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| 29/06/2018

Notable Flavia Montello en “Porquería”

Notable Flavia Montello en “Porquería”
Flavia, inmensa.
Flavia, inmensa.

Un personaje desconcertante que oscila entre la sordidez y reflexiones de los filósofos griegos. Durante 50 minutos, la actriz no se guarda nada y por decirlo en términos futboleros, deja todo en la cancha. 

La anatomía dice que en la cara tenemos 43 músculos. Flavia Montello echa mano a todos ellos en “Porquería”, la obra que estrenó hace un mes aproximadamente y que repondrá mañana y pasado en el Teatro El Brote, en ambos casos desde las 19. Un trabajo soberbio que puede resultar desopilante, pero a la vez, se inmiscuye en los más perturbadores rincones que el espíritu humano es capaz de habitar.

En su devenir, la mayoría de los ingredientes tiende a desconcertar. El único personaje es una mujer elegante y bella que, sin embargo, es presa de la sordidez: no sale nunca de las cuatro paredes de su casa porque teme los peligros del exterior. No solo no cruza el umbral de la puerta, además enfrenta un angustiante dilema cada vez que suena el teléfono o tocan el timbre. Las más de las veces, elige no responder.

Cuando El Cordillerano habló con la actriz al comienzo del mes que se va, nos advirtió sobre la complejidad de la trama, aunque en realidad, podría hablarse en plural: las tramas... En la superficie, la mujer en cuestión posee un chiquero vecino a su hogar a quien alguien o varios insisten en atacar. Después de cada ataque, la población porcina tiende a disminuir, pérdidas que para su propietaria implican todo un drama.

De ahí la primera interpretación para el título de la obra. Cuando advierte que el atacante se esconde en un árbol cercano a la vivienda, la mujer vocifera: ¡Porquería! E implora a veces con desesperación y otras con autoridad, que dejen de matarles los chanchos... Precisamente, además de la expresividad de su rostro, la voz de Montello es uno de los pilares fundamentales para su faena: intensa, trémula, después firme, un par de ocasiones susurrante y varias, desbocada.

Pero la dueña de los chanchos no solo tiene conflictos con sus vecinos. Es sumamente estructurada y exigente consigo misma. Esos rasgos quedan en evidencia al prepararse algo de comer, mientras intenta seguir al pie de la letra una receta que a pesar de su aparente sencillez, termina mal al alterar el orden de los pasos. La frustrada cocinera reacciona con demasiada enojo hacia sí misma, mientras el hambre la pone en aprietos.

Mandato materno

La panza le hace ruido pero según sus palabras, hay al menos una decena de porcinos a pasos de su casa… Cuenta que los heredó de su madre, quien periódicamente aparece en la narración para recriminar tal o cual desvío de sus enseñanzas. Rigidez engendra rigidez… A veces es posible rebelarse pero en otras, inclusive los más conscientes reproducen los mandatos paternos o en este caso, maternos.

Otro desconcierto y desafío al estereotipo: nadie esperaría que una mujer que tiene fobia a salir de su casa y que tiene como patrimonio un chiquero con 10 chanchos, fuera capaz de compartir reflexiones provenientes de los filósofos griegos. Pues bien, es el caso… La elegante chanchera, cocinera frustrada e hija reprimida, hace suyas especulaciones de Anaximandro y Heráclito, en las que filosofa sobre los cambios, las permanencias, las bondades y las maldades.

No solo eso, a través de la metáfora de un “Borgoña” que además de rojo es grueso, la desesperada defensora de la porqueriza tiene margen y tiempo para alcanzar dos orgasmos durante los pocos momentos de reposo en los que es capaz de disfrutar, mientras mantiene a raya a las porquerías de adentro y de afuera… No da contar el final, solo diremos que las apariencias son precisamente eso y que en realidad, la interpretación que desgranan estos párrafos apenas si es una de las posibles.

En “Porquería” hay momentos que dan risa, hay otros que dejan al espectador en vilo, unos más que son pura angustia y desolación. Muchas cosas pueden decirse y otras, suspenderse en el juicio. Pero es incontrastable que estamos frente a un tremendo trabajo de Flavia Montello, quien retornó a escena después de cinco años de ausencia. Se ve que acumuló ganas porque durante los 50 minutos que dura la obra, no se guarda nada. Ya que estamos en tiempos futboleros, juega cada pelota como si fuera la última. No deje de verla.

Adrián Moyano

Sin menciones explícitas

“Porquería” se basa en un texto de Marcelo Bertuccio, cuyo título original es “Orejas caídas y hocico casi cilíndrico”. El autor dio a conocer su obra en 2001 y no hace falta recordar qué pasaba en la Argentina por entonces. Sin embargo, al menos en la versión barilochense, no hay menciones explícitas a contexto político o histórico alguno, aunque es verdad que se pueden hacer múltiples asociaciones con varios momentos del pasado muy, muy reciente. O del presente.

La escenografía es absolutamente despojada y la sala de El Brote permite una proximidad considerable con la acción: puede escucharse la respiración agitada de la actriz, se ven sin problemas las perlas de su sudor… La dirección corrió por cuenta de Darío Levin, que para beneplácito del teatro de la zona, desde hace un tiempo reside en El Bolsón. Digamos de paso que en Lago Puelo desarrolla el proyecto Teatro Casero.

Además de Flavia Montello, papeles fundamentales juegan el sonido y la iluminación, quehaceres en los que se desempeñan Kevin Orellanes y Cinthia Albanese. Así como las dimensiones reducidas de la sala implican facetas favorables para el espectador o espectadora, hay que tener en cuenta que las menos de 50 entradas pueden agotarse muy rápido, como ocurrió el último domingo, aunque la noche no invitaba. No se quede afuera.

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