ANTES DEL ESTABLECIMIENTO DE AARÓN DE ANCHORENA

| 02/01/2020

Cabras salvajes señoreaban por la isla Victoria

Adrián Moyano
Cabras salvajes señoreaban por la isla Victoria
Playa del Toro en la Nahuel Huapi, isla Menéndez, Larga, Victorica y finalmente, Victoria.
Playa del Toro en la Nahuel Huapi, isla Menéndez, Larga, Victorica y finalmente, Victoria.

En la descripción del propio excursionista pueden encontrarse datos sobre su considerable población, además de menciones a los impenetrables bosques de cipreses. La transformación ambiental corrió por su cuenta.

Se denomina Anchorena al puerto que funciona en la isla Victoria y que como cada temporada veraniega, recibirá en los próximos meses cantidades considerables de turistas. Pocos o ninguno de ellos sabrá que antes de la llegada de la considerada civilización a estas latitudes, la Nahuel Huapi (Isla del Tigre) original estaba poblada de “cabras salvajes”, de las cuales los fusiles de ciertos viajeros dieron buena cuenta.

En su “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi”, Juan Martín Biedma argumentó que el puerto lacustre lleva ese nombre “en recuerdo del paso por ese lugar de Aarón de Anchorena, quien junto con Esteban Llavallol y Carlos Lamarca hicieron una excursión de tres meses por la Patagonia”. Los excursionistas habían partido de Buenos Aires el 15 de diciembre de 1901 a bordo del buque “Chubut”, que pertenecía a la Compañía Hamburgo Sudamericana.

“El 23 de diciembre desembarcaron en Puerto Madryn, donde contrataron el personal”. El contingente se conformó con George Hammond, quien según Biedma se desempeñó como “capataz” durante el periplo de los porteños. Hammond era “malvinero” y “gran conocedor de la región”. A sus órdenes fueron puestos “peones galeses” y dato llamativo -si se tiene en cuenta que se trataba de un emprendimiento privado-, “cuatro soldados de guarnición en el Regimiento 6 daban escolta”.

Según la reconstrucción, “el equipaje y demás elementos eran transportados en dos carros”. Con esa disposición, los tres excursionistas, sus empleados y custodios “cruzaron la Patagonia costeando el curso del río Chubut y luego el del Senguer hasta el lago Fontana. Camino hacia el norte pasaron por el lago General Paz, valle de Tecka, Foyel, estancia Esquel, Leppa (sic), Lelej y Maitén, de la Compañía Argentina de Tierras del Sud, llegando al Nahuel Huapi el 11 de marzo de 1902, donde encontraron al ingeniero Frey que estaba con la Comisión de Límites”.

De manera previsible si se tiene en cuenta el virtual monopolio de aquellos tiempos, “en el vapor Cóndor, de la casa Hube y Achelis, navegan el lago”, añadió Biedma. La que sigue es cita textual de Anchorena: “Costeamos por algún tiempo la isla hasta entrar en un puerto de precioso aspecto situado en la parte occidental, totalmente cubierto de impenetrable bosque de cipreses y de hayas; pasamos en él varios días cazando cabras salvajes de las que hay en abundancia. Los vecinos le dieron el nombre de puerto Anchorena en recuerdo de nuestra estadía”.

Usufructo

Según el autor de “Toponimia…”, al regreso “lo hicieron navegando en bote el Limay hasta Confluencia (actual Neuquén) donde tomaron el ferrocarril hasta Buenos Aires, donde llegaron el 13 de abril. En Neuquén se encontraron al perito Moreno, quien se dirigía al Nahuel Huapi a lomo de mula”. Para Biedma, “la obra que Anchorena publicó como recuerdo de esta excursión tiene un alto valor iconográfico”.

Después de su excursión, el viajero “tuvo durante varios años el usufructo de la isla Victoria, en la cual hizo muchas mejoras”, siempre según la consideración del recopilador. Éste rescató que “en Puerto Anchorena funcionó un astillero que instaló y dirigió el capitán Muhlenpfordt. En sus instalaciones se construyeron el velero ‘Pampa’, el barco ‘Patagonia’ y otra embarcación que popularmente se conocía con el nombre de ‘Cachirulo’. En este puerto, desde 1906, por lo menos y durante muchos años, más de 20, un goleta que pertenecía al inglés Wilford con su proa fija en tierra y su popa flotando, sirvió de muelle”.

En cuanto a “las mejoras” que introdujo Anchorena, “construyó una vivienda, un astillero en el puerto que lleva su nombre, muelles, casas de administración, corrales y galpones para hacienda y aserradero, caminos y pobló con hacienda. En fin, montó lo necesario para impulsar una explotación ganadera y maderera”, admitió Biedma. No contento con esa transformación radical, “introdujo también una fauna exótica de osos alemanes, jabalíes españoles, huemules chilenos, ciervos del Canadá, faisanes y perdices, para poder gustar y brindar a sus huéspedes los placeres de la caza”.

Finaliza el encomio de Biedma: “la isla estuvo a cargo del señor Anchorena durante varios años hasta que, viendo que el gobierno no se preocupaba por hacer prosperar la región y reflexionando que nunca sería de su propiedad, entregó la isla al Estado y compró varias leguas en la Península Huemul”. En rigor, renunció al usufructo que había obtenido “de por vida”, porque desde 1885 en adelante, la isla ya era propiedad del Estado.

Puerto Anchorena.

 

Los cambios de nombre

El nombre de Nahuel Huapi para la isla Victoria es antiquísimo. Su mención aparece en las primerísimas crónicas españolas que se refieren a estas latitudes: la de Diego Flores de León (1620) y la del sacerdote Diego de Rosales (1670). El primero integró una expedición que buscaba esclavos y arribó hasta el nacimiento del Limay. El segundo vino en misión diplomática hacia 1643, aunque escribió su obra -inconclusa- tres décadas después.

El primer intento por cambiar el nombre de la Isla del Tigre corrió por cuenta de Francisco Fonck, quien navegó por el lago en 1856 hasta la Península San Pedro. Anotó el médico chileno de origen alemán: “La isla grande y larga que se extiende por el espacioso brazo del norte y que, según vimos llevaba antiguamente el nombre Nahuelhuapi (sic) y dio su nombre al lago, la bautizamos Isla de Fray Menéndez”.

El re-bautismo fue objeto de polémicas entre los exploradores trasandinos que se aventuraron al este de la cordillera, cuando la soberanía argentina estaba lejos de efectivizarse. Según Biedma, “Guillermo Cox afirmó que la isla grande fue mal llamada por Fonck isla del Padre Menéndez porque él ha comprobado con la relación del padre Menéndez en la mano que dicho padre no estuvo en esa isla, sino en la Punta San Pedro que no es punta, como afirma Fonck, sino isla”.

Por nuestra cuenta, añadamos que Cox anduvo por aquí en 1863, es decir, siete años después que su colega. Estuvo en lo cierto cuando afirmó que el franciscano no posó sus plantas en la isla que hoy llamamos Victoria, pero erró al suponer que la Península San Pedro era otra isla. Para el viajero chileno de origen galés, la polémica debía finalizar al imponérsele el nombre de Isla Larga a la antigua Nahuel Huapi.

Como resulta evidente, no finalizaron allí los intentos por rebautizar al lugar. En parte, la última palabra la tuvo Eduardo O’Connor. “Este marino, en su viaje de exploración en 1883-1884 aclara el equívoco de Cox y la bautiza ‘Isla Victorica’ en honor del entonces ministro de Guerra y Marina, general Benjamín Victorica, propulsor entusiasta de las exploraciones y expediciones que se llevaba a cabo en ese territorio andino”, rescató Biedma. Pero “más tarde, los lugareños, pero en mayor medida la incuria cartográfica, transformaron este bautismo en Victoria”, según la conclusión de Alberto Vúletin. Denominación que como sabemos, es la que prosperó.

Adrián Moyano

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