La idea había partido desde las redes sociales.

La propuesta para las marchas que se realizaron en diversas partes del país, en defensa de la universidad pública, era que cada persona llevara un libro.

Y Bariloche no fue la excepción.

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En la caminata desde Moreno y Onelli hacia el Centro Cívico se vieron textos de los más diversos.

Luego, tras la lectura de distintos documentos (incluido el que surgió desde el denominado Frente Universitario Intersindical, conformado por agrupaciones de docentes y de alumnos), en la plaza principal de Bariloche se observó una enorme cantidad de brazos alzados sosteniendo un libro.

La imagen resultó impactante y dio forma a un símbolo inequívoco e incuestionable.

Más allá de textos académicos, hubo títulos variados.

Desde el Hamlet shakesperiano al Nunca Más de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), con varias Mafaldas de Quino en medio, y también muchos ejemplares de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.

Asimismo, estuvieron las opciones directamente politizadas, como el Sinceramente de Cristina Fernández, o La razón de mi vida, que, si bien no escribió, lleva la firma de Eva Perón.

Pero si un libro preponderó, ese fue El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, incluyendo versiones para niños pequeños, de esas con texturas y figuras que sobresalen.

Hay que recordar que, en su interior, la obra cobija aquellas palabras que formalizan una sentencia inmortal: “Lo esencial es invisible a los ojos”.

Y, a la hora de buscar ocurrencias, no faltó aquel que, durante la marcha, portó un cartel en el que había dibujado un rostro de Javier Milei, con anteojos oscuros, acompañado de la frase principesca, pero con una leve y concluyente variante: “Lo esencial es invisible al presidente”.