14/06/2018

Islandia ya nos ganó

Si en verdad existen los confines del mundo, deben quedar en Islandia… Su presencia en el Mundial de Rusia ya es una hazaña en términos poblacionales: con solo 350 mil habitantes, que pueda parar a un equipo de fútbol frente a conjuntos de trayectoria como la Argentina, Nigeria y Croacia, es un hecho superlativo. Pero no solo por sus logros deportivos fue noticia Islandia en tiempos recientes.

Pocas geografías tan agrestes para cobijar vida humana. A su condición insular y extremadamente norteña, hay que sumarle una intensa actividad volcánica que determina el paisaje. A pesar de su superficie relativamente reducida, Islandia se extiende sobre desiertos, montañas y glaciares. Sin embargo, no todos los factores juegan en contra: sus costas reciben los efectos benéficos de corrientes marinas que moderan de manera considerable las temperaturas.

Su historia remota se vincula con navegantes vikingos y gaélicos, aunque más bien, alrededor del 900 Islandia era más un paradero para expediciones marinas que un lugar de habitación permanente. En la Edad Media formó parte de reinos noruegos, estatus que se estiró hasta períodos recientes, aunque antes de su independencia, el archipiélago estuvo sujeto a la jurisdicción de Dinamarca.

Hacia 2009, Islandia fue el tercer país más desarrollado del planeta, según los parámetros de la ONU, aunque el año anterior la crisis había golpeado a sus puertas. No hace falta ejercitar demasiado la memoria para recordar que, en 2007, había detonado la crisis de las “hipotecas basura” en Estados Unidos, colapso financiero que rápidamente se hizo económico y cruzó con la fuerza de un vendaval el Atlántico.

A grandes rasgos, puede decirse que los sectores públicos de Europa salieron al rescate de los bancos trasnacionales para superar el entuerto, aunque fueran los principales responsables de aquella debacle. Pero el pueblo islandés, dio un ejemplo de dignidad y resistencia. En 2008, como en buena parte del “mundo desarrollado”, el sistema financiero islandés tambaleó y con sus caídas, provocó una gran contracción económica.

Las movilizaciones provocaron que se adelantaran las elecciones parlamentarias, al término de las cuales asumió el cargo de primera ministra Jóhanna Sigurðardóttir. El conjunto del proceso se conoció como Revolución Islandesa y se conformó no solo con múltiples protestas, sino también con el surgimiento de nuevos movimientos de organización ciudadana que en sintonía con el nuevo gobierno, llevaron a los tribunales al primer ministro anterior, Geir Haarde, a quien se atribuyó responsabilidad directa en la crisis.

Lejos de contentarse con cuestiones institucionales y judiciales, el estado de efervescencia del pueblo islandés provocó la celebración de dos referendos para decidir sobre el pago de la deuda externa que mantenían los bancos públicos. Además, el proceso se profundizó hasta provocar cambios en la Constitución. El anteproyecto se debatió popularmente en diversas instancias y se presentó para su discusión en el Parlamento.

Si bien mantiene relaciones diplomáticas y comerciales con buena parte de los países, es comprensible que sus vínculos más estrechos los desarrolle hacia el resto de los países nórdicos, hacia Estados Unidos, Alemania y Canadá. Precisamente, por afinidades culturales y lingüísticas, Islandia se considera parte del primer grupo de países y de hecho, forma parte del Consejo Nórdico, un espacio de cooperación intergubernamental.

Si bien integra el Espacio Económico Europeo (EEE), no es partícipe de la Unión Europea. Periódicamente, se disparan debates al interior de la sociedad islandesa para discutir la incorporación al bloque continental. Inclusive, hubo votaciones parlamentarias que se inclinaron en esa dirección, pero hasta el momento, la propuesta no prospera y no se dieron pasos concretos en ese sentido.

A pesar de su posición estratégica si de controlar el Atlántico Norte se tratara, Islandia no cuenta con fuerzas armadas permanentes. La fuerza aérea estadounidense mantuvo presencia en una base, pero la retiró en 2006 sin que la mayoría de los y las islandesas se molestara demasiado. Efectivos islandeses participaron de la invasión occidental a Irak en 2003, hecho que suscitó una intensa controversia.

Durante buena parte del siglo XX, Islandia fue uno de los países más pobres de Europa. Sin embargo, como consecuencia de su gran crecimiento económico ocupó el primer lugar en el informe de la ONU sobre el Índice de Desarrollo Humano entre 2007 y 2008, antes de la crisis. En la actualidad, ostenta el décimo cuarto puesto en el rubro Esperanza de vida, con un promedio de 80,6 años.

La persistente negativa islandesa a formar parte de la Unión Europea se explica por una preocupación lógica de su población: nadie quiere perder el control sobre su economía y sus recursos naturales… En su selección de fútbol, Islandia no cuenta con las luminarias con que brilla la Argentina. Pero en política, desarrollo sustentable y convicciones, pareciera que nos gana por goleada.

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