuales creemos reconocer a simple vista, uno de ellos es el sauce criollo, que poco a poco ha ido desapareciendo. Integrantes del Ente Jardín Botánico trabajan arduamente para que vuelva a los ríos, donde alguna vez fue el gran árbol con propiedades medicinales y excelente madera de los pueblos originarios.

Los dos pilares de este proyecto son Marina Hansen y Leonardo Gallo, quienes en un trabajo muy silencioso avanzan poco a poco. Gallo comenzó dando detalles de este árbol “es una especie forestal arbórea nativa denominada Salix humboldtiana”; su nombre deriva del explorador naturalista alemán Alexander Humboldt, el mismo que en su obra Viaje a las Regiones Equinocciales en 1807 describió a la corriente oceánica originada por el ascenso de aguas profundas y, por lo tanto, muy frías, que se produce en las costas occidentales de América del Sur.

Leonardo Gallo, doctor en Genética Forestal de INTA contó: “Es esa corriente que genera cuestiones tan interesantes desde el punto de vista ecológico, una nube constante que tiene toda la costa peruana, chilena y ecuatoriana y que ha evolucionado en especies que se han adaptado por la humedad que produce fuera de la época de lluvias”.

“Las plantas se adaptan al captar esa humedad con distintos mecanismos, si alguna vez van a La Serena en Chile verán que muy cerquita de ahí está el origen de los bosques andino patagónicos”, aseguró. Por ejemplo hay plantas que se ponen con las hojas verticales para captar esa niebla y que gotee el agua.

Retomando el tema concreto del sauce hay que aclarar que la mayoría son del hemisferio norte, “todos menos esta especie, conocido también como sauce criollo, sauce colorado, sauce amargo, sauce chileno, treique, cheique, reique y huayao”.

Además es la única especie de América Latina, es decir el único sauce nativo. “Estamos acostumbrados a ver sauces por todos lados, los pescadores lo saben bien porque es donde se les enredan las líneas o dejan sus autos estacionados y al rato está cubierto de gotas que caen de sus ramas, todo esto ocurre con el sauce exótico”, aclaró.

La historia

Gallo ha ido reconstruyendo la historia de esta especie en base a libros y testimonios, “algunos a su vez tomaban registros de las Indias, informes de viajes por ejemplo de Biedma, de Villarino que nombraban al sauce nativo en lugares donde ahora ya no están, es decir que había muchísimos pero desaparecieron”.

“Hay una historia muy linda de por qué manda la corona española a estos dos expedicionarios en 1782 a la Patagonia, que tiene que ver con que el servicio de inteligencia de ese país se entera de que los ingleses iban a poner otra factoría ballenera como la que tenían en Río de Janeiro en nuestra costa, entonces lo mandan a Biedma para que fuese más al sur, más precisamente al Golfo de San Julián”, relató.

Y siguió: “una tormenta los tira contra la península Valdés, quedan ahí varados y sin agua y mandan a Villarino a buscar agua dulce y ahí empezaron a subir porque tenían el dato de Folkner que mencionaba que había un río y así encuentran el Río Negro al que en ese momento llamaban el Río de los Sauces”.

“Biedma decide que se van a instalar ahí, construyen primero el fuerte del lado de lo que hoy es Viedma, luego una inundación se llevó todo, entonces lo vuelven a hacer pero de la otra costa”. Este explorador tenía una visión muy clara de lo que quería, una ciudad con un río en el medio.

“Villarino, describe detalladamente que cortaban los sauces de a miles para utilizar la madera, para hacer casas, el fuerte, iglesias y barcazas”. La elegían porque era una de las pocas que se encontraba en ese lugar “era la única recta, una de las diferencias con respecto a otros sauces que tienen varios fustes o ejes entonces era muy aprovechable”.

En este momento hay una tesis de doctorado en la que están trabajando con la UNCo precisamente sobre la arquitectura arbórea del sauce criollo.

“La madera es de muy buena calidad, mejor que la de todos los clones de sauces exóticos, que la de los álamos y que la de la mayoría de los pinos”. “En base al peso de la madera se sabe los usos que se le puede dar, cuánto más densa se van dando más cualidades” aclaró.

Entonces estos exploradores se encontraron con un árbol recto y con buena calidad de madera “ese fue el certificado de defunción de la especie nativa”. Al ir cortándolo al tratarse de una especie riparia es decir que sigue el curso de ríos y arroyos, dejó de contener la costa entonces para resolverlo, decidieron introducir el exótico, creyéndolo similar”.

“Este que trajeron es un híbrido entre dos especies de sauce, vino de Europa y el 90 por ciento de los que vemos hoy en día es del mismo clon, es decir réplicas por ramitas, del mismo individuo, no por semillas”.

Los sauces y los álamos tienen la capacidad de reproducirse muy fácilmente por sus ramas o por estacas, “nunca entra lo que se llama la recombinación genética, no entra la gameta masculina con la femenina”.

Esa especie que introdujeron es tremendamente vigorosa, cualquier ramita que se quiebre y caiga, el agua la arrastra y donde se quede ahí genera otro, por eso invadió tanto territorio. “Al criollo primero lo cortaron, después le metieron a este que se sacó todo el hábitat”.

“El criollo nativo no es un solo clon, tiene sexo en individuos separados, es decir hay árboles masculinos y otros femeninos y se propaga esencialmente por semilla, entonces tiene que producirse la fecundación, generarse esa semilla, el viento la tira al agua y viaja hasta encontrar un banco de arena, algo donde pueda germinar”. Eso se da en noviembre o diciembre y tiene que generar miles de plántulas que luego puedan crecer sus raíces con suficiente rapidez para consolidarse en ese lugar y que las próximas crecidas del río no se las lleven. “El exótico así caiga en una barranca, prende, entonces hay una desventaja enorme para el nativo”.

Esas son las principales causas del problema que hay en la actualidad, “además de otros peligros potenciales como la hibridación entre las dos especies, cuando coincide la floración de uno con el otro se pueden llegar a cruzar”.

En este caso al haber muy poquitos de criollos y cientos de miles de los otro, continúa predominando el introducido, Gallo dio un ejemplo muy gráfico, “es como si mandaras por largo tiempo a un solo argentino a China, las probabilidades de descendencia serían muy obvias”.

Cuando esto ocurre en reiteradas oportunidades ocurre algo que en genética evolutiva se llama introgresión “es decir que hay una dilusión de la información genética de la especie o sea, va desapareciendo”.

Trabajo en territorio

Hace 25 años Gallo y el equipo de investigación focalizaron gran parte de su energía a la conservación de especies forestales nativas. “Vine de Alemania con un proyecto para instalar un laboratorio de genética molecular, es decir podemos hacer estudios de ADN y ver la diversidad genética mayor de distintas poblaciones de diferentes especies”. Han trabajo con lenga, raulí, pehuén o ñire, algunas especies están más degradadas que otras.

En el 2008 por medio de un acuerdo con un grupo universitario alemán, comenzaron a realizar esos estudios y allí vieron que se estaba perdiendo el sauce criollo y decidieron hacer algo de manera urgente, “así fue como nació la idea de su rescate genético”.

Ya llevan recorridos aproximadamente 2.500 kilómetros de ríos patagónicos, “en el 2012 comenzamos con las primeras recolecciones y aún seguimos aprendiendo, tratamos de difundir el tema, un grupo de San Martín de los Andes se focalizó a trabajar en el río Agrio”.

El año pasado nos hicieron formular un proyecto de restauración en distintos puntos del país, “abarcaría cinco años, el principal problema en cualquier especie nativa es que no hay plantas por eso había que generarlas”.

“La respuesta fue que teníamos tan solo ocho meses para llevarlo a cabo y empezamos a hacer lo poquito que pudimos, articulando con otras instituciones y municipios, tuvimos que generar una estrategia haciendo pruebas en Plottier, en la isla Jordán, en Piedra Parada y Chos Malal”. Junto a INTA Esquel han brindado charlas en la zona de Gualjaina donde aún perduran algunos viejos sauces criollos.

El resultado de ese rescate fue barrer los ríos Chubut, Río Negro, Neuquén, el Agrio, el Collon Cura y el Limay, “nos faltaría del Colorado como para decir que tenemos la diversidad genética de lo que hay representado en Patagonia”.

Luego instalaron en Bariloche un estaquero donde tienen pocas plantas del mismo clon, tomando las ramas de individuos que se estaban muriendo. “Con la misma información genética formaron así un banco clonal retornando luego a sus lugares de origen, manteniendo siempre la identidad de cada río”.

Desde la llegada de Biedma y Villarino, han pasado 238 años, en todo este tiempo la erosión genética ha sido inmensa. “Son los antiguos pobladores los que más han ayudado a identificar algunos nativos incluso narran de los que ya no están, la especie está quedando en el olvido y eso es grave”.

En la zona de Corralito se plantaron dos estaqueros en propiedades de pobladores con 20 plantas cada uno, tienen una mayor información genética para hacer que ese grupo se cruce entre sí, genere semillas y poder darle así una nueva oportunidad a la especie. “Es imposible eliminar al exótico porque abarca miles de kilómetros pero aumentando la cantidad del criollo vamos poco a poco logrando que la especie no se extinga”.

Características y diferencias

El sauce criollo tiene la hoja muy angosta, con dientes muy finitos, dependiendo de la región ronda los 8 centímetros. Las yemas son pequeñas muy pegadas sobre el tallo y no tienen una punta saliente. La corteza es muy rugosa y con profundidad.

Al exótico lo atacan mucho los pulgones, “el insecto absorbe savia elaborada lo que hace que excrete una sustancia azucarada que gotea en las ramas y en el tronco, de allí crece la fumagina, un hongo de color negro oscuro, por eso es que cuando uno ve un exótico ve los troncos negros o se lo nombra como sauce llorón. El criollo no, porque casi no lo ataca ese pulgón. Hay otra plaga de orugas que le come las hojas al exótico.

Otra diferencia está en lo que se denomina fenología, el criollo empieza a brotar un poco después y termina el crecimiento un poco antes, “es decir que en algún momento del otoño uno va a un río donde están las dos especies, el nativo ya tiro la hoja y el exótico aún las tiene verdes, es un proceso adaptativo a las bajas temperaturas”.

El crecimiento del nativo según registros tomados en Gualjaina es de 1,20 metro por año, “eso es muchísimo para una especie patagónica” afirmó. Este mismo sauce en el Delta crece más. Actualmente en el invernadero del INTA hay 300 plantas madres (clones) de seis ríos diferentes y se están generando para restaurar unas mil plantas.

Por todas estas diferencias es que se la considera la especie autóctona más amenazada y están trabajando arduamente para evitar que se extinga.

Susana Alegría

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