LAS FALLAS GLOBALES DEL ESTADO

| 06/02/2019

En Bariloche hay unas cuatrocientas causas abiertas por violencia de género

Mariano Colombo
En Bariloche hay unas cuatrocientas causas abiertas por violencia de género
Los carteles exhibidos en la marcha tras el reciente femicidio de Valeria Coppa.
Los carteles exhibidos en la marcha tras el reciente femicidio de Valeria Coppa.

Según datos oficiales, unas cuatrocientas causas tramitan en distintos estados procesales en Bariloche, vinculadas a la cuestión de violencia de género y abusos sexuales. Aunque el nuevo sistema procesal agilizó los trámites y se logran más condenas en menor tiempo, hay puntos claves que impiden que el crecimiento de los índices se detenga y ni hablar de que descienda. En este informe, aspectos de los principales ejes de la temática, en la visión de los operadores de Justicia.

La Unidad Fiscal Temática N° 1 de Bariloche –que se ocupa de la investigación de delitos contra las personas y contra la integridad sexual, violencia de género y violencia doméstica-, tiene abiertas alrededor de cuatrocientas causas que avanzan en distintas etapas del proceso penal. Dos fiscales, una fiscal adjunta y tres empleados, están abocados a la titánica tarea. Como pata de apoyo cuentan con la Oficina de Atención a la Víctima, muñida de un equipo de profesionales que acompañan, asesoran y orientan a las víctimas. Fuera del funcionamiento estatal, existen organizaciones que brindan contención y asistencia a las víctimas. No es poco, pero no hay mucho más que eso.
El nuevo Código de Procedimientos Penales que rige en Río Negro hace poco más de un año, ayudó a descomprimir la situación. Cuando con el viejo sistema se obtenía un puñado de sentencias por año, a partir del sistema que impulsó la oralidad e inmediatez, se logran alrededor de cien condenas anuales dentro de la temática referida. La mayoría de ellas impulsadas por acuerdos plenos entre las partes. Desde la Unidad Fiscal aseguran que los defensores agotan las instancias para evitar el juicio tradicional en materia de violencia de género y convencen a los acusados para declararse culpables y en honor a esa “colaboración”, obtener una condena un poco más suave a través de lo que históricamente se conoció como juicio abreviado.

El equipo fiscal aborda la temática con estrategias distintas a otros casos. Se realiza un análisis probatorio profundo y desde otra perspectiva, porque en general se trata de hechos graves, aunque las calificaciones legales aplicables no sean sancionadas con condenas duras por el Código Penal, sino más bien, imperan las sanciones laxas por tratarse de “delitos menores”.

Aunque existen infinidad de causas por abusos sexuales, que en su enorme mayoría tienen por víctimas a menores de edad y que por lo general se dan en el ámbito intrafamiliar, los legajos referidos a la violencia machista ganan espacio sistemáticamente en las estadísticas. Se trata de causas por lesiones leves y graves, amenazas simples y calificadas por uso de armas y que habitualmente van de la mano con otros delitos como violación de domicilio o desobediencia a órdenes judiciales.

Es que, a pesar de la intervención de distintas áreas de la Justicia, los acusados suelen reincidir en sus conductas violentas de hostigamiento y control de las mujeres, con las que, en algunos casos, ya no tienen más vínculos sentimentales y hacen caso omiso a las restricciones impuestas judicialmente.

Una de las patas del problema: las fallas del sistema

El equipo de fiscales que trabaja en la temática en Bariloche, registra quebrantamientos a medidas cautelares casi a diario. ¿Qué son las medidas cautelares? Medidas de protección que se adoptan para evitar la repetición de situaciones violentas. Van desde restricciones de acercamiento o de contacto por cualquier vía, la prohibición de realizar actos de hostigamiento y hasta la prisión preventiva. Esta última aparece siempre como la forma más segura, pero no es eterna sino todo lo contrario. Tiene serias limitaciones para ser aplicada.

De modo que los funcionarios judiciales se topan con la imposibilidad operativa de proteger a unas doscientas o trescientas mujeres que han denunciado y sus causas penales avanzan por los intrincados caminos judiciales. No hay forma.

Pero más allá de esa dificultad, la cuestión es qué tipo de tratamiento se le dispensa a una persona que fue condenada por delitos violentos vinculados a la temática de género -en realidad a un condenado por cualquier delito.

Ahí radica quizás el mayor de los problemas. El Estado hace agua y aunque se reconocen otras fallas, no parece haber vías de solución sin un cambio drástico en ese sentido. Es decir, ¿son las cárceles un lugar adecuado para propiciar la reinserción social de una persona condenada judicialmente, tal como lo establece la legislación?

No puede desconocerse que el tratamiento y acompañamiento de equipos multidisciplinarios también debería enfocarse en las víctimas. Es que en su mayoría han padecido por años situaciones de violencia y tienen naturalizado el mal que las asola, llegando a justificar la conducta de los sometidos a proceso. “Él es impulsivo”, “Solo me quería asustar”, “No me hizo nada grave”, son algunos argumentos que tristemente se repiten.

Otra arista: la retractación

En ese contexto es muy común también que antes de que una causa judicial llegue a una resolución final, la mujer haya perdonado al hombre por el hecho que denunció y haya retomado la relación. Sobran ejemplos de causas en las que al momento del juicio, la mujer acompañó a su agresor hasta el banquillo del acusado.

Un sujeto con un frondoso y peligroso prontuario está detenido en el Penal 3 de Bariloche desde hace casi dos meses, luego de que se le impusiera la prisión preventiva para evitar que entorpeciera la investigación, tras ser acusado de un hecho violento contra su pareja. La mujer acudió a visitarlo al establecimiento carcelario diariamente desde entonces y es más que probable que al recuperar su libertad, el sujeto vuelva a convivir con la mujer.

Ya no habrá posibilidad entonces de imponerle restricciones cautelares. Un problema sin solución. “No es culpa de la mujer, pero el ejercicio de poder del hombre tuerce la situación”, admiten desde el equipo fiscal con toda razón.

La cultura que impera en la sociedad está atravesada por la creencia de que la mujer es responsable por lo que le ocurre cuando es sometida a cualquier tipo de violencia machista. Y eso claro, incluye a las mujeres. Esa es otra de las patas del problema y para las fuentes consultadas en este informe, otra de difícil resolución. Es que la mujer a lo largo del proceso penal suele arrepentirse e intenta retractarse de los hechos que denunció. Y esa circunstancia tiene diversas aristas.

Quizás el mayor porcentaje de los motivos está dado por la dependencia económica. Se trata de casos en que los acusados funcionan como el sostén económico de la pareja o la familia y al ser sometidos a un proceso penal o inclusive ser condenados a penas de prisión, la familia queda sin ingresos de dinero y eso complica demasiado.

Pero también están los sentimientos de culpa. “Él está preso por mi culpa” les dijo una mujer a los fiscales, sin llegar a ver con precisión que en realidad el sujeto estaba preso por su conducta delictiva, o sea por responsabilidad propia. Difícil distorsión para corregir.

“Ni una menos”, una luz de esperanza

A partir de la visibilización que adquirió la temática de violencia de género con la consigna “Ni una menos” y otras impulsadas desde los colectivos y organizaciones feministas, no todas las mujeres flaquean ante ese ejercicio de poder del hombre.

Hay quienes en la actualidad han logrado otra percepción y enfrentan la problemática con mayor decisión y conciencia de género para evitar males futuros. Esto implica que más allá de que en algún momento atravesaron una situación como víctimas y lograron cortar el vínculo con el agresor e incluso llevan tiempo sin verlo, mantienen la voluntad de acabar el proceso con una condena, como una manera solidaria de preocuparse porque a otra mujer no le toque atravesar lo mismo con ese individuo.

Hay quienes arrastran una carga emotiva muy profunda que las fortalece y estoicamente aguardan la llegada del juicio oral para vomitar todos sus tormentos ante los jueces, como una forma de cerrar capítulos nefastos de sus vidas.

Entonces la visibilización de la problemática y la concientización, aparece como una luz en el camino y eso no incluye solamente a la mujer. Más bien debería enfocarse en lo contrario, en deconstruir la educación machista, que mayoritariamente han recibido los hombres.

Hacer escuela

A partir de voluntades aisladas de docentes o equipos directivos de establecimientos educativos, los fiscales que trabajan en la temática en Bariloche han tenido experiencias muy conmovedoras al brindar charlas y espacios de debate en escuelas secundarias de la ciudad.

Aunque las charlas tocaron otros ejes preocupantes para los adolescentes, como el grooming, las situaciones de violencia ganaron protagonismo. En todas las charlas desarrolladas, aseguran desde el Ministerio Público Fiscal, aparecieron consultas, inquietudes y hasta denuncias por tristes experiencias de violencia de género. Desafortunadamente, se trata de experiencias motivadas en voluntades aisladas y no en un programa real y continuo de asesoramiento a los jóvenes.

Mariano Colombo

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