2019-11-15

A sus 105 años partió Marcial

En cada uno de los centros de abuelos se pueden conocer seres humanos maravillosos, cargados de anécdotas y también, de tristezas. Marcial Acuipil era uno de ellos, de carácter pícaro, siempre estaba dispuesto a que alguien con auto le trajera de su casita, el acordeón para regalar su música.

No aguantaba mucho ejecutándolo, a las dos o tres canciones pedía que pusieran música y empezaba a sacar a bailar a cada una de las mujeres que lo aplaudían.

Nació en Cushamen, provincia de Chubut y desde muy chiquito trabajó en estancias como puestero pero luego descubrió su habilidad y gran amor por los caballos, convirtiéndose entonces en un gran domador.

Quedó huérfano cuando tenía ocho años, quedándose él y su hermanito con sus abuelos que poco tiempo después, también fallecieron. Aseguraba que nunca le gustó pedir plata entonces con doce años salía a buscar alguna changa para ganarse el pan.

Marcial nació un 10 de junio pero lo anotaron recién el 7 de abril, eso le sirvió de excusa para que en el Centro de Abuelos Amanecer le festejaran dos veces al año, situación que aceptaba porque dejaban que lo mimaran.

Conoció el amor en Cushamen y con su compañera tuvo diez hijos y 30 nietos, incluso llegó a ser bisabuelo. “En esta vida me castigó la mala, enviudé tres veces, hace 30 años que una de mis hijas, cuando quedé solo, me trajo a Bariloche, cuando uno es chico no añora nada, pero con el tiempo se va haciendo más duro” le contó a El Cordillerano en una charla.

Cuando llegó a nuestra ciudad estuvo de casero en la zona del Lago Gutiérrez, “me tocó un patroncito muy bueno, no me dejaba arreglar nada, solo quería que cuide pero cuando él salía igual agarraba las herramientas y algo hacía” comentó riéndose.


Junto a sus amigas del Amanecer

Cuando cumplió 75 años dejó de trabajar con caballos, se reconocía como un muy buen domador. “gracias a mis animales conocí todo el país, me contrataban de todos lados para que amanse de tropillas. La primera vez tuvo a mi cargo 25 potros salvajes y asegura que nunca lo tiraron al piso, “si  me las veía feas pegaba un salto y siempre caía parado” describió Marcial.

Marcial cada mediodía pasaba por dos centros de abuelos, pero no iba allí en busca de alimento, lo que más disfrutaba, eran los recibimientos y las charlas, “cuál de todas es más linda” decía.

Eso era lo que buscaba, compartir con sus pares porque su gran familia también lo mimaba y atendía.

Con sus 105 años no tenía grandes problemas de salud, solo la vista le estaba jugando otra mala pasada, pero hoy, su corazón no quiso latir más.

Quedará siempre en el recuerdo de quienes lo quisimos, un vacío nada simple de llenar.

 

Susana Alegría

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