ALLÍ CELEBRÓ PARQUES NACIONALES SU DÍA

| 10/11/2019

¿Por qué Puerto Blest homenajea con su nombre a un funcionario chileno?

Adrián Moyano
¿Por qué Puerto Blest homenajea con su nombre a un funcionario chileno?

 

El sacerdote Francisco Menéndez pasó por allí en 1792 y llamó al paraje Puerto de la Esperanza, pero su denominación no prevaleció porque sus escritos se descubrieron tardíamente.

Reciente escenario de los festejos de la Administración de Parques Nacionales, Puerto Blest homenajea con su nombre a un funcionario chileno del siglo XIX: Juan Blest. El homenajeado fue intendente de Llanquihue hacia 1856 y desempeñó una tarea fundamental al propiciar la llegada de colonos alemanes al sur del vecino país, cuyo proceso de incorporación a la soberanía de Santiago había empezado ni bien se produjo el estallido revolucionario de 1810. En rigor, tuvo como antecedente el Parlamento de las Canoas (1793), por el cual los españoles consiguieron que los loncos williche consintieran la repoblación de Osorno.

Sito en el extremo occidental del lago Nahuel Huapi, donde desemboca el río Frías, el paraje atesora muchísima historia. “El hermoso puerto de Nahuel Huapi, llamado hoy Puerto Blest, fue bautizado por Menéndez ‘Puerto de la Esperanza’. Este nombre se había conservado en las reminiscencias del práctico José A. Olavarría, que lo aplicó al cerro que está situado a la espalda del mismo puerto y desde el cual señaló a Gómez Geisse la legendaria laguna que venían buscando”.

La cita anterior aparece en “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi”, de Juan Martín Biedma (Editorial Caleuche – 2004), pero habrá que ir por partes. Con Menéndez, se refiere el texto al sacerdote franciscano que integró cuatro expediciones hacia estas playas, las que partieron todas de Chiloé y se produjeron entre 1791 y 1794. La primera no llegó a destino, recién en la segunda los soldados y religiosos tuvieron la fortuna de divisar el gran lago y desde esa perspectiva, puede entenderse aquello de Puerto de la Esperanza. Una manera de dejar atrás la primera frustración…

Biedma tomó como fuente para su aseveración los escritos de Francisco Fonck, quien junto a Federico Hess, concretó una expedición a estas latitudes en 1856, es decir, sesenta años después del último intento de fray Menéndez y los suyos. El sacerdote había tratado con los “indios puelches” en cercanías del río Ñirihuau pero en su último periplo, recibió un ultimátum por parte del cacique Chulilaquin, cuyas tolderías estaban ese verano cerca de las nacientes del Limay. Los españoles optaron por retirarse, ante la presencia de medio millar de lanceros.

Primer nombre 

En aquellos tiempos, los viajeros que se asignaban a sí mismos el rol de “descubridores” se consideraban con derecho a imponer nombres a los ríos, montañas, lagos y demás elementos geográficos que encontraban a su paso. No obstante, también respetaban puntillosamente una norma no escrita, según la cual el nombre que prevaleciera debía ser el primero, siempre según la lógica europea en primera instancia, chilena-argentina después. No consideraban las designaciones originarias.

Fonck publicó hacia fines del siglo XIX los diarios de viaje de fray Menéndez, a los que matizó con una extensa introducción y con cuantiosas notas al pie, pero los preciosos textos permanecían entre el polvo de archivos desconocidos cuando el médico alemán–chileno navegó por el Nahuel Huapi. De ahí que soslayara la denominación de Puerto de la Esperanza y quisiera homenajear al intendente de Llanquihue, quien había puesto a disposición de los expedicionarios los recursos a su alcance.

Escribió Fonck: “mi amigo D. Juan Blest, persona muy digna, laboriosa e ilustrada, que ha fallecido en su mejor edad hace ya algunos años, me encomendó la expedición proyectada en 1856 aceptando mi ofrecimiento espontáneo de hacerme cargo de ella y le agregó a propuesta mía, a mi inteligente amigo D. Fernando Hess. Blest se alejó inopinadamente de Puerto Montt, mientras que nosotros estábamos ausentes en la expedición. Su retiro fue un gran golpe para la prosecución de los descubrimientos en la región”, lamentaba el explorador en 1900.

En efecto y “por lo demás, habiéndole sometido varios datos nuevos para seguir con ellos me aconsejó desistir de estos trabajos, que en su opinión, no hallarían de parte del gobierno ni del público, el apoyo y la atención suficientes para ser provechosos para su autor. La recepción fría que cupo algunos años después al notabilísimo viaje de D. Guillermo Cox probó que la apreciación del señor Blest había sido exacta”, redondeaba el médico alemán–chileno.

Añadamos por nuestra parte que Cox rehízo el viejo Camino de Las Lagunas, es decir, el mismo que transitaron Menéndez y Fonck, en el verano de 1863. Su propósito era unir los Andes con el Atlántico a través de los ríos Limay y Negro pero obviamente, al lanzar su esquife por los rápidos del primero, se hizo añicos contra las piedras. El naufragio se produjo en cercanías del Traful y como consecuencia de su percance, el galés–chileno tuvo obligatoriamente que relacionarse con Paillakan, padre del célebre Foyel, y más tarde con el mismísimo Inakayal.

Larga Ensenada

Curiosamente, también lleva el nombre de aquel intendente de Llanquihue el brazo del Nahuel Huapi que se introduce en la cordillera, por donde transcurre el límite entre las provincias de Neuquén y Río Negro. Según la reconstrucción de Biedma, “el 11 y 12 de enero de 1884, (Eduardo) O´Connor recorrió este brazo en su viaje de exploración al lago después de su famosa navegación del Limay”. Por entonces, se conocía como Larga Ensenada.

Asimismo, se conoce como Blest al arroyo que nace junto al límite internacional, al norte del cerro Esperanza y “que determina en todo su curso parte del límite entre las provincias de Neuquén y Río Negro”, según la narración de Biedma. “Desagua en el extremo occidental del Brazo Blest del lago Nahuel Huapi”. Durante su internación de 1884, O’ Connor consignó: “En la orilla de uno de los arroyos que vienen de las sierras, encontramos dos piraguas, construidas de un solo tronco de madera ahuecado y labrado con bastante perfección”.

También observó el marino: “dadas las condiciones del terreno, pues tenemos al frente un abra regular, suponemos pueda existir algún paso a Chile desde el punto y atribuimos la existencia de estas piraguas, a algunos comerciantes chilenos o indígenas que atraviesan el lago en esta parte, aprovechando un buen tiempo. Al arroyo lo llamamos de las Piraguas”, según consignó el 10 de enero de 1884. Es el actual paso Pérez Rosales.

Demasiado categórico, Biedma concluyó que “las piraguas de las que habla O’ Connor fueron canoas de la expedición Fonck-Hess. Una, la que usaron los dos jefes y la otra, la que construyó Figueroa con los hombres que aguardaban en Puerto Blest”. Cabe recordar que entre una y otra excursión mediaron 28 años y que la confección de canoas de un solo palo o monóxilas, como dicen los arqueólogos, era una práctica difundida entre los puelches y pehuenches, desde Aluminé hasta el lago Menéndez, como mínimo. ¿Por qué suponer que durante tres décadas, nadie había transitado por parajes tan de ensueño?  La historia humana de Puerto Blest es varias veces centenaria y quizá, milenaria.

 

Adrián Moyano

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