21/03/2018

Una gota de agua, más necesaria que nunca

En términos mundiales, más del 80 por ciento de las aguas residuales que genera la humanidad vuelve a los ecosistemas sin que se trate ni recicle.

En forma simultánea, 1.800 millones de personas se valen de fuentes de agua que sufren contaminación por la presencia de material fecal, convivencia incómoda que las pone en riesgo de contraer cólera, disentería, tifus o polio.

El uso de agua que no es potable junto con la existencia de infraestructuras sanitarias deficientes y la falta de higiene, provoca alrededor de 842 mil muertes por año.

Cada 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, como manera de llamar la atención sobre la importancia que tiene para la vida la preservación del agua dulce y su gestión sostenible. En cada edición, se destaca un aspecto particular de la problemática. Para la edición 2018 se eligió el título “La humanidad necesita agua”, afirmación que podrá parecer obvia pero ante la situación que describíamos al comienzo, evidentemente no es tan así.

A través de UN Agua, su departamento específico, la ONU poetizó un tanto a propósito de la jornada: “una gota de agua es flexible. Una gota de agua es poderosa. Una gota de agua es más necesaria que nunca”. En relación con el saneamiento, destacó que las oportunidades que derivarían de explotar las aguas residuales como recurso son enormes. El agua que se trate de una forma segura es una fuente sostenible y asequible de agua y energía. Los mismos procesos son útiles para obtener nutrientes y otros materiales recuperables.

A grandes rasgos, recordemos que el agua es un elemento esencial para el desarrollo sostenible. Los recursos hídricos y el abanico de “servicios” que prestan, juegan un papel clave en la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Acceder al agua potable propicia el bienestar de la población y el crecimiento inclusivo. Asimismo, tiene un impacto positivo en la vida de miles de millones de humanos, al incidir en cuestiones que afectan a la seguridad alimentaria y energética, a la salud humana y al medio ambiente.

A pesar de evidencia tan incontrastable, en la actualidad más de 663 millones de personas viven sin suministro de agua potable cerca de su hogar, situación que obliga a que pasen horas en la cola de alguna canilla o fuente pública o bien, que se trasladen a lugares lejanos para obtenerla. En general, la misma gente debe hacer frente a serios problemas de salud al consumir agua que suele presentar grados de contaminación incompatibles con el bienestar humano.

Para UN Agua “la respuesta está en la naturaleza”, aseveración que una vez más, parecería obvia. La jornada de hoy se centra en explorar de qué manera ésta puede ayudar a superar los desafíos que plantea la carencia de agua en el siglo XXI. Cabe tener presente que los problemas medioambientales, junto con el cambio climático, provocan las crisis que se asocian a los recursos hídricos, comprobables en todo el mundo.

En efecto, las inundaciones, sequías y la contaminación del agua se agravan con la degradación de la cubierta vegetal, los suelos, los ríos y los lagos. Cuando se descuidan los ecosistemas, se dificulta el acceso a los recursos hídricos, que son imprescindibles para sobrevivir y prosperar. Después de dos siglos de degradación, las soluciones naturales pueden dar respuesta a muchos de los desafíos que tienen que ver con el agua.

En 2018, queda mucho por hacer para implantar infraestructuras ecológicas y armonizarlas con las usuales, donde sea posible. Restaurar bosques, reconectar los ríos con las llanuras aluviales y restaurar los humedales devolverá el equilibrio al ciclo del agua, además de mejorar la salud pública y los medios de vida. En relación con la temática, el Objetivo de Desarrollo Número 6 explicita la necesidad de “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”. Específicamente, incluye una meta para reducir a la mitad la proporción de agua que se dilapida y aumentar su reciclaje.

Como barilochenses, no hace falta recordar que el crecimiento desordenado de la ciudad pone en riesgo la salud del lago Nahuel Huapi, al menos en el tramo que coincide con la mayor concentración urbana. La infraestructura de saneamiento quedó lejos de la expansión citadina, con los periódicos problemas que implican derivaciones de líquidos sin tratar al generoso espejo de agua. Más allá de las gestiones que recientemente llegaron a buen término, se impone pensar a más largo plazo, no sólo para cuidar al lago, ríos y arroyos de la jurisdicción municipal, sino también para que nadie en la ciudad se quede sin acceder al agua limpia y segura de manera cotidiana. En la naturaleza está la respuesta.

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