A DOS AÑOS DEL HALLAZGO DE SU CUERPO BAJO LA NIEVE

| 28/04/2024

Una visita a la intimidad de los padres de Manu

Una visita a la intimidad de los padres de Manu
Foto: Matías Garay.
Foto: Matías Garay.

Eran las once de la noche del miércoles 27 de abril de 2022 cuando sonó el teléfono en una casa del barrio Quimey Hue.

Juan Benítez atendió y no entendía nada de lo que le decían.

Para él, su hijo Manuel estaba en el refugio Frey, donde trabajaba.

Sin embargo, una voz que no conocía (Juan cree recordar que se trataba de alguien de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche) le informaba que se había activado un protocolo de búsqueda porque el muchacho de veintinueve años nunca llegó al lugar.

Había salido de su casa el día anterior, pasado el mediodía.

Un paro de colectivos y la camioneta de Juan que estaba rota dificultaron la partida.

Además, la nieve.

Era casi imposible conseguir taxis.

Pero Ximena Cerda, la mamá de Manu, pudo dar con uno.

Luego se sentiría culpable por haber colaborado en conseguir aquel auto que llevó a su hijo hasta la base del cerro Catedral, desde donde comenzó su andar aciago.

Lo cierto es que el joven habría ido de todos modos.

Ya le había comentado a su papá que, en caso de no conseguir un vehículo, pensaba hacer dedo.

Todo aquello había sucedido el martes.

Por eso, para su familia, Manu estaba en el refugio, donde trabajaba desde diciembre de 2021.

Pero aquel miércoles, por teléfono, alguien decía que no, que nunca había llegado.

Así, en la madrugada del jueves 28 de abril de 2022, se inició su búsqueda.

En realidad, aunque en aquel momento nadie lo sabía, Manu, para ese entonces, ya estaba muerto.

Los informes médicos apuntaron a un fallecimiento por hipotermia, que  se habría producido en los últimos instantes del mismo martes en que partió de su casa o al comienzo del miércoles.

Pero todavía, aquel 28 de abril por la mañana, la esperanza persistía.

Foto: Matías Garay.

Juan y su hija Rocío, la hermana de Manu, se acercaron al cerro Catedral.

Allí, Claudio Fidani, del equipo de rescate, les recomendó que se retiraran, ya que no había manera de saber cuánto duraría la búsqueda.

Juan y Rocío, entonces, emprendieron el retorno hacia el hogar familiar.

Cuando iban por la altura de la Virgen de las Nieves, sonó el teléfono de Juan.

Era Fidani, para informar que habían hallado a Manu, y que el helicóptero estaba yendo a buscarlo. 

Hasta ese momento, no se había hablado de muerte.

Por eso, la sensación, para Juan, al cortar, dado lo que le habían dicho, fue que estaba vivo.

Al llegar a la casa, todo era alegría.

Cuando por televisión vieron que el helicóptero aterrizaba, uno de los amigos de Manu que se había acercado (fueron varios) comentó que deberían ir al hospital; otro recomendó que llevaran ropa.

Prepararon un bolsito y Juan y su hija salieron en dirección al nosocomio.

Iban por Beschtedt, a la altura del colegio María Auxiliadora, cuando el teléfono de Juan volvió a sonar. Pararon el vehículo. Era, una vez más, la voz de Fidani, esta vez para comunicar que Manu no tenía signos vitales.

Rocío tuvo un ataque de nervios.

Juan, más allá del estado en que él se encontraba, la abrazó para tratar de calmarla.

Foto: Facundo Pardo.

Luego vinieron los tiempos del reclamo de justicia.

Una multitudinaria marcha por la ciudad.

Después, una concentración en las puertas del Club Andino.

Foto: Facundo Pardo.

Las condiciones en que Manu y el resto de los refugieros se desempeñaban en el Frey claramente no eran las correctas.

Por ejemplo, no contaban con un equipo portátil de comunicación, pese a que la señal del celular se esfumaba a mitad del ascenso hacia el refugio, donde sí había un sistema de radio.

Y, sobre todo, estuvo la demora en dar el alerta por parte de quien tenía la concesión del refugio, Federico Pajarín.

Foto: Facundo Pardo.

Porque, más allá de no decirle que no fuera a trabajar por las condiciones climáticas adversas, tampoco hizo caso a las señales que se iban sucediendo acerca de que algo marchaba mal.

El refugiero que bajó de la montaña aquel día le había informado que no se había cruzado con Manu, quien lo iba a relevar. Sin embargo, Pajarín no le dio importancia.

Después, cuando los otros trabajadores le explicaron que intentaban comunicarse y Manu no contestaba la radio del refugio, respondió que seguramente había llegado cansado y se había ido dormir, o que bien no atendía porque no sabía utilizar en forma correcta el equipo.

Foto: Matías Garay.

El jueves 25 de abril de 2024, en vísperas de que se cumplieran dos años de la muerte de Manu, en un juicio abreviado, Pajarín, quien reconoció su culpa, fue condenado a tres años de prisión en suspenso y el doble de tiempo de inhabilitación para ejercer actividades comerciales de montaña. Además, tendrá que cumplir con ciertas pautas de conducta.

Los padres de Manu explican que decidieron aceptar el acuerdo de llegar a un juicio abreviado por el temor a que en un juicio oral Pajarín “saliera limpio”.

Foto: Matías Garay.

Cabe recordar que, previamente, una decisión de un magistrado le había otorgado al acusado un derecho a una probation que después fue desestimado por otra jueza. Es decir, Ximena y Juan ya habían sentido en carne propia que las determinaciones podían ser diversas de acuerdo a quién estuviera a cargo.

Así, apuntaron al juicio abreviado. Para ellos, más que nada, era importante que Pajarín aceptara su responsabilidad, cosa que finalmente hizo.

Foto: Matías Garay.

Ximena, igualmente, señala: “Nos dolió que no haya tenido una pizca de sensibilidad, que ni siquiera haya pedido disculpas”.

La mujer diferencia esa actitud de la que tuvo quien fue el abogado de Pajarín en la última etapa, Martín Domínguez (antes había ocupado ese rol Juan Manuel García Berro). Acerca del letrado, dice: “Él, al terminar la audiencia final, nos abrazó y dijo que lamentaba mucho lo que había pasado, que tuviéramos fuerza y tratáramos de salir adelante”.

“Pero Pajarín es una persona fría, calculadora”, añade.

Foto: Matías Garay.

Más allá de esa sensación ambigua que ahora los embarga, donde por un lado resalta en positivo haber conseguido que se diera una condena, pero, por otra parte, está la bronca por no continuar con la acción penal en busca de una prisión efectiva debido al miedo de que no se consiguiera nada, los papás de Manu recuerdan con una sonrisa algunos homenajes.

Porque, por ejemplo, en la Universidad Nacional del Comahue se brindó una charla en honor a su hijo.

Y en la Universidad Nacional de Río Negro, donde estudiaba para ser ingeniero ambiental, se plantó un árbol junto a una placa con su nombre.

Foto cedida por la familia.

A eso se suma el acercamiento de los muchos amigos que Manu supo cosechar, que se arriman y les cuentan anécdotas vividas en común.

También la gente “anónima”, esa que no conoció al joven, pero que comparte el dolor por la pérdida y brinda palabras de aliento.

Asimismo, el 2 de marzo de este año, Juan, junto a su hija, pudo ascender la montaña que Manu tanto amaba.

Foto cedida por la familia.

Colocaron una placa recordatoria sobre una roca donde el muchacho solía sentarse a ver el firmamento, y, también, dentro del refugio, un cuadro con su foto.

En aquel momento, Ximena, debido a un problema de meniscos, no pudo ascender.

Pero, gracias al secretario del Club Andino, Daniel Azzarri, que llevó la propuesta al resto de quienes conforman la comisión directiva de la entidad, Ximena, días después, fue en helicóptero.

Foto cedida por la familia.

“Fue hermoso conocer el lugar en el que mi hijito era tan feliz, donde le gustaba tanto estar”, dice la mujer, en medio de un llanto imposible de contener.

Más allá del gesto para que la mujer conociera el sitio, que surgió por Azzarri (a quien Ximena está muy agradecida), las relaciones con el Club Andino tras la muerte de Manu, en especial en un primer momento, fueron tensas. Sin embargo, los papás del refugiero destacan que el nuevo presidente de la institución, Juan Pablo Ordoñez, a través de una entrevista con este cronista, reconoció: “Si es evitable, no se trata de un accidente, y esto, claramente, era evitable”.

Foto: Eugenia Neme.

Asimismo, Juan remarca la buena predisposición de uno de los nuevos concesionarios del refugio, Juan José Puliafito, que los invitó para que vayan al lugar en cualquier ocasión que lo deseen.

De esa forma, y con las ganas de volver al sitio donde Manu disfrutaba del contacto con la naturaleza, Juan ya se compró una mochila, pensando en que, en cualquier momento, más allá de las dificultades que encierra el ascenso, volverá a la montaña.

Foto: Matías Garay.

En la casa familiar, las referencias a Manu se ven en cada rincón.

Un póster con su imagen, muchas fotos y una pintura de su rostro que hizo Rocío Fernández, que era su amiga (fue ella quien tatuó el rostro del muchacho en el brazo izquierdo de Juan, y, en el derecho, a un montañista que emprende el camino montaña arriba, con un sol brillando en lo alto).

Foto: Matías Garay.

El cuarto de Manu aún se mantiene como cuando él estaba.

Y por la noche sus padres ponen la música que el joven escuchaba, a la vez que prenden velas.

Foto: Matías Garay.

Igualmente, piensan que ya llegó el momento de “soltar”. Saben que él siempre estará en sus corazones. Pero creen que es tiempo de “dejarlo ir”.

En ese sentido, comentan que ya deberían sacar algunas de las cosas que están en esa habitación.

“Pero cuesta”, suspira la mamá.

Foto: Matías Garay.

Al despedirse, ella cuenta que sus parientes están en Chile, y los de Juan, en Uruguay, por lo que en Bariloche, más allá del cariño que les brindan las personas que conocieron a Manu, ahora son sólo ellos y su hija, pero… “Con todo esto que pasó, a algunos periodistas pasamos a sentirlos como nuestra familia.”

Me marcho, veo que cierran la puerta y siento que las lágrimas resbalan por mi rostro…

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