La pandemia, con su primera etapa de aislamiento obligatorio y la falta de espacios para desplegar actividades, trajo consecuencias negativas en la infancia. “Los niños vienen con menos movilidad, con menos capacidad lúdica, silenciados”, precisó Beatriz Caba, presidenta de IPA Argentina, la asociación por el derecho del niño a jugar. Y se necesita de más juego para garantizar los derechos del niño y para que ese niño tenga herramientas para superar sus frustraciones.

“El derecho a jugar es uno de los derechos de los niños. Es el artículo 31 de la Convención Internacional por los derechos de la niñez. Es el derecho a jugar, derecho al esparcimiento, al esparcimiento, a que tengan su momento de intimidad con el juego”, expresó Caba, profesora de Psicología y de Ciencias de la Educación. La principal consecuencia de esta pandemia fue la pérdida de lugares y espacios de socialización que impactaron negativamente. “Sabemos que la pandemia todavía no terminó pero al estar en las salas, en las aulas, y al estar formadas las docentes vamos por otro formato. Por otro contenido. Y el juego tiene mucho que hacer”, aseguró.

La asociación, junto a la Fundación Sol Patagonia, la Universidad de Flores, el gobierno rionegrino y la municipalidad de Cipolletti, impulsaron una formación semipresencial para educadores. La idea: dar más herramientas para que se pueda incorporar un nuevo lenguaje.

El gran problema es que hemos sido formados en la concepción de que el juego y el entretenimiento son una pérdida de tiempo. O de que deben ser momentos separados del proceso de aprendizaje. “Y eso es lo que hay que cambiar en nuestra sociedad”, precisó la Caba.  La idea de estas capacitaciones “es formar a las educadoras más profundamente en el juego, que recuperen la matriz lúdica porque es la única manera de transferirlo y permitir el juego”, añadió.

Para la concepción de IPA Argentina, hay que incorporar el juego “en el aprendizaje de forma integral. No como una metodología solamente sino como un lenguaje. Porque es el lenguaje de los niños. Porque si te ponés a jugar con un chico, lográs involucrarlo, que se interese. Pero si le proponés una actividad más formal, el chico entiende que lo están evaluando, que puede equivocarse. El juego le permite esa libertad de todo su potencial puesto a favor de su desarrollo”.

- ¿Hasta cuándo se puede incluir el juego en el proceso de enseñanza?
- Yo diría que hasta los 100 años tendríamos que jugar – respondió Caba con una amplia sonrisa -. Los adultos perdemos mucho de nuestra imaginación porque perdemos la capacidad lúdica por tantas horas de trabajo y se nos va acortando esa capacidad de jugar. En la infancia es absolutamente vital. Es el piso para que después puede integrar un equipo de trabajo creativo. 

Para la titular de IPA, no se le puede pedir a un adulto que sea creativo o que desarrollo un proyecto innovador “si no le has dado espacio y tiempo de juego. Eso es vital. Si no, después viene la depresión, el estrés, cuando no podés enfrentar los cambios de paradigma que este mundo te da”.

¿Qué significa el juego en la niñez? “Ese momento de intimidad con el juego tiene que ver con que el juego subjetiva al niño; el juego estructura su personalidad, le da la posibilidad de desarrollar su capacidad creadora. Lejos está de ser un mero pasatiempo. Sin juego, el niño no está completo. No desarrolla integralmente todas sus posibilidades” remarcó.

El juego, el entretenimiento, son actividades que pasan desapercibidas para las organizaciones que se centran los derechos más básicos, como la alimentación, la salud, la vivienda o la educación del niño. “Eso está bien – explica Caba -, pero no podemos dejar relegado al derecho jugar, porque en realidad es el derecho que completa a todos los demás. Los derechos son un sistema y si no están todos, el niño se está perdiendo de algo importante”.