03/10/2018

Hay recetas para ayudar a los “ni - ni”

A pesar de los discursos más recurrentes de los gobernantes, los y las jóvenes tienen casi el triple de chances se sufrir desempleo, en comparación con los adultos. La proporción también se registra si se contabilizan trabajos de baja calidad o la existencia de desigualdades en el mercado laboral. Por otro lado, la transición desde la escuela hacia un puesto de trabajo suele ser larga e insegura.

En el caso de las mujeres jóvenes, es todavía mayor la probabilidad de padecer subempleo y de recibir salarios menores, aunque desempeñen tareas idénticas a las que afrontan varones. El complejo panorama se completa con la existencia de trabajos de tiempo parcial o con contrataciones meramente temporales. Como siempre pero quizás más que nunca, la educación y la formación son cruciales para lograr una inserción en el mercado laboral.

Sin embargo y no solo en la Argentina, los sistemas educativos que existen no responden a las necesidades de aprendizaje que experimenta una gran cantidad de jóvenes. Los sondeos sobre resultados académicos y formación revelan que existe entre ellos un elevado número con niveles bajos en aptitudes y competencias básicas de alfabetización y cálculo. Para incidir en la situación, se requieren inversiones.

Con el objetivo de generar conciencia sobre la importancia de tomar medidas que incidan favorablemente en los sectores juveniles, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó al 15 de julio como Día Mundial de las Habilidades de la Juventud. El objetivo es llamar la atención sobre la transformación que están sufriendo los mercados laborales a raíz de la incidencia de nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial (IA), poniendo el acento en las habilidades que la juventud necesita desarrollar para integrarse en las economías del futuro y convertirse en motor del desarrollo sostenible.

La coyuntura argentina no es exclusiva ni demasiado original. En términos globales, el creciente desempleo juvenil es uno de los problemas más acuciantes con el que se enfrentan las economías y sociedades, tanto en los países desarrollados como en aquellos que están siempre “en desarrollo”. Será necesario crear, al menos, 475 millones de nuevos puestos de trabajo en la próxima década para absorber a los 73 millones de jóvenes que actualmente están desempleados y a los 40 millones que ingresan por año en el mercado de trabajo.

Las encuestas de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) indican que tanto los empleadores como los jóvenes consideran que, al graduarse, muchos de ellos y ellas cuentan con una preparación insuficiente a la hora de insertarse en el mundo laboral. Conseguir un trabajo decente representa un desafío considerable. En muchos países, el sector informal y la economía rural tradicional son aún una fuente importante de empleo.

En la actualidad, a escala planetaria se contabilizan 1.440 millones de trabajadores y trabajadoras en situación laboral vulnerable. Más de la mitad reside en el África Subsahariana y en el sur de Asia, regiones donde 3 de cada 4 trabajadores están expuestos a condiciones de empleo precarias. La persistencia y aun el agravamiento de la situación conspiran contra las aspiraciones que la comunidad internacional se asignó a sí misma en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Su implementación requiere un enfoque integrado del desarrollo, que reconozca la interdependencia que existe entre la erradicación de la pobreza en todas sus formas y la lucha contra la desigualdad dentro de los países y entre ellos, la preservación del planeta, la promoción del crecimiento económico inclusivo, el logro del empleo pleno y trabajo decente para todas las mujeres y hombres, entre otros objetivos.

En este contexto, la enseñanza y la formación son cruciales para cumplir la Agenda 2030, en particular, las que incursionan en saberes técnicos y profesionales. Se aguarda que la educación y la formación técnica y profesional (EFTP) permitan responder a las múltiples demandas de índole económica, social y ambiental para ayudar a los jóvenes y adultos a desarrollar las competencias que necesitan para el empleo, el trabajo decente y el espíritu empresarial. Siempre en un marco de crecimiento económico sostenible e inclusivo que tenga en cuenta la transición a las economías ecológicas y la sostenibilidad ambiental.

La EFTP puede dotar a los jóvenes de las competencias necesarias para acceder al mundo laboral, incluso para el empleo por cuenta propia. También está en condiciones de aportar capacidad de respuesta a la demanda cambiante de empresas y sociedades y, a la vez, aumentar la consabida productividad y los niveles salariales. Asimismo, está a su alcance contribuir a reducir los obstáculos que dificultan el acceso de las y los jóvenes al mundo laboral, por ejemplo, a través del aprendizaje en el empleo. Por último, puede ofrecer oportunidades a personas que ni trabajan, ni estudian ni reciben formación. Pero hay que invertir.

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