CUANDO LA REPRESA PIEDRA DEL ÁGUILA CULMINÓ SU INUNDACIÓN

| 26/05/2023

30 años atrás, terminaba de relocalizarse Pilquiniyeu del Limay

30 años atrás, terminaba de relocalizarse Pilquiniyeu del Limay
Clara Quidel y familia, en un reclamo contra la inundación (1987). Foto: Juan Carlos Radovich.
Clara Quidel y familia, en un reclamo contra la inundación (1987). Foto: Juan Carlos Radovich.

El aprovechamiento hidroeléctrico demandó dejar bajo las aguas 9400 hectáreas que, formalmente, eran tierras fiscales rionegrinas, aunque en “usufructo vitalicio” de la reserva indígena. Un drama al que se intentó gestionar.

Ahí donde la gente desprevenida solo ve una enorme extensión de agua color azul intenso, supo correr un río bravío, con sus rápidos y sinuosidades caprichosas. Ahí donde inclusive turistas se detienen a sacar fotografías del espacio inundado, supo haber pobladores con sus animales, sus anhelos y frustraciones. 30 años atrás finalizaba un proceso de relocalización forzada, a raíz de la construcción de la represa Piedra del Águila. Hace 30 años tuvieron que mudarse porque otra no quedaba, familias que llevaban muchas décadas, tal vez un siglo, viviendo en Pilquiniyeu del Limay. Historia que, de tan reciente, a veces se pierde de vista.

En efecto, el aprovechamiento hidroeléctrico del histórico río provocó severas consecuencias socioambientales, entre ellas el corrimiento de población que formaba parte de la reserva indígena. La responsabilidad en relación a esos perjuicios, que también afectaron a la provincia de Río Negro, era de Hidronor (Hidroeléctrica Nordpatagónica SA). El impulso corrió por cuenta de Nación, pero sobre tierras formalmente fiscales, que revestían como de usufructo vitalicio por la comunidad mapuche.

Para gestionar el daño, se impulsó la creación de una Comisión Mixta Provincial, con participantes del Poder Ejecutivo, la Legislatura y la comunidad. También se solicitó asistencia técnica al Consejo Federal de Inversiones (CFI). Con la participación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), se elaboró el Proyecto Integrado Pilquiniyeu. La entidad académica elaboró un informe en 1996, con la firma de María del Carmen Francioni y Héctor Atilio Poggiese. Es el texto que tomamos como fuente para este ejercicio de la memoria.

La provincia tomó cartas en el asunto a partir de 1987, es decir, a cuatro años del retorno democrático. Para abril de 1990, la represa preveía inundar 9400 hectáreas de la llamada por entonces reserva indígena Pilquiniyeu del Limay. El “aprovechamiento hidroeléctrico Piedra del Águila” se había iniciado en 1985 y finalmente, se inauguró en 1993. “Es el de mayor envergadura en el país y su energía está destinada al Sistema Interconectado Nacional (1424 MW equivalentes al 10 por ciento del consumo nacional)”, según datos de 1996.

Su costo ascendió a 1180 millones de dólares, estimó el proyecto. Demandó la excavación de un millón de metros cúbicos de roca, de 450 mil metros cúbicos de suelos y la contratación de 5000 trabajadores. La Reserva Pilquiniyeu del Limay era de 111.600 hectáreas, en el Departamento de Pilcaniyeu, con población mapuche. Sus parajes, Pilahue-Cura Lauquén, Pilquiniyeu, Paso Yuncón, Cerro Negro y Cerro Bayo.

Según el informe, “el paraje Pilquiniyeu, asiento del centro comunitario antes de ser alcanzado por las aguas, era el mejor comunicado y el más concurrido por pobladores de otros parajes y externos a la reserva”. A pesar de que la reserva indígena estaba reconocida desde 1972, “26 de sus 110 familias enfrentarían el drama de la relocalización compulsiva y el desarraigo forzoso”.

Por más precauciones que se pudieran tomar, “en todo proceso de relocalización compulsiva de poblaciones hay una comunidad, un grupo social sometido a bruscos cambios en su forma de vida, a una situación caracterizada como de tensión frente a los perjuicios potenciales o reales. Hasta el presente, y con muchas dificultades, se ha utilizado en estos programas de relocalización el sistema indemnizatorio –de reparación social– basado solo en principios materiales de justicia social”. Sin embargo, “toda relocalización compulsiva produce una crisis en la población que afecta su identidad sociocultural, acelera procesos de conflictos sociales e implica tensión”, recuerda el racconto de FLACSO.

Para concretarla, la provincia tuvo a disposición desde 1989 tierras de la estancia María Sofía. Aunque “con retraso se inició la apertura de caminos y la construcción de viviendas y de la aldea, previéndose que para la primavera de 1990 se concluyese el traslado de las familias, sus bienes y equipamiento comunitario”. Pero la crisis económica nacional que se profundizó en aquel año sumó otros inconvenientes.

Algunos factores precipitaron los hechos y “fue así que se efectivizó la relocalización pastoril con anticipación a lo programado: forzados por una prolongada sequía que produjo mortandad de animales y bajas pariciones, seguida luego por aluviones que deterioraron el valle en el que habitaban, varias familias trasladaron de inmediato sus animales a las tierras de la estancia, con el fin de obtener una rápida recuperación del ganado en pastizales de muy buena calidad”.

“La espontaneidad del traslado modificaba la programación respecto al reasentamiento de la población y sus pertenencias, pero la iniciativa de los propios pobladores daba solución a una coyuntura desfavorable y a la vez disminuía la incertidumbre, al materializarse su mayor aspiración: la ocupación efectiva de las nuevas tierras”, destaca el texto. No obstante, “los efectos positivos del traslado espontáneo no fueron suficientes para superar la dramaticidad del tránsito por esta situación”.

En efecto, “demandó mayor sacrificio personal y familiar al producirse en una época del año de extrema rigurosidad climática y sin contar todavía con las adecuadas condiciones de habitabilidad”. Diferencias entre las partes hicieron necesario que se formularan periódicamente nuevos acuerdos y finalmente, fue la provincia de Río Negro la que tuvo que concluir “con el remanente de obras físicas, terminando las obligaciones contractuales de Hidronor en el Proyecto”.

En definitiva, “la totalidad de las obras físicas quedaron concluidas (sic) en 1993, mediante ejecución directa de organismos técnicos provinciales”, es decir, tres décadas atrás. “La inauguración oficial de los nuevos asentamientos, la fiesta de Pilquiniyeu del Limay programada y suspendida varias veces, ocurrió en septiembre de 1993”. Seguramente, se dejó pasar el invierno para terminar con el traumático proceso. Debajo de esas aguas intensamente azules hay muchas historias y no tan halagüeñas.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?


Me gusta 0%
No me gusta 0%
Me da tristeza 0%
Me da alegría 0%
Me da bronca 0%
Te puede interesar
Ultimas noticias