04/10/2018

Cambio climático demanda reorientar modelo agropecuario

Todos sabemos la importancia que tiene el sector agropecuario para la Argentina y el resto de la región. Más allá de las oscilaciones de los mercados, las cotizaciones y las retenciones, en los últimos años aparecieron nuevas preocupaciones que se relacionan con las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático. En efecto, las sequías, las modificaciones en los regímenes de precipitaciones, los granizos y los aumentos de temperatura inciden en la producción.

También se erige en inquietud que trasciende al sector, su propia contribución al fenómeno por las emisiones que genera. Además, el funcionamiento agropecuario se relaciona con el sector forestal, cuyo desenvolvimiento es de alta incidencia en el cambio climático. Como bien sabemos en la Argentina, la frontera agropecuaria se expandió en desmedro de bosques y montes, tendencia que continúa en el presente. Su pérdida redunda en emisiones de dióxido de carbono (CO2).

Los especialistas consideran de manera conjunta el desenvolvimiento de ambos rubros como si fueran un gran sector, al que denominan AFOLU (siglas en inglés de Agricultura, Ganadería, Forestación y otros Usos del Suelo).

Ocurre que las emisiones de GEI del conjunto AFOLU en América Latina son muy significativas y superan a otras regiones del planeta: mientras en términos globales las emisiones de origen AFOLU representan el 25 por ciento, entre nosotros superan el 50 por ciento.

Los datos más recientes refieren que en 2012, las emisiones totales de GEI en la región ascendieron a 4,560 MtCO2e (toneladas métricas de dióxido carbono equivalente). El 20 por ciento provino del sector agropecuario, mientras que el 31 por ciento fue aporte de la deforestación. La agricultura emite sobre todo óxido nitroso (N20), que deriva de la aplicación de fertilizantes sintéticos. También metano (CH4), que se origina en los cultivos de arroz. En tanto, en la ganadería el principal gas es precisamente el metano, que se origina en la fermentación entérica del ganado (la digestión en los rumiantes) y del estiércol. Por último, en el rubro forestal el principal gas es el dióxido de carbono, que se libera a la atmósfera en los procesos de deforestación.

En los últimos 20 años, la frontera agropecuaria se corrió de manera más rápida a expensas de bosques y montes, dinámica que no solo provocó un aumento de las emisiones, además implicó que los impactos locales del cambio climático fueran mayores, entre ellos, los efectos de las inundaciones. De manera simultánea, se expandieron monocultivos como la soja, que provocan deforestación de manera directa o bien indirecta, al desplazar a la ganadería.

En las conversaciones internacionales sobre cambio climático, se discuten entre otros dos conceptos: Adaptación y Mitigación. El primero refiere a las medidas que hay que adoptar para reducir los efectos sobre la producción agropecuaria. El segundo, a cómo se puede limitar la contribución del sector a las emisiones globales. Las discusiones también incluyen la cuestión clave: Financiación, es decir, quién debe costear los dos procesos.

En la Cumbre de París de diciembre último, los representantes de la región sostuvieron que los gastos de Adaptación y Mitigación en los países “en vías de desarrollo” deben costearlos los desarrollados, a partir del principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. Más allá de la suerte que corran esas gestiones, hay que mencionar que ocho países, entre ellos la Argentina, señalaron en la capital francesa que utilizarán más biocombustibles con origen en biomasa.

Los enviados nacionales resaltaron también diferentes iniciativas que en los hechos ya se registran en el sector agrícola, como la siembra directa, la rotación de cultivos y la agricultura de precisión, aunque no establecieron metas específicas. Esa ambigüedad contrasta con el propósito uruguayo, por ejemplo, que incluyó metas de mitigación en el sector ganadero. En efecto, Montevideo se comprometió a reducir la intensidad de las emisiones de metano y óxido nitroso en 33 por ciento y 41 por ciento respectivamente, en relación a cada kilo de carne para 2030, con 1990 como año base.

Las implicancias políticas que derivan de las negociaciones internacionales sobre cambio climático suman nuevas señales sobre la necesidad de imprimir cambios en los modos de producción del sector agropecuario. La coyuntura internacional aparece como una oportunidad para que los gobiernos avancen en políticas públicas que detengan la deforestación y promuevan prácticas agropecuarias más sustentables desde el punto de vista ambiental.

Quisiéramos vislumbrar que tema tan trascendente no solo se instale en la agenda gubernamental sino también en la consideración de la opinión pública. Discutir eternamente sobre expedientes judiciales y gradaciones de la corrupción, impide asumir tareas que son impostergables y de consecuencia directa para la vida de millones. Ya no solo en un futuro más o menos lejano, sino aquí y ahora.

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