GRACIELA PINO RECUERDA LA QUE HIZO HISTORIA 40 AÑOS ATRÁS

| 07/05/2024

¿Se parecen las nevadas de 1984 y 2024?

¿Se parecen las nevadas de 1984 y 2024?
Así estaba el centro en la mañana del lunes. Imagínese 40 años atrás... Foto: Matías Garay.
Así estaba el centro en la mañana del lunes. Imagínese 40 años atrás... Foto: Matías Garay.

Por entonces, la autora de “El Picadero” y “Boleto a 1965” vivía en Rancho Grande y a su vivienda no llegaba la red de gas. Y la leña comenzó a agotarse…

Hay quienes dicen que empezó en mayo, pero Graciela Pino recuerda con precisión: la nevada de 1984 arrancó el 9 de junio, es decir, que todavía falta para que se cumplan con exactitud sus 40 años. No obstante, es imposible no evocarla al observar la magnitud de la que cayó entre sábado y lunes últimos. Para la autora de “El Picadero” y “Boleto a 1965” hay coincidencias, aunque también considerables diferencias, sobre todo en relación con la infraestructura con que ahora cuenta Bariloche.

La vecina vivió aquel hecho climático histórico en el barrio Rancho Grande. “Tengo mis dudas, pero recuerdo que fue el 9 de junio. En la noche del 8 de junio empezaron unas chispitas inofensivas de nieve, pero después, el 9 de junio nos despertamos y teníamos medio metro de nieve en la puerta”, recordó, a instancias de El Cordillerano. “Lo que es peor, en el techo… Ese invierno fue terrible porque no teníamos gas natural en el barrio”, señaló.

Además, la población barilochense era sensiblemente menor. “Éramos 13 vecinos nomás, repartidos entre cuadras y manzanas. Habíamos hecho acopio de leña de piquillín en el galpón durante el otoño, pero igual se nos fue terminando. Teníamos cocina a leña, estufa también a leña y una garrafa para el termotanque”, ilustró. “Cuando se nos empezó a terminar, los vecinos de la Quinta 51 que tienen tan mala fama, con nosotros fueron maravillosos amigos, porque nos traían leña”, destacó.

Graciela, una vez que visitó El Cordillerano, siete años atrás.

En efecto, “mi marido (Luis Franco) les dijo que les compraba alguna leña que tuvieran, porque ellos acostumbraban a sacarla del bosque de árboles caídos. Les dijo: tráiganme la leña picada y yo se las pago… Estaba bastante húmeda, entonces la poníamos contra la estufa encendida, la íbamos secando y la mezclábamos con quebracho y piquillín”, recordó Graciela. “La garrafa la traía un señor chileno en un camioncito que era muy pintoresco, tenía un sombrerito tirolés y mi marido, que siempre ponía apodos, le decía El Jaiva”, dijo entre sonrisas.

La cuestión es que El Jaiva “no pudo subir más con el camión porque estaba todo nevado y la leña dura tampoco”. Cuadro muy preocupante… “Teníamos un vecino entre Saihueque y Calfucura, el único que había, Edgardo Aravena, un mecánico que iba hasta el centro porque Saihueque siempre se limpia más rápido que Calfucura al pasar más coches”, explicó la vecina. “Entonces, Aravena nos traía leña dura en el baúl de su auto y mi marido iba y la traía en bolsas hasta mi casa, que quedaba a una cuadra”.

Si le habrá dolido el lomo a Franco aquel invierno difícil… “Lo mismo pasaba con las garrafas, teníamos que ir hasta un almacén en Nilpi, donde ahora está la cervecería La Cruz o por ahí. Unos muchachos, Pepe y René, tenían una despensa. Mi marido iba a comprar garrafas ahí y las traía al hombro, siete cuadras para arriba”, mencionó Graciela. “No tengo fotos, pero sí puedo decir que esa nevada fue terrible porque fue sorpresiva, igual que esta de ahora”.

No obstante, para la vecina escritora “la del 95 fue más fuerte, pero ya teníamos gas, entonces cambió todo. Ojalá sirva todo esto, porque quiero que mis nietos lo sepan”, dijo con relación a este intercambio con El Cordillerano. “Tengo un borrador acá, porque pensaba hacer algún día un libro, pero bueno… Ellos (los nietos) viven en un mundo donde todo es más fácil y rápido, pero es interesante que sepan lo que vivimos sus abuelos”, consideró la vecina de Rancho Grande.

Entre 1984 y 2024 sucedieron infinidad de cosas y se incorporaron a la vida cotidiana tecnologías que, por entonces, ni siquiera imaginaban los autores de ciencia ficción, pero algunas cosas no se modificaron. “Soy consciente de que todo eso que nosotros pasamos, tan duro, hay mucha gente que lo vive hoy en día. Incluso, una de mis hijas tiene calefacción a leña y dos garrafas”, destacó.

“Me imagino que en los barrios hay mucha gente que no tiene gas y sufre las nevadas”, admitió. “A mí nunca me gustó la nieve. Desde chica, me parecía que era muy lindo verla desde adentro cuando caía, pero la verdad, no tengo ningún recuerdo agradable de la nieve. Siempre sufrimos de chicos, el frío o cuando salíamos a comprar querosén. ¡Ay, Dios! No me la banco para nada. Cuando veo nevar, siempre pienso en las familias que están sufriendo”. Cuatro décadas después, Graciela Pino sabe de qué habla.

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